Alfredo Infante, S.J.:
¿Serán posibles las primarias de la oposición para elegir el candidato a medirse en las próximas elecciones presidenciales? Queremos creer que sí, aunque a estas alturas aún no sabemos si se ha acordado la participación o no del CNE en las mismas, dato clave que definirá la claridad y calidad del proceso. También fuimos sorprendidos por la introducción en el TSJ de un recurso de amparo [1] constitucional contra “el proceso oscuro y viciado de primarias”, por parte del excandidato presidencial Luis Ratti, quien solicitó al máximo tribunal que nombre una nueva comisión organizadora del proceso, por considerar que ha actuado con «marcada parcialidad» y está limitando la posibilidad de participación de candidatos distintos a los de la Plataforma Unitaria.
Ahora bien, es importante subrayar la ingente tarea de la Comisión Nacional de Primaria, conformada por personas de la sociedad civil y liderada por el doctor Jesús María Casal, que sin muchos recursos disponibles, por amor al país y con el propósito de buscar una vía democrática al conflicto político, está poniendo cabeza, corazón y entrañas para hacer posible un proceso transparente y de calidad.
De darse las primarias, ¿será posible un porcentaje significativo de movilizacion?Sabemos que la comisión está haciendo todos sus esfuerzos para garantizar credibilidad; también que los candidatos están recorriendo el país trabajando muy duro. Sin embargo, aunque exista más de un 80 por ciento de desaprobación al Gobierno, el rechazo al liderazgo opositor está al mismo nivel, lo que significa que el modo de hacer política desde la oposición y las estrategias de desgaste, fragmentación y desconfianza que ha sabido implementar la coalición dominante desde el poder, nos ponen delante de un escenario de participación poco alentador. No obstante, este escenario podrá ser superado si se logra un acuerdo en torno a una estrategia común creíble que capitalice la confianza y revierta la desafección por la política y el descrédito del voto que tanto daño está haciendo.
Esta desafección por la política está enmarcada en un contexto de desconfianza mayor que, paradójicamente, convive con un gran deseo de participación y de transformación. Recordemos que, en marzo de 2023, la Escuela de Psicología de la UCAB presentó los resultados de la encuesta PsicoData [2], que hace una aproximación a la situación psicoemocional del venezolano. El estudio reveló que 81 % de la población siente desconfianza hacia el otro pero, paradójicamente, al mismo tiempo 59 % (es decir, seis de cada 10 ciudadanos) dijo tener ganas de participar en actividades sociales o políticas, disposición que en los sectores populares aumenta a un 77 % y que en ciudades como Maracaibo, estado Zulia, aumenta y se focaliza, a diferencia del resto del país, en la población juvenil.
En este contexto, ¿qué hacer para que tanto esfuerzo desde la Comisión Nacional de Primaria no sea en vano y logre el cometido de recuperar la confianza y movilizar?
Lo primero es que, desde la sociedad civil, debemos asumir un mayor protagonismo y desarrollar una estrategia para despartidizar el derecho al voto, lo que implica diseñar un mensaje contundente que resalte la otra cara del sufragio, es decir, que es un derecho de expresión política de los ciudadanos. Porque, mientras el universo semántico del voto esté más vinculado a los partidos políticos que a la ciudadanía, el desprestigio de estas organizaciones arrastrará consigo la credibilidad del voto.
En la historia política de Venezuela, el rentismo petrolero agigantó el poder de los partidos y debilitó a la sociedad civil; pero en la Venezuela post petrolera que está emergiendo, los ciudadanos organizados deben recuperar su estatura y convertirse en una fuerza que obligue a los partidos a recuperar su misión política en la sociedad. Por ello, una prioridad ineludible es la recuperación del voto como institución democrática. En la medida que las reglas de juego las ponga la ciudadanía -y no los partidos- los líderes políticos y la política como profesión recobrarán su credibilidad y sentido.
El voto como institución tiene dos dimensiones: por un lado, es un mecanismo institucional que sirve a los partidos políticos para acceder democráticamente al poder; por el otro, es una vía efectiva que hace posible el derecho de la ciudadanía a expresarse políticamente. Lamentablemente en el imaginario cultural venezolano, dado el poder que los partidos han tenido en el petroestado, el voto ha estado más vinculado a los partidos y menos al ejercicio de ciudadanía. Recuperar esta dimensión es clave de cara a la transformación y reinstitucionalidad del país.
Para este propósito, la sociedad civil debe superar el discurso de «víctima del partidismo» y apropiarse del voto como derecho de expresión política ciudadana y, así, movilizarse y convertirse en sujeto de transformación.