Fray Marcos: «Mi presencia puede ayudar a los seguidores de MasterChef a tener un rayo de esperanza»
El dominico venezolano que ha conquistado a la audiencia con su hábito entre los fogones
«Al hacer una retrospección, de cuando estábamos grabando y cuando Pepe Rodríguez me dio la oportunidad de bendecir el programa, siento que Dios se quería hacer presente y bendije no en nombre de una Iglesia, sino en nombre del mismo Dios. Sentía yo la necesidad de, más que desear buena suerte a mis compañeros, tener un gesto bonito, de una bendición para cada uno, creyentes o no creyente, practicantes o no practicantes»
«Vi como la mayoría se hacía la señal de la cruz con mucho respeto y como, en su mayoría, no solo el grupo de concursantes, sino también muchos de los compañeros del equipo técnico, de vestuario, de cámaras… recibieron la bendición con mucho fervor y con mucha fe»
«Yo soy feliz y pleno siendo sacerdote y, más que sacerdote, siendo religioso consagrado con mis limitaciones, con mis virtudes, con mis desaciertos y con mis dones»
“’Fray, yo quisiera ir a una eucaristía suya o alguna homilía, alguna predicación’. De hecho, han ido y se han llevado una grata sorpresa. Para mí, la eucaristía es un signo de esperanza, es decir, la muerte nos el final, nosotros creemos una vida eterna, Cristo está presente en nuestras vidas y si lo dejas él se hace presente. Entonces, puede aportar ese granito de esperanza porque vivimos en una sociedad muy desesperanzada por esto de los likes»
«Soy sal de la tierra y quiero complacer, en este caso, a los jueces [de MasterChef] y que los guisos tengan ese sabor y esa particularidad nuestra de ser sal y luz para el mundo». Con ese espíritu ‘sazonador’ más allá de los platos, se ha colado por méritos propios en el set de MasterChef 11 fray Marcos Julio García Sánchez, un religioso dominico nacido en Venezuela en 1978 y que es miembro del equipo de promoción vocacional y juvenil en el vicariato de la Provincia de Nuestra Señora del Rosario en España.
Desde los primeros compases del popular programa, la presencia entre los fogones del hábito de este también periodista, locutor, cantante de rancheras para pagarse los estudios e incluso monitor de spinning no ha pasado desapercibida ni dejado indiferente tanto a sus compañeros como al equipo técnico o los presentadores. De hecho, algunos ya han acudido a algunas misas oficiadas por ‘fray MasterChef’ (como se le empieza a conocer) y «se han llevado una grata sorpresa». Por el sabor.
¿Qué le llevó a apuntarse a un concurso como MasterChef?
Bueno, fue por la pasión que tengo desde que era un chico por la cocina, por las ollas, por los alimentos, por descubrir que puedo darle sabor a alimentos crudos que puedo llegar a cocinar. Siempre he sentido una inclinación por el mundo culinario, siempre me ha gustado mucho, para mí la cocina es espiritualidad, es mística, es dar de lo que uno es y eso me llevó a apuntarme en este concurso, sumado por supuesto a que nunca está demás al apoyo que he tenido siempre por parte de amigos, de familias amigas a las que voy a cocinar, que fueron los que me auparon para que entrara en el concurso de MasterChef.
Santa Teresa decía que Dios estaba también entre los fogones. ¿Lo percibe ustedtambién en el set de rodaje?
A mí me encanta hablar de Santa Teresa de Jesús, porque fue una mujer que me ayudó mucho. Yo viví dos años en Ávila, de donde es esta Santa y doctora en mística de la Iglesia, gran escritora, además de influencer hace 500 años. Aquella mujer sí estaba con bastante coraje, porque para refundar una orden religiosa y hacer tantos monasterios, ¡madre mía!, y codearse con la gente con la que ella se codeaba… Por eso, seguramente, decía que Dios también estaba entre los pucheros, porque no quería a aquellas monjas aburguesadas que ella se encontró, sino que quería monjas que hiciesen de todo en el convento. Desde limpiar ellas mismas, lavar sus hábitos… “Aquí todas somos iguales”, decía, “aquí nos tenemos que cocinar también nosotras, porque Dios también está en los pucheros, también está en las ollas”.
