Opinión

El programa de gobierno

Nada de iluminados, nada de líderes frenéticos que ofrecen revoluciones para salvar al mundo

 

Emiro Rotundo Paúl:

Cada vez que oigo decir a alguien por radio o televisión que la oposición
venezolana debe presentar a la opinión pública un programa político o de
gobierno para animar a la gente a votar a su favor en las próximas elecciones
presidenciales del 2024, no puedo dejar de pensar que tal cosa es una
idiotez. Desconfío mucho de los planes o proyectos políticos que se
presentan siempre en tiempos electorales y que no sirven para nada porque
no se cumplen o se cambian a capricho. La mayoría de esos programas de
gobierno solo son recursos publicitarios que luego se archivan y se olvidan.
¿Quién reclama el incumplimiento de una promesa electoral? ¿Ante quién se
acude para demandar le inobservancia de un plan de gobierno ofrecido al
elector?

¿Qué plan de gobierno presentó Hugo Chávez a los venezolanos? ¿Alguna vez
les dijo que su verdadero propósito era instalar en Venezuela un sistema
político copiado al carbón del castro-comunismo cubano? Quien sí tuvo un
proyecto de gobierno, lo presentó al Congreso Nacional y lo inició, fue Carlos
Andrés Pérez en su segundo mandato presidencial (1988-1993), el llamado
Gran Viraje que intentó cambiar el sistema populista de dadivas y subsidios
por el modelo abierto de competencia, producción y consumo basado en el
mercado libre y la libertad de empresa, el llamado despectivamente
“neoliberalismo” por la izquierda trasnochada y borbónica de Venezuela y de
América Latina que, como decía Teodoro Petkoff, “ni olvida ni aprende”. Ese
sistema vilipendiado les ha permitido a varios países del sudeste asiático salir
del subdesarrollo ancestral, entre ellos, a la propia China continental
comunista.

Después del sacudón del “Caracazo” del 27 de febrero de 1989, el programa
de CAP estaba funcionando bien y el producto interno bruto (PIB) de
Venezuela había mejorado y se situaba entre los más altos de América Latina
y del mundo, pero fue abortado por la “rebelión de los náufragos”, nombre
dado a la conjura contra CAP y su proyecto por la periodista Mirtha Rivero,
en su libro del mismo nombre (Editorial Alfa, año 2010, Caracas) que bien
vale la pena ser leído por aquellos no lo han hecho todavía. Cinco años más

tarde de la defenestración de CAP (1993), el mismo militar golpista que se
alzó contra su gobierno el 4 de febrero de 1992, llegaba al poder (1998) por
vía electoral, valiéndose del sistema democrático que luego aboliría. La
izquierda nacional e internacional celebró toda esa tramoya gestada en los
cuarteles al amparo de la tolerancia del alto mando militar. Ahora sabemos,
después de una amarga experiencia que aún no ha concluido, que el
proyecto de CAP era el correcto y que de haberlo apoyado y seguido la
realidad de Venezuela sería otra, muy diferente, e infinitamente mejor que la
actual.

Lo que hoy necesitamos no son promesas ni programas políticos, sino
personas que puedan gobernar bien, capaces de integran un buen equipo de
trabajo y de tomar las medidas necesarias para estabilizar la economía,
reconstruir la industria petrolera y crear confianza en el país para que
regresen las inversiones y los capitales fugados y se restablezca el crédito
internacional del país. Para ello hay que insertar nuevamente a Venezuela en
el ámbito geográfico, histórico, político y cultural al que pertenece. Esas son
cosas de librito, que todo buen economista conoce y que son perfectamente
posibles con políticas claras y definidas.

Para ello solo se requiere acción y voluntad política encausadas en la
dirección correcta, que se sabe cuál es, que ha sido formulada una y mil
veces por los magníficos economistas que afortunadamente tenemos y que
son reconocidos internacionalmente. Todo ello se puede lograr rápidamente
con la conformación de un buen Gabinete, en el que cada Ministro sepa lo
que tiene entre manos y lo que debe hacer en coordinación con los otros,
bajo la batuta de un buen director de orquesta, de un buen gobernante,
honesto, sencillo, sensato, que sepa oír y dirigir. Nada de iluminados, nada de
líderes frenéticos que ofrecen revoluciones para salvar al mundo, nada de
ideólogos convencidos de sus irrefutables verdades, como Lenin, Stalin,
Hitler, Mussolini, Mao, Castro y Chávez. De ellos hay que huir
despavoridamente, porque mucho daño y dolor han causado, y siguen
causando, a la humanidad.-

Marzo 23 de 2023

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