He estado pensando en gritar en el desierto
Padre Alberto Reyes Pías, sacerdote cubano:
Sesenta y cuatro años es mucho tiempo. Mucho tiempo viendo cómo la vida en el sitio donde has nacido y crecido se hace cada vez más precaria y difícil; cómo la tierra se hace más improductiva, la esperanza más escasa, y más apremiantes las ansias de escapar. Es mucho tiempo gastando la existencia en un presente de sobrevivencia, sin horizontes, sin sueños, sin futuro.
Sesenta y cuatro años es tiempo más que suficiente para darse cuenta de que el proyecto llamado “Revolución cubana” no funcionó, porque no trajo progreso, ni logró su ideal del “hombre nuevo”, ni solucionó los problemas que prometió solucionar, ni conquistó, a la larga, el corazón del pueblo.
Sesenta y cuatro años es tiempo más que suficiente para constatar que, en realidad, el poder sobre este pueblo se ha mantenido a través del miedo, de la desconfianza de unos contra otros, de los discursos de odio, de la exclusión sistemática del que alzaba una voz diferente, de la represión que no conoce límites y que es capaz de traspasar las fronteras de lo humano.
Tiempo suficiente para preguntarse una y otra vez: ¿a dónde vamos?, ¿qué futuro, qué esperanza, qué incentivo para vivir aquí podemos esperar?
Pero yo también tengo otra pregunta, una pregunta que haría a los que dirigen con su poder los rumbos de esta nación, pero no sólo a ellos sino a todos los que, de un modo u otro, están involucrados en los mecanismos que mantienen las estructuras de poder en esta tierra.
Yo pregunto, aunque mi pregunta sea un grito que se pierde en el desierto: ¿es que no ves?, ¿es que no sufres?, ¿es que no tienes familiares, amigos, vecinos, conocidos… que te dicen una y otra vez “no puedo más” o “hasta cuándo va a ser esto”?
¿Es que no ves cuánto se dificulta lo básico? ¿Es que no ves que cualquier área de la vida ciudadana entra en la categoría de “problema”: la comida, las medicinas, el transporte, el estudio, la vivienda, el costo de la vida, la atención a los ancianos…?
¿Es que no ves la falta de esperanza, la desilusión de los jóvenes, el hastío de la gente?
¿Es que no ves cómo la precariedad ha ido desarticulando esa “célula básica de la sociedad” llamada familia, fracturada continuamente por la emigración, por las “misiones internacionalistas”, por las guerras que hemos librado y que al parecer seguiremos librando en geografías totalmente ajenas?
¿Es que no vez que no se le puede hablar a un pueblo de “resistencia creativa” sin ofrecerle medios para crear, libertad para ejercer su creatividad y la posibilidad de un fruto tangible que dé sentido a esa resistencia?
En serio, ¿es que no ves…?
Porque si no lo ves, es tiempo de que te despiertes y mires la realidad que tienes delante.
Y si lo ves, pero crees que estamos así por culpas ajenas a nosotros mismos, es hora de que te decidas a enfrentar la verdad.
Y si lo ves y no te cuestionas, y no haces nada, o ni siquiera empiezas a preguntarte qué podrías hacer para generar un cambio real, entonces no sólo has elegido la condición de esclavo, sino que has decidido construir tu vida sobre el sufrimiento doliente de tu propio pueblo.-