Lo percibo en el set de grabación de MasterChef, porque no es fácil manejar, primero, todo el equipo técnico y humano, sumado a los veintitantos concursantes que participamos en una misma cocina. Y luego, no son fáciles las relaciones interpersonales, que lo hace todo un poco más cuesta arriba. También los humanos nos movemos, por qué no, con bajas pasiones, como el egoísmo, la deslealtad… Cuando a veces guardamos silencio ante cosas que no nos gustan, siento que Dios está haciendo presencia allí y entonces ahí puedo comprobar que entre esos fogones y esos pucheros de MasterChef se hizo evidente y palpable la presencia de Dios.
Al comienzo de la emisión de esta nueva edición de MasterChef, Pepe Rodríguez, uno de los profesores, le dio la oportunidad de bendecir el programa. ¿Cómo sesintió ante esa petición, tan poco habitual en el mundo de las televisiones?
Al hacer una retrospección, de cuando estábamos grabando y cuando Pepe me dio la oportunidad de bendecir el programa, siento que Dios se quería hacer presente y bendije no en nombre de una Iglesia, sino en nombre del mismo Dios. Sentía yo la necesidad de, más que desear buena suerte a mis compañeros, tener un gesto bonito, de una bendición para cada uno, creyentes o no creyente, practicantes o no practicantes.
Me sentí con una responsabilidad bonita, más que fuerte, que Dios, a través de Pepe Rodríguez y de todo el equipo directivo y técnico de MasterChef, me estaba dando. Sentí también una oportunidad muy bonita de hablar de un Dios de vida, de misericordia y de amor entre nosotros, que a veces nos cuesta tanto como seres humanos que somos. Sentí a la misma vez un gozo inmenso, que no es esa alegría vana que a veces sentimos con una carcajada o con esto de las redes sociales a través de un like, sino de un gozo profundo de poder brindarle a los demás también esa alegría de un Cristo vivo y presente en medio de nosotros.
¿Y qué percibió que sus compañeros sentían durante ese momento, cómo cree
que vivieron ellos esa bendición?
Hay una canción que dice: “la vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida”. Uno a veces viene con prejuicios y te van llegando frases como: “España ya no cree”, “España ya no es la España católica”, “España ya echó a Dios a un lado”… Lo podemos evidenciar, sí, una sociedad que tiene de todo y un país de primer mundo, pues Dios a veces es el gran mendigo cuando no escudriñamos esa parte espiritual. Pero luego, hablando de que la vida me ha dado sorpresas, una de las mayores sorpresas que me ha dado Dios a través de la vida, y por medio de los humanos y de mis compañeros, es que vi como la mayoría se hacía la señal de la cruz con mucho respeto y como, en su mayoría, no solo el grupo de concursantes, sino también muchos de los compañeros del equipo técnico, de vestuario, de cámaras… recibieron la bendición con mucho fervor y con mucha fe. Inclusive, en ese momento de la bendición, uno de ellos me abrazó y muchos me apoyaron.
Luego, al terminar la grabación, en el autobús cuando nos íbamos, se acercaban para darme las gracias por haber bendecido y por hacer presente a Dios en ese momento. Ahí aprendí yo que no podemos dejarnos llevar, de buenas a primeras, por las impresiones de un hombre tatuado o con piercings. Yo decía: “no soy nadie para estar juzgando”, y sentí en mí mismo la presencia de un Cristo vivo a través de sus gestos.
En España, por su creciente secularización, hay una especie de rechazo a todo loque esté relacionado con la religión. ¿Se siente un bicho raro en medio de suscompañeros de concurso?
Muchas veces uno se siente un bicho raro cuando no está conforme con lo que uno es, por los prejuicios que nos hacemos de nosotros mismos. Yo soy feliz y pleno siendo sacerdote y, más que sacerdote, siendo religioso consagrado con mis limitaciones, con mis virtudes, con mis desaciertos y con mis dones. Si yo estoy enamorado de lo que soy, no me puedo sentir un bicho raro. Otra cosa es que sienta el rechazo o la aversión que muchos tienen, a lo mejor en este caso pudiésemos decir hacia mi persona, pero por lo que represento, pero con algunos que han sentido esa aversión se puede conversar. Lo que más tristeza me da es que muchas veces exigimos tolerancia y respeto, pero la pregunta sería qué tan dispuesto estoy yo también a tolerar y a respetar la creencia del otro, la doctrina que el otro profesa, aunque yo no esté de acuerdo. Yo soy un hombre que tiene grandes amigos pastores evangélicos, budistas…
Mi mejor amigo es chef profesional en Caracas, Venezuela, y es judío. Me ha invitado a Sabbat y a ceremonias de ellos donde después comíamos juntos. Entonces puedo sentir que si Dios te llama a una comunidad, pues tienes que formar parte de esta comunidad y, muchas veces, dentro de esa comunidad te puedes sentir, si no estás enamorado de lo que eres, como un bicho raro. Pero, en realidad, me siento muy querido y aceptado por la mayoría de mis compañeros, a pesar de la secularización, inclusive a pesar de que dentro de mis compañeros hay gente agnóstica, atea o arreligiosa, pero fíjate me la llevo de maravilla con muchos de ellos.
