Citgo: «Un ejemplo de institucionalidad inteligente»
Nota Editorial de Encuentro Humanista
Es bien sabido que las sociedades democráticas nacen y florecen mediante el desarrollo progresivo de instituciones, no debido a liderazgos caudillistas, que buscan usarlas para su beneficio personal y grupal.
Se ha dicho asimismo que las sociedades liberales occidentales, en su desarrollo cultural, económico y político han glorificado tanto las metas individuales, que han llevado a la quiebra muchas metas compartidas, sociales, colectivas -en aras de la obsesiva búsqueda de logros materiales- olvidándose que una sociedad armónicamente desarrollada combina objetivos individuales con las necesidades generales.
La nacionalización petrolera venezolana y su desarrollo posterior, a partir del primero de enero de 1976, y hasta la llegada al poder de la actual tiranía, fue un ejemplo egregio de inteligencia social, de esa inteligencia que surge de las relaciones sociales cuando se enfocan en trabajar hacia el bien común.
PDVSA, ejemplo empresarial público para el mundo, fue una empresa inteligente porque consiguió que meritorios gerentes, expertos y peritos provenientes de toda la geografía nacional, educativamente formados en democracia bajo un nivel profesional de los más elevados del mundo, alcanzaran logros extraordinarios debido a las exitosas estructuras de trabajo y colaboración que pudieron implementar. Como destaca el profesor, educador y filósofo español José Antonio Marina «las agrupaciones inteligentes captan mejor la información, es decir, se ajustan mejor a la realidad, perciben antes los problemas, inventan soluciones eficaces y las ponen en práctica».
Eso es lo que hicieron centenares de ingenieros, economistas, geólogos, administradores y profesiones asociadas, porque tuvieron los estímulos institucionales necesarios, porque la ciudadanía creía en sus esfuerzos y admiraba sus logros, porque la meritocracia promovía los esfuerzos de cada quien para servir al todo general, la Venezuela democrática.
Gracias a ellos, nuestra industria petrolera fue lección permanente de inteligencia humanista, de inteligencia al servicio de su sociedad y de los valores democráticos.
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Una de las nefastas concepciones que debe superarse especialmente en América Latina es aquella que entiende el poder como la propiedad de un actor individual; para muestra basta y sobra la llegada a Venezuela de la larga noche del chavismo y su líder máximo.
Para Chávez primero, Maduro ahora, el Estado y sus instituciones han sido su propiedad privada.
Puede afirmarse sin duda alguna que si los esfuerzos de la Venezuela petrolera son muestra de inteligencia exitosa, la maldad que ha caracterizado al actual régimen es ejemplo de inteligencia fracasada. Y si es cierto que siempre es más fácil identificar los fracasos de un Gobierno que sus éxitos, ¿qué éxitos pueden atribuirse al absolutamente inhumano desastre chavista?
Así como el actual régimen tiene décadas destruyendo las instituciones venezolanas, ha mostrado especial ahínco en destrozar la industria petrolera, y CITGO no podía ser la excepción, al ser enclave fundamental de institucionalidad inteligente. Y además, está en territorio del viejo enemigo de la izquierda nacional y mundial: los Estados Unidos.
La compra de CITGO fue una decisión inteligente; hoy sigue siendo un activo fundamental. Como destaca en su nota Juan Fernández: «A la par a los efectos de la reorganización y reestructuración de PDVSA, CITGO representa un valor agregado importante para con celeridad incentivar los cambios así como la participación privada en el sector de los hidrocarburos».
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En palabras de José Toro Hardy: «El pecado original es de Chávez cuando, parado en una esquina, gritaba: “¡Exprópiese!”. Allí sembró la ruina de Venezuela».
Chávez no sólo no negó, sino que buscó justificar sus acciones contra la institucionalidad venezolana, especialmente la petrolera, al admitir que buscó el enfrentamiento: «Las crisis son necesarias, a veces hay que generarlas (…). Lo de PDVSA era necesario. Cuando yo agarré el pito aquel en un Aló, Presidente y empecé a botar gente, yo estaba provocando la crisis».
Sigamos con Toro Hardy: «CITGO llegó a ser una empresa gigantesca que llegó a tener 8 refinerías, 36 terminales, participación en oleoductos que atravesaban de sur a norte los Estados Unidos y 15.750 estaciones de servicio abanderadas con la marca CITGO. Los 36 terminales a lo mejor valen más que la propia refinería. Habíamos logrado algo increíble: una integración vertical perfecta. Éramos capaces de llevar el petróleo del subsuelo venezolano hasta el tanque de gasolina del 10% de los consumidores norteamericanos, que era la cuota de mercado de CITGO en EEUU, pasando todo el tiempo por instalaciones venezolanas, yacimientos, pozos, refinerías y oleoductos venezolanos, terminales y puertos nuestros aquí o allá, además de tanqueros y super tanqueros venezolanos en ese impresionante proceso de integración vertical».
Hoy en grave peligro de perderse, hay que hacer todo lo posible por salvar a CITGO. Como destaca Humberto Calderón Berti en una nota publicada en este número de Encuentro Humanista: «Los responsables de PDVSA Ad-Hoc, y de CITGO han diligenciado una serie de iniciativas de tipo legal con el objeto de proteger los activos. Aun así, es necesario buscar una salida a tan espinoso asunto. Lo deseable y recomendable es buscar una salida negociada y evitar así, la vía judicial. No es algo sencillo. Reconocemos los esfuerzos que hacen en PDVSA AD-Hoc y en CITGO, pero además de ello sería saludable integrar un equipo de expertos negociadores nacionales y extranjeros, que puedan darnos un apoyo importante en la búsqueda de una solución a tan espinoso problema».-
Encuentrohumanista.org