Lecturas recomendadas

¿Qué y para qué somos los laicos?

 

Bernardo Moncada Cárdenas:
«Nuevas situaciones, tanto eclesiales como sociales, económicas, políticas y culturales, reclaman hoy, con fuerza muy particular, la acción de los fieles laicos. Si el no comprometerse ha sido siempre algo inaceptable, el tiempo presente lo hace aún más culpable. A nadie le es lícito permanecer ocioso.» Exhortación post sinodal Christifidelis Laici, 1988
Nuevamente me atrevo a aprovechar el tema que ha cobrado actualidad, volviéndose “tendencia” en la Iglesia Católica, tras la convocatoria del Papa Francisco: sinodalidad, caminar juntos.
En escrito publicado anteriormente destacaba que lo opuesto a la Sinodalidad es el clericalismo, no solamente ejercido por buen número de sacerdotes, sino por feligreses que adoptan con pasividad, no exenta de comodidad, una sumisión total ante el clero, deponiendo toda responsabilidad.
Pero el clericalismo no es una aberración restringida al ámbito eclesiástico, sino que actúa en el ámbito político cuando el ciudadano transfiere la totalidad de sus responsabilidades cívicas a los gobernantes.
Clericalismo es también correlativo al laicismo. Pero, ¿qué es el laicismo, y qué es un laico?
El laicismo es la doctrina o corriente ideológica que promueve total oposición del Estado a cualquier instancia religiosa. Implica excluir el factor religioso del ámbito público, relegándolo a la esfera privada de la conciencia individual. En un sistema laicista, los valores y normas religiosos son irrelevantes – si no impedidas – para la comunidad política; se prohíben determinadas manifestaciones del derecho de libertad religiosa, como el derecho a recibir enseñanza o asistencia religiosa; así como símbolos religiosos en el espacio público. Puede llegar a excluirse del debate público cualquier propuesta ética que tenga su origen en una doctrina religiosa.
Y un laico, según el Código de Derecho Canónico, sencillamente es un cristiano, un bautizado que no es miembro del clero; fiel que no es clérigo y no vive vida consagrada, pero participa plenamente del estatuto jurídico fundamental de los miembros de la Iglesia y es corresponsable de la misión de ella. Laico no es, entonces, lo opuesto a cristiano, ni mucho menos el laicismo es propio de los laicos. El pueblo laico aspira a vivir en libertad y armonía en la esfera civil de la vida, ayudando a los demás. El laicismo obstaculiza esa expectativa.
En estas palabras se resume el modo en que los laicos católicos deben vivir la enseñanza del Señor en el mundo: «Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios» (Mt 22,21). La relación entre la Iglesia y el Estado comporta distinción sin separación, unión sin confusión. Esa relación será correcta y fructuosa si sigue tres principios fundamentales:
Aceptar la posibilidad de un ámbito ético que precede e informa la esfera política;
Distinguir la misión de la religión y del gobierno civil;
Favorecer la colaboración entre estos dos ámbitos.
La correcta relación entre el ámbito civil y el religioso, para el bien común sin distinción de credos ni opiniones.
En una época marcada por clericalismos y laicismos, dividiendo a la vez Iglesia y colectividad, Francisco se alza con voz de sensatez apremiante para recuperar el camino común hacia la paz y el bien, en en una sociedad que se divide deslizándose hacia al abismo. Para ello necesitamos, ha dicho, «los instrumentos y las estructuras que favorezcan el diálogo y la interacción en el Pueblo de Dios, sobre todo entre los sacerdotes y los laicos» y, para hacer posible esto, se hace necesario transformar, insiste, «ciertas visiones verticalistas, distorsionadas y parciales de la Iglesia, del ministerio presbiteral, del papel de los laicos, de las responsabilidades eclesiales, de los roles de gobierno». Una posición llena de coraje, frente a estructuras mentales profundamente arraigadas que afectan, deformándolo, el Cuerpo Místico de Cristo.
Es un deber primordial del pueblo laico ser presencia unida para afrontar consciente y decididamente situaciones que, ya en 1988, señalaba la Christifideles Laici: situaciones que todavía reclaman hoy, con fuerza muy particular, la acción de los fieles laicos.
Trabajar en el mundo por la salvación y el bien común, hacer realidad fuera de templos y salones parroquiales lo que pedimos a Dios dentro de ellos. Tal es la misión del laico. Sin delegar en clericalismos. Bien lo dijo la CL (Christifidelis Laici): Si el no comprometerse ha sido siempre algo inaceptable, el tiempo presente lo hace aún más culpable. A nadie le es lícito permanecer ocioso.-

Publicaciones relacionadas

Botón volver arriba