Lecturas recomendadas

El amor

El criticado romanticismo del amor hace falta hoy

Alicia Álamo Bartolomé:

Me parece que es en El Burlador de Sevilla, de Tirso de Molina, donde aparece esta triste definición del amor: ¿Qué es el amor? | Es un deseo de hermosura. | ¿Y esa hermosura, | ¿para qué el amor la procura? | Para gozarla… Si esta definición es del siglo XVII, ¿acaso no calza con lo que llaman amor hoy, en el siglo XXI? Pues sí, sólo una atracción sexual. Se ve que el verdadero concepto del amor sigue en proceso de degradación.

 

¿Por qué empiezo este artículo con esta equívoca apreciación del amor, hoy, 25 de abril, fiesta de San Marcos Evangelista? Respondiendo con sinceridad a mi propia pregunta: porque tenía escrito desde hace días este pequeño primer párrafo para un artículo sobre el amor y su verdad. Entonces se me presenta mi compromiso con RCL de escribir un artículo los días 25 de cada mes, cae para éste en el día de San Marcos y pienso: ¿qué mayor manifestación de amor auténtico, en toda su grandeza, que la de los apóstoles y mártires de Jesucristo?

 

Marcos no fue de los 12 apóstoles de Jesús de Nazaret, pero sí su discípulo cercano, tan es así que se nos identifica en el joven que huye desnudo en el huerto de Getsemaní, a la hora del prendimiento de Jesús. Lo escribe en su evangelio, porque es uno de los cuatro evangelistas. Muy cercano a san Pedro, quien lo guía y protege, como un padre, es quien más detalles nos da del primer jefe de la Iglesia. Nos encontramos luego a Marcos como compañero de Pablo y Bernabé en uno de sus viajes apostólicos, pero se devuelve a Jerusalén y para el próximo, Pablo no lo quiere, por lo que viene una desavenencia con Bernabé, que los separa. Sin embargo, pasado el tiempo, se liman las asperezas y volvemos a encontrar a Marcos como fiel compañero de san Pablo.

 

San Marcos evangelizó en Chipre y Alejandría de Egipto, donde se dice que fundó la primera iglesia cristiana. Allí sufrió el martirio atado y arrastrado por las calles. Es santo patrón de Venecia, a cuya catedral llegaron sus restos traídos desde Alejandría en época de las Cruzadas. Se le representa ya escribiendo su evangelio, ya con éste como libro abierto entre sus manos. Tal que los otros evangelistas, tiene un atributo propio, el león alado, que a veces lo representa y que ha dado pie para una deformación supersticiosa de su culto: san Marcos de León., que se invoca para afanes, bien ingenuos, bien esotéricos. Les cuento una anécdota personal e ilustrativa.

 

Presidía yo FUNDARTE cuando se presentó una actriz venezolana con una colchoneta donde se acostaría frente a la puerta de mi oficina hasta que yo la recibiera. En primer lugar, yo no me había negado a recibirla y, segundo, ¿cuál era el problema? La mandé a pasar y entró como una tromba: Aquí le traigo una imagen de san Marcos de León, un plato con miel y una vela para que le endulce el carácter. Usted me mandó a suspender mis funciones de teatro donde yo estaba feliz de lucir una peluca rubia… Le expliqué que yo no podía suspender nada porque no tenía autoridad para eso; por otra parte, no era partidaria de prohibir lo escandaloso porque servía más bien de publicidad gratis para el espectáculo en cuestión. Sí, me había ausentado de la función en el entreacto porque no me gustó. Tenía cosas grotescas, como una escena con títeres, innecesaria, que en nada favorecía a la obra. Le di un subsidio para que, sin los títeres, reestrenara la pieza en otro teatro y luciera su peluca. Quedamos amigas. En algunos sanitarios de oficinas o instituciones públicas, o en peluquerías particulares, he encontrado al tal san Marcos de León, el plato de miel y las velitas.

 

Tiene mucho que ver este deformado culto a san Marcos con su patronazgo de la ciudad de Venecia, cuya catedral tiene en su fachada norte, sobre la Piazzetta dei Leoncini, dos leones románicos, cuya historia se entrelaza con la de la bella ciudad suspendida en el Adriático. Venecia es un milagro, destinada siempre a desaparecer hundida en sus canales, aún está allí.

 

Todos los apóstoles y primeros discípulos de Cristo sufrieron el martirio, ¿y qué es el martirio sino una muerte por amor? El más grande amor, el amor a Dios, que es el Amor, absoluto e infinito. Los amores con minúscula son los amores humanos que, de alguna manera, son reflejo del divino, así el espejo que lo capte sea de baja calidad y lo deforme. Sucede así con esa definición en la obra de Tirso de Molina con la cual comencé este artículo. ¿Acaso puede ser el amor sólo eso, un deseo de hermosura para gozarla? Es una apreciación muy chata para un reflejo divino. El verdadero amor es mucho más que eso, es un deseo de elevación, de felicidad compartida, como también del dolor, de unión para enfrentar la aventura de la vida, de complacer al otro y llegar a la vejez con un amor sereno, sin la fugacidad de la juventud, pero firme, profundo y fructífero.

 

Si algo hay que enseñar con urgencia a las nuevas generaciones, es a amar. Preocupa ver hoy a las parejas jóvenes heterosexuales viviendo vida marital sin el compromiso del matrimonio, mientras las homosexuales buscan afanosamente este compromiso. Los primeros evitan responsabilidades, los segundos las buscan. Es un mundo al revés. No quiero meterme en el problema gay. Ese es otro asunto de delicado trato. Me preocupa la deformación del amor en esos mal llamados novios cuando son concubinos. Envilecen el amor. No buscan su trascendencia, su maduración serena para constituir familia perdurable. Sólo buscan placer y éste es muy perecedero.

 

El criticado romanticismo del amor hace falta hoy. Era una aureola necesaria. Importante que las historias de amor, como Romero y Julieta, nos conmovieran. Demostraban que teníamos corazón. ¿Y las cartas de amor? ¿Desaparecieron? ¿Las puede reemplazar el WhatsApp? Lo dudo, ¡es tan basto! Sobre todo, el amor era para las generaciones anteriores como un descubrimiento paulatino. Se iban abriendo telones desde la adolescencia. No era un conocimiento de golpe y porrazo que puede dañar la psiquis, sino un ir enterándose hasta llegar a su plenitud. Un descubrimiento armónico y donde hay armonía hay paz.

 

¿San Marcos y Tirso de Molina para hablar de amor? Pue sí, así ha sido y ojalá alguien quede complacido.-

Publicaciones relacionadas

Botón volver arriba