La orden de captura de Putin: ¿Estamos a las puertas de un nuevo orden mundial?
La orden de captura ha sido dirigida contra el jefe de Estado en activo de una de las potencias militares y geopolíticas más poderosas de la tierra
William Cárdenas Rubio, abogado y diplomático-Director de Consultores Cárdenas:
¿Será que la Guerra de Ucrania ha dejado en evidencia que, después de todo lo ocurrido a finales de los 80, ya Rusia es un tigre sin dientes?
La orden de captura emitida por la Corte Penal Internacional (CPI) contra Vladimir Putin, el presidente de la Federación Rusa, tiene implicaciones, interpretaciones y consecuencias que van mucho más allá de lo meramente jurídico.
La decisión la dicta una Sala de Cuestiones preliminares de la CPI, previa las formulación de cargos por deportación de miles de niños y desplazamiento forzado de familias ucranianas, con especial énfasis en las mujeres, por parte del Fiscal Karim Khan, como un crimen de guerra contemplado en el artículo 8.2.B,VIII del Estatuto de Roma, crimen particularmente sensible para una comunidad internacional que ha quedado en conmoción con el anuncio.
Recordemos que por una parte, el Fiscal Khan, quien cumplirá apenas 2 años en su cargo el próximo 16 de junio, había anunciado en 2022 el inicio de la investigación contra el presidente ruso por la petición formulada el pasado año por 41 Estados que forman parte del Estatuto de Roma, muchos de los cuales se comprometieron con aportar recursos financieros para que la Fiscalía la adelantara, todo lo cual se ha cumplido dentro de la más absoluta confidencialidad para proteger a las víctimas.
Igualmente fue el propio Karim Khan quien en el discurso de toma de posesión de su cargo anunció que los niños y las mujeres víctimas de este tipo de crímenes especialmente graves contra los seres humanos, serían una prioridad en su gestión. Todo esto, siete meses antes de la invasión de Rusia a Ucrania.
De manera que lo que estamos viendo no debe sorprendernos, pues además la competencia de la CPI en el conflicto Rusia-Ucrania está basada en que este último país ha aceptado la jurisdicción de la Corte tanto para los hechos ocurridos anteriores al 2014, como para todos los que pudieran ocurrir a partir del año 2017, lo que tiene consecuencias particularmente graves para los responsables rusos de esta guerra, pues, aunque la Federación no sea parte del Estatuto de Roma, la responsabilidad individual de los altos mandos que la han ordenado, así como la de los que han cometido directamente los crímenes queda seriamente comprometida.
Khan le imputa a Putin la autoría de estas deportaciones de niños y el desplazamiento forzoso de las familias ucranianas, bien actuando directamente o bien junto con otros o a través de otros, o por no haber hecho nada para impedirlos. Estos niños, que según el gobierno de los EE.UU podrían llegar a ser 6.000, o según las autoridades ucranianas más de 16.000, eran deportados de los territorios de Ucrania sacándolos de hospitales, orfanatos o simplemente arrebatándolos a sus familias, a las cuales podrían haber eliminado.
El anuncio de la orden de captura incluye también como coautora a María Aleksenyevna Lvova-Belova, Comisaria rusa para los Derechos del Niño, en una decisión que deja sin argumentos la crítica de “colonialismo jurídico” recientemente formulada contra la CPI.
Pero hacia donde realmente queremos ir, es al alcance que esta orden tiene en lo político, más allá de lo jurídico:
En tal sentido, tenemos necesariamente que detenernos a analizar que la orden de captura no ha sido tomada contra el jefe de cualquier Estado miembro de la comunidad internacional. Ha sido dirigida contra el jefe de Estado en activo de una de las dos potencias militares y geopolíticas más poderosas de la tierra, la Federación Rusa, que de acuerdo a la Carta de Naciones Unidas, que creó el Orden que ha regido al mundo hasta nuestros días después de la II Guerra Mundial, es miembro del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, y uno de los cinco (5) países con derecho a veto dentro de dicho Consejo.
