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Sacerdote mexicano en Sudán: «Siento miedo, impotencia, tristeza, coraje pero, sobre todo, esperanza»

"La comunidad internacional, a falta de intereses, abandona al pueblo"

Por razones de seguridad y prudencia, el sacerdote mexicano ha preferido omitir su nombre y detalles de su ubicación

 

«Soy misionero en el Norte. Desde el 2000 llegué a la capital. En el 2009 la división del país me obligó a pertenecer al Sur, pues la misión en la que trabajaba se encontraba del otro lado de la línea en disputa»

 

«El conflicto que ocasionó la independencia de Sudán del Sur fue uno de los más largos, sangrientos y tristes en la historia de este país africano. Una guerra civil entre el Sur -en su mayoría cristiano animista-, y el Norte, arabo-Islámico»

 

La población en el Norte es joven. Los niños y jóvenes no habían tenido experiencias bélicas similares a ésta, no así los niños en el Sur, generaciones que crecieron con las hostilidades del Norte, con bombardeos a sus aldeas y pueblos

 

Hoy le toca al Norte vivir esta pesadilla. La población que más está sufriendo esta guerra sin sentido es la infantil

 

Como mexicano, sigo con tristeza también el deterioro social y de seguridad en México. A donde quiera que vaya, ahí estarán hombres y mujeres, sistemas y estructuras que no respetaran la dignidad humana y justificaran sus medios para lograr sus fines.

 

Recemos y actuemos responsablemente por una sociedad más justa, más humana donde sea que nos encontremos

 

El sacerdote mexicano que mantiene viva la esperanza en Sudán

Por razones de seguridad y prudencia, omito nombres personales y detalles de ubicación.

Desde 2011, el mapa geográfico mundial distingue un nuevo país: Sur Sudán, una región que se independizó de Sudán, país cuyo territorio geográfico era el más grande de África del norte, con 2 millones 600 mil kilómetros cuadrados. Hoy por hoy, vivo en Sudán o Sudán del Norte. En mi experiencia misionera de más de 20 años, tres los he trabajado en Sur Sudán, el resto en Sudán en el norte.

Misionero mexicano en Sudán

Un pasado sangriento

El conflicto que ocasionó la independencia del Sur fue uno de los más largos, sangrientos y tristes en la historia de este país africano. Una guerra civil entre el Sur -en su mayoría cristiano animista-, y el Norte, arabo-Islámico.

Una vez lograda la independencia, todos los residentes sureños fueron prácticamente deportados; sin embargo, pocos permanecieron en el Norte, haciendo que la presencia cristiana en este país musulmán fuera todavía menor.

La Iglesia llevó al Sur los seminarios, mayor y menor, aunque el clero local y algunos institutos religiosos seguimos presentes en el Norte, dando servicio pastoral a los pocos cristianos que continúan esparcidos por el país, y servicio humanitario al resto de la población, en las áreas de educación, salud y desarrollo humano.

En todo este largo caminar, la Iglesia ha estado muy de cerca con la población sufriente, no solamente dando asistencia humanitaria durante los años de guerra, sino también formativa; se abrieron escuelas y universidades para formar un liderazgo humanista, profesionales y catequistas que construyeran una mejor sociedad.

Ahora aquí en el Norte seguimos con la misma visión y misión dando, sobre todo en nuestro trabajo humanitario, atención a toda la población a través de nuestras instituciones educativas y sanitarias. Y por supuesto, atención pastoral a nuestras comunidades cristianas.

Yo dirijo una secundaria y preparatoria con más de mil alumnos, y vivo en la única parroquia católica en esta extensa región, es un estado entero del país, probablemente equivale a una diócesis mexicana.

Misionero mexicano en Sudán

La crisis actual en el Norte

La división del país no solucionó problemas estructurales. Ambas partes arrastraron problemas internos. En el Sur, guerrillas tribales y confrontaciones por el poder político siguen azotando a la población. En el Norte, la población se cansó de la dictadura militar de más de 30 años. Un movimiento civil, con la ayuda del ejercito oficial, depusieron al “presidente” en el 2019.

Sin embargo, la nueva administración, con la promesa de una transición a un gobierno civil democrático, se apoyó en el ejército oficial y se creó un cuerpo paramilitar; la intención era que este cuerpo sería integrado al ejercito oficial en un determinado tiempo.

