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Alegrías de Venezuela

Beatriz Briceño Picón:

El 2 y el 5 de julio celebramos días especiales para Venezuela. Fueron días de fe y de libertad. Los venezolanos tuvimos ocasión de reflexionar y sacar cuentas de las alegrías que nos faltan. Aparecieron muchas y sobre ellas escribiré hoy y en otras ocasiones. Una de las primeras que nos falta es la Alegría de la Tierra, a la que Mario Briceño Iragorry dedicó un librito grande que intentaremos llegue todas las familias, escuelas e instituciones educativas del país como uno de los frutos del Año jubilar que estaremos celebrando hasta el 15 de setiembre. Pero después de esa fecha va a venir lo bueno.

¿Y qué será lo bueno? Lo bueno será haber traído a este pensador trujillano a trabajar codo a codo con quienes quieren construir, desde la unidad, una democracia que tenga raíces en la tierra y en la historia, en la solidaridad y la justicia, en la igualdad de derechos y la desigualdad propia de la variedad humana. Don Mario escribió sobre la igualdad desigualante de la democracia, fruto de la libertad y no de la injusticia social.

Algo de lo mucho bueno es la Cátedra libre Mario Briceño Iragorry, que inició su andadura en Valera el pasado 22 de junio. Mucho se hará de Valera hacia el mundo y hacia todos los estados venezolanos, empezando por Trujillo. También se animará a las Cátedras dedicadas a este pensador y educador, en tantas otras Universidades del país. Y es que Mario Briceño Iragorry fue, ante cualquier otro título, un Maestro que en todo momento hizo grande su enseñanza sobre el hombre, la tierra, el trabajo, la familia, la ciudad y el mundo. Podríamos decir que fue un luchador público, privado y personal. Le gustaba comentar que su vida había sido hecha de rectificaciones, como cualquier vida humana. Y después de los 50 años alcanzó un grado heroico de entrega a su misión de servicio a las más nobles causas. Estudiar sus últimos años de exilio es descubrir cómo se puede ser un feliz trabajador en medio del dolor y las más elementales carencias.

Hoy, quiero traer también a esta columna, una obra publicada, en el décimo aniversario de la Fundación Mario Briceño Iragorry el año 1993. Tiene la importancia de ser la tesis doctoral de un profesor trinitario que obtuvo su PhD en Filosofía y Letras en la Universidad de Laval (Canadá): Ramón Mansoor. El título de esa obra es Venezuela: sociedad e identidad en la obra de Mario Briceño-Iragorry. Ese trabajo ha sido reconocido como un estudio fundamental de la visión hispanoamericanista en nuestro país. En la presentación del libro se define el trabajo de Mansoor como uno de los mejores intentos, realizados hasta esa fecha, en torno al juicio crítico de la Colonia y su influencia en Hispanoamérica, como aporte de cultura y soporte para intentar un rescate de la identidad nacional en Venezuela.

Es muy importante, y aún más en este momento del mundo, ver como esas raíces insertas en el mismo mestizaje venezolano, ayudan a manera de dique de resistencia frente al oleaje de presiones foráneas. Mansoor encontró y analizó la crisis de pueblo que, en Mensaje sin destino, iluminó la pluma de Briceño-Iragorry, para rescatar, desde fuera de nuestro país, un pensamiento que sigue siendo actual y del cual cualquier hispanoamericano, o caminante de otras tierras, debe sacar enseñanzas para ese diálogo ecuménico al que estamos llamados todos los hombres y mujeres de hoy.-

Beatriz Briceño Picón

Humanista y Periodista UCV/CNP

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