¿Qué ha ocurrido con la Federación Rusa para que a casi 80 años del fin de aquella II Guerra, al Fiscal de una Corte Universal que vela por la investigación de los peores crímenes contra la humanidad, no le haya temblado el pulso para solicitar dicha orden de captura a Vladimir Putin, y para que los magistrados de dicha Sala la acordaran?
Muchas interrogantes y respuestas se nos vienen a la cabeza. ¿Habría podido dictarse una orden parecida en los años de la Guerra Fría, o antes del desmoronamiento de la URSS con la Perestroika y el Glasnost en la década 80-90? Obviamente, nos parece imposible. Pero ¿qué ha ocurrido después? ¿Será que la Guerra de Ucrania ha dejado en evidencia que después de todo lo ocurrido, ya Rusia es un tigre sin dientes?
La prolongación de su conflicto con Ucrania ha dejado dos cosas claras: La primera, que hay un líder ucraniano, Volodimir Zelensky, que no se ha amilanado en la confrontación con su gran vecino; y la segunda, que La Federación Rusa ha demostrado una incapacidad bélica aplastante, que le ha impedido someter a un pequeño país adversario; ni siquiera lo ha hecho en el invierno que está por terminar. Y que allí donde Napoleón y Hitler naufragaron, hoy hay un pueblo, que aún en las peores condiciones climáticas, sigue resistiendo.
La deriva bélica, aparte de las amenazas de Moscú de la utilización de armas nucleares, también nos está dejando en evidencia que el poder disuasivo de este recurso ha perdido fuerza, pues en un conflicto de estas características no ha valido de nada. Si acaso, en interés de la misma Rusia, para no tener que cargar con la responsabilidad de ser el primero en utilizarlas y aumentar su escalada, lo que colocaría al resto del mundo ante la hipótesis o disyuntiva de cómo responder.
Y esto lo está contemplando la comunidad internacional un día tras otro, así como ha observado la comisión de terribles crímenes de guerra contra el pueblo ucraniano, de los cuales, la deportación de niños, así como el desplazamiento de familias y mujeres es sólo la punta del iceberg. Pero cuando decimos la comunidad internacional, también nos referimos a los Estados que integran con Rusia el Consejo de Seguridad de la ONU. De hecho, ya el presidente de la otra potencia mundial, Joe Biden, se ha pronunciado de manera inusualmente rápida para justificar los cargos de la CPI por crímenes de guerra contra Putin.
¿Sabían los miembros del Consejo de Seguridad que esta orden estaba en camino? Probablemente si, lo que equivale a decir que ni Francia, Reino Unido o los EE.UU hicieron nada por evitarla; tampoco China, el eventual aliado de Rusia en ese núcleo donde se toman las decisiones políticas más importantes del mundo. Independientemente de que estos países apuesten a la justicia selectiva al no haber aceptado la jurisdicción de la CPI, bien desmarcándose de la Corte (EE.UU y China), o bien no ratificando los supuestos del crimen de agresión aprobados el 2018 (Francia y Reino Unido), que el jefe de Estado de una de las potencias más poderosas de la tierra sea llamado a responder por la acusación de crímenes de guerra ante un tribunal universal con vocación de permanencia, jamás había ocurrido en el orden que ha prevalecido hasta ahora.
Si todo esto llegara a confirmarse, obviamente estaríamos a las puertas de un Nuevo Orden Mundial, en el que no extrañarían las graves consecuencias que podría tener para Putin y la otrora poderosa Rusia, porque los crímenes de que le acusan son de los que hacen palidecer el ánimo de cualquier ser humano en un Siglo XXI que presume de los avances de las ciencias, las nuevas tecnologías, y la apuesta por un mundo más civilizado, y en el que agresiones como la de Putín a Ucrania, son totalmente inaceptables por retrotraernos a los peores momentos de la humanidad.