¿Qué cree que, desde su vocación específica de miembro de la Vida Consagrada,
puede aportar su presencia en MasterChef a los millones de seguidores del programa?
Para grata sorpresa, el mundo de las redes sociales es lo que hace el pulso de cómo
estamos y más de la teleaudiencia. Yo sentía mucho temor al estar tan expuesto y seguir tan expuesto a lo largo de las emisiones de cada capítulo, pero me encanta
MasterChef porque todo el tiempo es una sorpresa constante.
Cada vez que me preguntan algo yo siempre respondo “déjate sorprender”. Cuando hacen algún comentario un poco pesimista en las redes, les contesto: “déjense sorprender por MasterChef”, porque yo lo vivía como un niño. Yo llegaba al set y siempre había una caja o algo que adivinar y a mí, como ese niño interior, me gusta. Ahora, como religioso, pude sentir que no me las sé todas. Yo siempre he dicho que portar un hábito religioso es un signo de esperanza, no porque sea mejor que otro uniforme, pero sí porque brinda esa especie de paz. Hay gente que no creía o no cree en el papel de la Iglesia entre la sociedad, pero luego me dicen: “Fray, yo quisiera ir a una eucaristía suya o alguna homilía, alguna predicación”.
De hecho, han ido y se han llevado una grata sorpresa. Para mí, la eucaristía es un signo de esperanza, es decir, la muerte nos el final, nosotros creemos en una vida eterna, Cristo está presente en nuestras vidas y, si lo dejas, él se hace presente. Entonces, puede aportar ese granito de esperanza, porque vivimos en una sociedad muy desesperanzada por esto de los likes.
Hay desesperanza porque no se le encuentra un sentido. Por eso digo que mi presencia y la presencia de un consagrado en mi persona puede ayudar a los seguidores de MasterChef a tener un rayo de esperanza, y no lo digo yo, lo dicen los mismos seguidores que aportan con sus comentarios cosas muy positivas. Estoy altamente agradecido por tanto cariño.
¿Cree que los miembros de la Iglesia deberían aprovechar estos cauces decomunicación no para hacer proselitismo, pero sí para dejar la impronta de la fe en suforma de relacionarse con los demás?
¿La pregunta es si un miembro de la Iglesia debe estar aquí? Lo dijo Pepe Rodríguez al principio, cuando me dio el sí y el delantal blanco: “la Iglesia debe estar aquí, un sacerdote entre nosotros nos vendría muy bien”. Pero no solo la Iglesia, porque cuando hablamos de la Iglesia pensamos en la jerarquía. Yo creo en una Iglesia activa, es decir, un católico activo con una vida sacramental diaria, permanente y constante, de escucha de la palabra, tiene que estar aquí y tenemos que aprovechar estos canales de comunicación, no para hacer propaganda, porque si ves la religión como un partido político, fracasamos. Porque no es un fin, es un medio. La religión es religare, ir en congregación con los demás, porque mi salvación no es para mí nada más, la salvación del alma no se logra individualmente, tiene que ser una salvación de lo que significa Ekklesia, que es una palabra griega que es reunión de muchos, es congregación, porque la fe de mi hermano, de mi compañero de camino, me va ayudando y me va aliviando, y mi fe le va ayudando y aliviando a él. Como yo vivo en la fe, voy a darlo a demostrar. Recordemos que las palabras bonitas conmueven, pero el testimonio arrastra. Como yo viva, con una vida cohesionada y coherente, puede ayudar a otro a vivir y a relacionarse con otros en un mundo más humano y justo, como dice el Salmo: “Justicia y derechos sostienen tu trono, señor”.
¿Está su forma de ver y de creer en la elaboración de sus platos?
