Dagoberto Valdés Hernández:
Al cumplirse hoy, 19 de julio de 2023, el segundo aniversario de su partida a la Casa del Padre, quiero destacar algunos de los perdurable legados del gran pastor pinareño.
El primer aspecto del legado de Mons. José Siro González Bacallao (1930-2021), obispo emérito de Pinar del Río, es su sencillez y cercanía a su pueblo y fieles todos: sacerdotes, religiosas y laicos. Escuchaba, reía, sufría con el dolor ajeno, apoyaba, consolaba y acicateaba. Su brújula evangélica era la cruz, con ella jamás perdió el rumbo ni la esperanza. Fue valiente, sin alarde y sin fisura. El Obispado era la casa del pueblo. Convirtió su planta baja en un hogar de servicios del alma y del cuerpo: Cáritas y el Centro de Formación Cívica y Religiosa con la revista Vitral, el Dispensario de medicamentos y la capilla, siempre abierta, donde celebraba diariamente la Misa.
Otro de sus legados es la capacidad para trabajar en equipo y promover a los laicos. Fue tejiendo una pastoral de conjunto que tanto ha anhelado la Iglesia cubana. Sin papeleo y sin burocracia. Jamás tomó una decisión sin consulta. Aún aquellas que eran más delicadas y arriesgadas.
Bendijo y animó los proyectos de su Consejo Pastoral Diocesano, que anualmente celebraba con preparación previa y gran escucha de la opinión de sacerdotes, religiosas y laicos. Su autoridad era colegiada y delicada. La diócesis funcionaba unida en la diversidad. Respetó a los laicos y a cada una de sus vocaciones. Nos encargó misiones arriesgadas sin paternalismo y sin zafar el cuerpo, en comunión y solidario apoyo. Promovió al laicado y confió en el amor de los seglares a su Iglesia.
El tercer legado que quiero destacar dentro de muchos, es su valiente y creativo amor a Cuba, a su libertad, a su progreso, a la promoción de valores y virtudes morales y cívicas. Ante la autoridad civil, Mons. Siro siempre tuvo serenidad, firmeza y mucho respeto, con transparencia campechana, sin complicidades ni radicalismos.
Admiro su equilibrio entre valentía y moderación, entre fortaleza de espíritu y misericordia, entre fidelidad inquebrantable a Cuba y a su Iglesia. El secreto de todas estas virtudes fue su espiritualidad de entrañable amor a Cristo, a la Virgen, a Cuba y al Padre Félix Varela.
Obras eficaces de este amor fueron: la Comisión Católica para la Cultura, el Centro de Formación Cívica y Religiosa, la Revista Vitral, Cáritas, la Hermandad de Ayuda al Preso y sus Familiares, la Pastoral Juvenil con su proyecto de Audacia Apostólica, la Comisión Justicia y Paz, el Movimiento Católico de Animación Social, los Cursos de Verano para Catequistas, la Pastoral de la Salud, los Consejos Pastorales Diocesanos, entre muchas otras obras fundadas durante su ministerio.
Vivió, hasta el final, en fidelidad a Cristo el Buen Pastor. Se distinguió como un pastor que da la vida por sus ovejas, las del redil y las del monte, y no como un pastor que intenta conciliar con el lobo la vida de sus ovejas. Su causa de beatificación debería ser introducida. Todo lo que animó y defendió lo hizo por amor a Cristo, a Cuba y a su Iglesia.
MONS. JOSÉ SIRO, RUEGA POR CUBA Y POR SU IGLESIA.
(Este artículo fue publicado en la hoja dominical Vida Cristiana el 27 febrero de 2022)