Pero el ejército oficial dio un golpe de Estado, asumiendo otra vez una administración militar. La población ha demostrado su descontento con manifestaciones regulares a lo largo del país, pues se sintieron traicionados. Estas manifestaciones han sido duramente sometidas.

De nuevo las armas

El pasado 15 de abril, a las nueve de la mañana, mientras en todo el país se vivía la vida ordinaria, fuertes confrontaciones bélicas se desataron sobre todo en la capital de Sudán del Norte, confrontaciones entre la facción paramilitar y el ejército oficial.

Ese día también hubo confrontaciones en las ciudades estratégicas a lo largo del país. Las dos facciones se culpan una a otra de haber iniciado el conflicto. Hasta ahora estas confrontaciones han provocado un desastre sin precedentes en la capital y una crisis humanitaria.

«Muchos religiosos extranjeros han abandonado el país. Las dos facciones contendientes, como la población, a falta de orden, y al ver nuestras instituciones desprotegidas, las han saqueado, incluso la Catedral misma»

No se han respetado las treguas, los servicios públicos y sanitarios han colapsado. Miles y miles de capitalinos han arriesgado sus vidas tratando de escapar hacia los países vecinos. La Iglesia ha sido muy afectada en la capital.

Muchos religiosos extranjeros han abandonado el país. Las dos facciones contendientes, como la población, a falta de orden, y al ver nuestras instituciones desprotegidas, las han saqueado, incluso la Catedral misma.

El Obispo se encuentra en mi comunidad, llego solo un día antes de que se desatara el conflicto para celebrar las confirmaciones. Ahora desde aquí sigue con tristeza e impotencia los acontecimientos en su diócesis.

La Iglesia, en este conflicto, es víctima; sin embargo, desde nuestras posibilidades tratamos de apoyar a la población sufriente; nuestras escuelas aquí se han convertido en albergues para todos los que están tratando de salir vía marítima.

Pero este 1 de mayo hemos iniciado las labores escolares regulares, tuvimos que improvisar tiendas para la gente que se albergó en nuestras escuelas, normalmente están saliendo del puerto después de tres o dos días de procedimientos diplomáticos y administrativos.

La Iglesia y su aporte educativo a la comunidad musulmana

El Sur es en su mayoría cristiano y animista, por eso creo que la figura del Papa Francisco y sus propuestas tengan cierta resonancia en aquella región, no así aquí en el Norte, una república oficialmente islámica.

Sin embargo, la presencia de la Iglesia Católica acá tiene cierto peso precisamente por las instituciones educativas y sanitarias que administramos. Es así que como Iglesia podemos ofrecer alternativas de formación y servicio a la población a pesar de ser en su gran mayoría musulmana.

«La comunidad internacional no ha sido contundente ni proactiva en propuestas de diálogo. Se ha limitado a acciones de evacuación de sus connacionales. Es muy notable la ausencia de acción diplomática de las potencias internacionales, especialmente la del Norte de América»

La comunidad internacional no ha sido contundente ni proactiva en propuestas de diálogo. Se ha limitado a acciones de evacuación de sus connacionales. Las dos facciones contendientes están siendo apoyadas por fuerzas extranjeras que tienen intereses políticos en la región. Es muy notable la ausencia de acción diplomática de las potencias internacionales, especialmente la del Norte de América.

Misionero mexicano en Sudán

Sudán vive una pesadilla

La población en el Norte es joven. Los niños y jóvenes no habían tenido experiencias bélicas similares a ésta, no así los niños en el Sur, generaciones que crecieron con las hostilidades del Norte, con bombardeos a sus aldeas y pueblos.

Hoy le toca al Norte vivir esta pesadilla. La población que más está sufriendo esta guerra sin sentido es la infantil. Todas las instituciones educativas en la capital están interrumpidas; escuelas y universidades han sido afectadas en sus estructuras. En general se vive una catástrofe.

Por eso el éxodo de civiles, tratando de encontrar una vía de escape. Hasta hoy no se ve un posible escenario de paz, por el contrario, ahora, sin ley ni orden, el vandalismo se une a los destrozos de la guerra.

Como dije antes, yo soy misionero en el Norte. Desde el 2000 llegué a la capital. En el 2009 la división del país me obligó a pertenecer al Sur, pues la misión en la que trabajaba se encontraba del otro lado de la línea en disputa.