Sí, siempre parte de aquí el versículo en el que dice Jesús: “Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán?”. Yo me tomo bastante en serio cuando estoy cocinando, aunque a veces cante para decírselo poco (risas), pero sí quiero dar lo mejor de mí en cada plato. Esa forma de ver y de creer en ese Dios que se nos, da lo combino mucho con el versículo de la Pascua, después de la Semana Santa, cuando iban los discípulos hacia Emaús comentando entre ellos, decepcionados, desesperanzados, porque habían matado al liberador que había prometido tantas cosas, verlo colgado de un madero sangrando, desfigurado… y estaba Jesús al lado de ellos y no se habían dado cuenta y lo reconocieron al partir el pan.
Volvemos a ver un milagro que se da en medio de la comida, como la boda de Caná, el primer milagro que hizo Jesús fue en el banquete de una boda con el vino y con el pan. Siento que mi forma de vivir la fe, de creer en ese Cristo que se nos parte en cada eucaristía, es también la forma de darme, a mí mismo, de lo que soy. Soy sal de la tierra y quiero complacer, en este caso, a los jueces y que los guisos tengan ese sabor y esa particularidad nuestra de ser sal y luz para el mundo.
La base de cualquier concurso es competir, ser mejor que el otro. ¿Cómo lleva esoun dominico?
Los conventos están conformados por humanos, somos hermanos y todo muy bonito hasta que tú te vas metiendo en el terreno del otro, entonces los dominicos somos muy competitivos en ser hombres bastante preparados intelectualmente. Tenemos una gloria, que también puede ser una cruz para los que no somos tan intelectuales, y es que tenemos Santos, como Santo Tomás de Aquino, un hombre que aportó hace 800 años tanto a la teología, o un San Alberto Magno, maestro de Santo Tomás de Aquino, un hombre que supo conjugar la ciencia con la fe y la razón.
Tenemos hombres como Francisco de Vitoria, Domingo de Soto, aquí en España, si vamos al convento de Salamanca vamos a descubrir a un Bartolomé de las Casas… Hombres que han aportado, por ejemplo, por decir algo, a los Derechos Humanos Internacionales. Somos la única orden que tiene algo que ver directamente con la ONU, en cuanto a relación de Derechos Internacionales o, por decir algo, que la Constitución de los Estados Unidos se hizo con base a la Constitución de la Orden de Predicadores, que ya casi nadie lo sabe.
Somos bastante competitivos en hacer las cosas bien y competir por ser mejor que el otro tiene que ser la base, ahora que eso no te lleve a opacar al otro, sino a reconocer que el otro tiene dones y virtudes que tú no tienes, y que eso te puede servir de impulso para también tú explotar tus propios dones y virtudes, porque Dios no se deja ganar en generosidad. Si a ti te dio el don de la intelectualidad, a lo mejor a mí me dio el don que tú no tienes de hablar tres idiomas o al otro le dio el don de la música. Somos bastante competitivos, pero sabiendo que el otro también me puede aportar, así lo llevamos nosotros los dominicos.
Los dominicos, efectivamente, son maestros de la palabra. ¿Aspira ahora a serlo también de losfogones? ¿Qué quedará de Masterchef en usted una vez que acabe el programa?
Me da nostalgia pensar en el final del programa, porque si bien hay mucho cansancio físico con las grabaciones, porque todo conlleva una enorme cuota de entrega sobre todo para el público, si hay algo que me ha dejado MasterChef es ese compromiso de formación, porque, a ver, si tenemos mucha información, como suele pasar en otros escenarios de la vida, los fogones ameritan formación. Puedo tener mucha información, me puedo aprender muchas recetas, pero luego hay que llevarlo a la práctica.
MasterChef me ha dado eso, ese grado de compromiso, de entrega, de más dedicación y más estudio. Así como estudio la palabra de Dios para hacer una buena homilía y que quede algo, yo creo que MasterChef me despertó esa hormiguilla de abrir Predicocinando, que es ese proyecto que tengo en manos, en mente y en mi corazón, y si es de Dios, se dará. Por supuesto me seguiré entregando, como siempre he hecho, al mundo de la cocina, a ser sal para aquel que esté desabrido y que ojalá esto inspire a otros a también ser sal para cuando fray Marcos tenga un poco de desazón en su vida o esté triste o esté nostálgico, porque soy ser humano, y pueda encontrar en algún otro ser humano y ojalá que sea un compañero de los que Dios me ha dado en este concurso.
Aquí hay mucha gente que puede hacer cosas buenas para los demás, por lo demás y en los demás y, ojalá, que MasterChef siga con ese proyecto de impulsar esa vocación hacia los fogones para también calentar no solo las hornillas de la cocina, sino también el corazón de mucha gente.
José Lorenzo/RD