Trabajos especiales

La relevancia de estudiar nuevamente la identidad nacional

Si le preguntamos a un ciudadano de a pie qué considera que significa ser venezolano, probablemente tenga una respuesta propia de lo que cree que define a una colectividad

Melanie Pocaterra:

Definir la venezolanidad parece un ejercicio sencillo, pero en realidad es un camino lleno de ambigüedades y contradicciones donde tener un consenso es una tarea ardua, pero una en la que quisiéramos contribuir a través de las siguientes líneas para argumentar, desde nuestra mirada, por qué creemos importante retomar el estudio de la identidad nacional

Melanie Pocaterra - Coordinadora de investigación - FC Gumilla | LinkedIn

Melanie Pocaterra, Psicóloga Social MsC. FC Gumilla

Si le preguntamos a un ciudadano de a pie qué considera que significa ser venezolano, probablemente tenga una respuesta propia de lo que cree que define a una colectividad. Es muy posible que calificativos como alegre, bochinchero y, quizás, hasta desconfiado sean algunos de los atributos que se utilicen para describirse.

A través de diferentes disciplinas y enfoques se ha buscado dar respuesta a lo que significa ser venezolano y a partir de allí surgen múltiples interrogantes tales como: ¿Qué es lo que nos define como gentilicio? ¿Cuáles son los rasgos o características que definen la venezolanidad? ¿Existe algo en común en aquello que nos identifica? ¿Con el paso de los años ha cambiado lo que entendíamos por venezolanidad? ¿Cómo han afectado diferentes eventos la manera de entendernos como venezolanos? ¿Cuáles son los retos metodológicos a la hora de abordar el tema? Planteamientos que nos desafían a reflexionar sobre esta materia.

Lo que conocemos desde la academia

Al hablar sobre venezolanidad, resulta imperativo traer al texto algunos autores tales como José Miguel Salazar, Maritza Montero y María Auxiliadora Banchs –por mencionar algunos–, quienes en décadas pasadas hicieron esfuerzos para la comprensión teórica del tema. En un intento por resumir, encontramos que en algún punto se acordaron grandes rasgos que describían el ser venezolano como: simpáticos, afectuosos, generosos, amables, así como también irresponsables, flojos, desorganizados, agresivos, entre otros1. Sin embargo, pasado el tiempo, el cuestionamiento es si eso que definía al venezolano en aquellos años sigue vigente o necesita una revisión.

Un punto de partida podría ser desde una definición de identidad nacional que nos brinda elementos importantes para esta discusión. Montero la define como:

Un conjunto de significaciones y representaciones relativamente estables a través del tiempo que permite a los miembros de un grupo social que comparte una historia y un territorio común, así como otros componentes culturales, reconocerse como relacionados los unos con los otros biográficamente2.

En este sentido, la conceptualización de la autora nos hace reflexionar sobre aspectos que perduran en el tiempo y a su vez la naturaleza propia de las significaciones que invitan a entender el dinamismo de la realidad social como un proceso de construcción constante que es interpelada por el acontecer social, y que además implica reconocerse en relación con los otros.

Al hablar de la vida social del país, son muchos los ejemplos que se pueden citar de las últimas décadas, que han formado parte del acontecer de los venezolanos. Ahora bien, nuestro devenir como país ha tenido momentos relevantes en la historia reciente, que invitan a entender posibles nuevos factores claves en la definición de nuestra identidad.

Lo que nos hace pensar que algo ha cambiado

Tanto los componentes culturales como el vínculo relacional forman parte relevante a la hora de entender la identidad. No puede negarse el cambio que ha ocurrido en nuestra sociedad en la manera de vincularnos los unos con los otros. En años recientes, nos comenzamos a relacionar más como “nosotros y ellos”. Desde dos bandos que en momentos de crisis parecían irreconciliables, esa división permeó ambientes donde el concepto de nosotros como un todo parecía no existir. Sin duda, la polarización marcó un hito en la manera como nos entendemos y nos definimos.

Entre otros elementos que se suelen relacionar con la identidad de un país, se encuentran los símbolos que representan a sus ciudadanos como nación. Esto también cambió para los venezolanos. Así, la bandera y el escudo nacional, el nombre del Estado y hasta la representación de la imagen del Libertador, ahora tienen nuevas formas. Asimismo, hubo cambios en la narrativa de nuestra propia historia que hoy se enseña de otra manera, diferentes enfoques que, sin duda, brindan otros componentes a nuestra historia común.

En estas décadas, los cambios no han sido únicamente desde el discurso dado por las esferas de poder, también podemos mencionar aspectos relevantes que han afectado las dinámicas de vida de nuestro país. Los eventos críticos como la pandemia, momentos de escasez extrema, crisis económica, apagones, problemas en los servicios públicos y diferentes eventos políticos tampoco pueden ser ignorados, ya que estos han tenido repercusiones directas en la manera como se vive y entiende la realidad de ser venezolano, tanto para nosotros como para los otros: la comunidad internacional.