«La población en el Norte es joven. Los niños y jóvenes no habían tenido experiencias bélicas similares a ésta, no así los niños en el Sur, generaciones que crecieron con las hostilidades del Norte, con bombardeos a sus aldeas y pueblos. Hoy le toca al Norte vivir esta pesadilla»

Ahora tuve la oportunidad de regresar al Norte, siendo la misión la única parroquia católica en una gran región en la costa del Mar Rojo. Por supuesto me tocó vivir el éxodo de Sureños en el Norte, siendo deportados al Sur, ocasionando crisis sociales y humanitarias en el Sur, con inmensos campos de refugiados en las fronteras con los países colindantes con el Sur.

La Iglesia en el Sur y los institutos religiosos han jugado hasta hoy un rol importante en la asistencia de emergencia y sustentable en el Sur.

Dos realidades con conflictos propios

El Norte y el Sur son ahora dos realidades y entidades geográficas con sus propias demandas sociales y políticas, con cierta diferencia, incluso cultural y religiosa.

El Sur está siendo asistido por diversas organizaciones no gubernamentales. También la Iglesia, como institución, apoya a través de organizaciones como Cáritas, Save the Children, Manos unidas, etc.

Acá en el Norte el escenario de cooperación internacional es muy precario, tal vez por las restricciones y sanciones internacionales al país. No hay presencia significativa de organizaciones no gubernamentales, excepto por algunos proyectos en el área sanitaria del gobierno italiano.

Cuando estuve en el Sur, viví en carne propia las hostilidades del Norte, fui testigo de bombardeos a aldeas y de saqueos por parte de sicarios apoyados por el Norte para desestabilizar la región. Varias de nuestras misiones fueron destruidas, ya sea por bombardeos o por los sicarios.

La espiritualidad comboniana

Mi última misión en el Sur fue borrada literalmente a un año de mi destinación a la provincia mexicana. ¿Que sentía entonces y que siento hoy en este nuevo conflicto?

Un aspecto de nuestra espiritualidad Comboniana es hacer causa común en la misión que nos encontramos, y eso es precisamente los que siento, siento lo mismo que la gente tanto en el Sur como en el Norte siente: miedo, impotencia, tristeza, coraje, pero sobre todo, siento esperanza.

No nos damos por vencidos; siempre que haya una posibilidad hay que aprovecharla, hoy aquí en esta ciudad, lejos del conflicto, pero en una paz que puede ser frágil y volátil, nos aferramos a la convicción de que este pueblo merece una vida que valga la pena, y nuestra presencia representa esa posibilidad, no podemos negar al pueblo sudanés esto poco que ofrecemos.

«Siento lo mismo que la gente tanto en el Sur como en el Norte siente: miedo, impotencia, tristeza, coraje, pero sobre todo, siento esperanza»

 

Misionero mexicano en Sudán

Un llamado a la comunidad internacional

Mi llamado a la comunidad internacional es que se deje de lado los intereses de hegemonía regional, política y comercial, y que vuelquen su mirada a la gente, pues tengo la impresión de que a falta de intereses, cuales quiera que fuesen, abandonan al pueblo en sus propias circunstancias, esto es una actitud muy egoísta e irresponsable.

«A donde quiera que vaya, ahí estarán hombres y mujeres, sistemas y estructuras que no respetaran la dignidad humana y justificaran sus medios para lograr sus fines»

Como mexicano, sigo con tristeza también el deterioro social y de seguridad en México. Ahora que estuve de vacaciones no había sentido miedo al andar por las calles de mi ciudad. Creía que haber vivido situaciones límite y extremas de terrorismo y guerra en África me habían preparado para soportar “cualquier” situación.

Pero me equivoqué, no me puedo acostumbrar a la muerte y destrucción. Las ejecuciones y enfrentamientos que dejan víctimas mortales en mi vecindario me hacían querer regresar a África, escapar de situaciones amenazantes… pero a donde quiera que vaya, ahí estarán hombres y mujeres, sistemas y estructuras que no respetaran la dignidad humana y justificaran sus medios para lograr sus fines.

Recemos y actuemos responsablemente por una sociedad más justa, más humana donde sea que nos encontremos. Un fuerte abrazo y saludos desde este lugar en la costa del Mar Rojo…

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