Carlos se prepara para llevar la fe «en medio de peligros»: en Venezuela, «ser católico no es fácil»
Actualmente se forma gracias a CARF en el Seminario Internacional de Bidasoa
En Venezuela, ser católico no es fácil. A medio camino entre una democracia y una dictadura, hay quien la define como un régimen autoritario desde que el socialista Nicolás Maduro está en el poder. La libertad religiosa es cuanto menos cuestionada, son frecuentes los ataques a católicos, la santería está cerca de convertirse en la religión oficial del estado. En su lista mundial de persecución, Open Doors recoge que mientras las autoridades llevan a cabo «amenazas, ataques a iglesias, difamación, arrestos arbitrarios, vigilancia o censura», los cristianos también sufren la violencia de grupos criminales que actúan con impunidad y a menudo con apoyo del régimen.
Carlos Alberto Bracho, venezolano de 36 años de la diócesis de Cabimas, conoce bien la realidad del país, pero no se resigna a ella: tras una etapa como profesor de Bachillerato, fue consciente de que «faltaba algo» en su vida y pronto comenzó a pensar que debía cambiar. Hoy se prepara para llevar la fe y evangelizar a su país, donde la secularización, el socialismo y la santería pugnan con una fe viva y fuerte, pero en clara desventaja. Y lo hace gracias a CARF Fundación, en su Seminario Internacional de Bidasoa.
Educado en una familia católica pero sin práctica de fe, cuenta a CARF Fundación que su abuela fue «un instrumento de Dios» para conocer Sus caminos. Desde pequeño, Carlos la veía ir sola a misa y la acompañaba preocupado, sin saber que Dios se serviría de aquel gesto para «mostrar el camino».
«La relación de abuela y nieto fue creciendo, porque los días que ella no podía ir por salud, al verme entusiasmado me decía: vamos juntos que ahora soy yo la que quiero acompañarte. Gracias a acompañar a mi abuela a Misa, un grupo de jóvenes me invitaron a formar parte de su grupo y así fui poco a poco descubriendo lo maravilloso que es servir al Señor, explica.
«Cada año en el seminario ha marcado mi vida»
En su proceso de discernimiento, los tres párrocos que conoció fueron «claves» para tomar la decisión de entrar al seminario en 2014.
Cuando lo comunicó a su familia, no encontró más que apoyo y comprensión: «Cuando les comenté que dejaba todo y que iba a comenzar mi proceso en el seminario me apoyaron. Mi papá solo me dijo: `Si es una decisión tuya y eso es lo que quieres para tu vida, ten en cuenta que aquí estaremos para apoyarte siempre en lo que quieras hacer´».
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Desde el primer momento en que tomó la decisión, los frutos comenzaron a hacerse visibles en su vida y en la de su familia. Hasta entonces, sus padres limitaban la asistencia a misa y la práctica de su fe a ocasiones puntuales. Pero al entrar en el seminario, «comenzaron a participar con mayor frecuencia de la Santa Misa y hoy lo siguen haciendo. Puedo decir que el Señor me prepara para que sea sacerdote, ocupa mi lugar en el espacio que he dejado en mi hogar y va mostrando su amor a quienes con amor han dado un hijo a la Iglesia de Venezuela».
Tras casi diez años preparándose para ser sacerdote, son tres los seminarios en los que se ha formado. Los primeros fueron El Buen Pastor y el Santo Tomás de Aquino, en Venezuela, de los que guarda grandes recuerdos, dificultades superadas, aprendizajes y ejemplos.
«Cada uno de los años ha marcado mi vida. No faltaban muestras de que el Señor quería algo de mí siendo quien soy», celebra.
Gracias a CARF se prepara para evangelizar en tierra hostil
Actualmente se encuentra en el Seminario Internacional de Bidasoa, donde continúa sus estudios gracias a CARF Fundación, del que aprecia poder ser consciente de «la catolicidad de la Iglesia, compartir con hermanos de muchos lugares del mundo» y descubrir «que eso es la Iglesia».
Pero concluido el seminario, Carlos Alberto Bracho deberá regresar a su Venezuela natal, donde afirma que «ser católico no es sencillo», tanto por la situación política como por el avance «de la secularización y el protestantismo». La dificultad, sin embargo, no amedrenta su vocación apostólica ni su esperanza.
«Sobre toda dificultad reina el Amor, que conduce a que aprendamos a mantenernos firmes en la adversidad y en la prosperidad. Aunque es difícil ser católico en Venezuela, motiva ver que las parroquias están llenas de adultos, jóvenes y niños que tienen sed de Dios, que descubren en Él la fuerza para continuar, que en momentos puntuales, en medio de peligros, salen a la calle a compartir la palabra de Dios», afirma.
Su sueño, ser instrumento de Dios y sacerdote modélico
Ser consciente de esta Iglesia viva es algo que le motiva a seguir preparándose y, concluidos sus estudios, a «volver, ayudar y apoyar» a su país como «instrumento de Dios para que llegue a los lugares donde aún no ha podido llegar».
Preguntado por el sacerdote con que sueña ser algún día, concluye: «Un sacerdote debe ser alguien que sabiendo que no es perfecto, pide a Dios la gracia de ser su instrumento. Que enseñe al pueblo la correcta doctrina de la Iglesia, que corrija en los momentos que es necesario con la finalidad de que demos lo mejor de nosotros a Dios, que acompañe en cada experiencia y que en sus acciones nunca falte la oración. Y también que sea ejemplo de hombre feliz, alegre, que demuestre con acciones que dejarlo todo por el Señor es una gran decisión de vida».-