Ese “otro”, entendido como los que no son venezolanos, pasó a tener un nuevo rol en la vida cotidiana de muchos, porque las personas tuvieron que aprender a vivir con el fenómeno de la migración, bien desde el dolor de las despedidas o como protagonistas que salieron a buscar alternativas fuera del país. Esto tuvo un impacto directo en la vida familiar, donde las ausencias fueron el factor común de estas dinámicas.

El fenómeno de la migración es complejo, pero cabe traerlo a la discusión porque sin duda obliga a entendernos como gentilicio, como un grupo, como “los venezolanos”. Desde la migración, posiblemente corresponde preguntarnos no solo cómo nos leemos fuera del país, sino también cómo nos entienden los otros, y eso pareciera ser parte de lo que significa ser venezolanos en la actualidad, porque, al parecer, migrar se ha convertido en un signo de nuestra identidad3. Salir de las fronteras nos ha hecho confrontarnos con la mirada externa, con la definición dada por el otro que obliga a negociar quiénes somos y vivir un proceso de adaptación a un nuevo entorno4.

En este sentido podemos entender que han ocurrido quiebres importantes que nos incitan a pensar si en realidad seguimos siendo ese “venezolano” que describíamos hace décadas atrás. La historia reciente sugiere que mucho ha pasado, por lo que no es que no sean vigentes los planteamientos, sino que más bien sería un buen momento para estudiar y contrastar lo que sabemos de nuestra identidad.

Una realidad que invita a (re) pensar

Pareciera que la realidad nos está invitando a plantear la necesidad de estudiar la venezolanidad actual. Algo así como un acto de autoconocimiento que abre el camino para ampliar la comprensión sobre quiénes somos actualmente, hacia dónde vamos y cuáles son esos elementos que nos identifican como grupo, tanto dentro como fuera de las fronteras.

La invitación a estudiar la identidad nacional y lo que entendemos por ser venezolanos, parte del análisis que hemos planteado sobre los diferentes procesos por los que hemos pasado como país. No se pueden negar los cambios a nivel mundial (globalización, nuevas realidades tecnológicas y alcances comunicacionales) que se han dado en las últimas décadas. El mundo ha estado marcado por grandes cambios que han hecho que se entiendan de manera diferente muchas realidades.

Asimismo, no pueden negarse los cambios a nivel país. Han sido décadas de nuevos planteamientos, discursos y realidades en los que parecen existir elementos que nos hacen cuestionarnos si aquello que nos definía puede estar en negociación de una nueva realidad. Tal vez podríamos plantear una identidad no solo desde características comunes objetivas que la hacen estable, ni únicamente desde autodescripciones subjetivas, sino también desde identificaciones intersubjetivas5 que permitan aproximarnos a un fenómeno tan complejo.

Si se parte de esta idea, la identidad nacional no solo se comprende como un conjunto de características que definen a los ciudadanos, sino desde una construcción mediada por diferentes esferas, actores y acontecimientos. Así, también sería necesario entender la venezolanidad desde lo relacional, en el sentido de que se construye no desde lo individual, sino en relación con los otros y con lo que sucede en el actuar social6.

Ahora bien, posiblemente lo que consideramos seguro, esa definición de nosotros mismos, merezca un espacio de reflexión. Lo que hemos vivido como ciudadanos, las desilusiones que nos han llevado a no confiar en los otros, el dolor que ha acompañado nuestras pérdidas, así como la resiliencia con la que hemos enfrentado la crisis, podría habernos transformado.

Entender cómo somos y qué es eso a lo que llamamos venezolanidad nos permite trabajar desde la esencia que nos define como colectivo, con todo eso que hace que olvidemos algunas cosas que no nos gustan y resaltemos solo aquellos rasgos que sí queremos reconocer, pero que al final van más allá de un discurso hegemónico y marcado por una narrativa de poder, sino que es aquel que surge de quién lo es y se identifica en lo común de entendernos como parte de la misma nación.

Y entonces podemos preguntar: ¿Qué es ser venezolano? Si partimos de que, desde el Gumilla, nuestro interés parte de trabajar desde y para las personas, que sean ellos el motor y la razón de lo que hacemos, cabría aceptar la invitación a investigar sobre cuáles son los rasgos que conforman la venezolanidad en la actualidad, y así permitir buscar discusiones más amplias sobre el tema desde diferentes visiones. Quiénes somos ahora, cómo nos ven los otros y cómo nos significamos permite comprender a las personas por las que trabajamos día a día y que, de esta forma, podamos hablarnos, reconocernos, fortalecernos y reencontrarnos en aquello que nos mueve y nos hace ser iguales: ser venezolanos.-

Notas:

1. ACOSTA, Y. (2015): “Bases psicosociales de la identidad nacional ¿Quiénes somos 35 años despues?” En: Politeia, 54. Pp. 65-91.

2. MONTERO, Maritza (1991): Ideología, alienación e identidad nacional. Caracas: Ediciones de la Biblioteca, Universidad Central de Venezuela. P.p 76-77.

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