Rafael María de Balbín:
La Revelación de Dios al hombre pide una respuesta libre y personal. “¿Cómo responde el hombre a Dios que se revela? El hombre, sostenido por la gracia divina, responde a la Revelación de Dios con la obediencia de la fe, que consiste en fiarse plenamente de Dios y acoger su Verdad, en cuanto garantizada por Él, que es la Verdad misma”. (Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica, n. 25).
La fe implica una auténtica obediencia. No es un orgulloso conocimiento humano, sino una humilde aceptación de una verdad que nos supera. “Son muchos los modelos de obediencia en la fe en la Sagrada Escritura, pero destacan dos particularmente: Abraham, que, sometido a prueba, «tuvo fe en Dios» (Rm 4, 3) y siempre obedeció a su llamada; por esto se convirtió en «padre de todos los creyentes» (Rm 4, 11.18). Y la Virgen María, quien ha realizado del modo más perfecto, durante toda su vida, la obediencia en la fe: «Fiat mihi secundum Verbum tuum – hágase en mi según tu palabra» (Lc 1, 38)”. (Idem, n. 26).
La fe informa toda la vida del creyente, dándole una visión del mundo y de la vida plena de luminosidad. “En la práctica ¿qué significa para el hombre creer en Dios? Creer en Dios significa para el hombre adherirse a Dios mismo, confiando plenamente en Él y dando pleno asentimiento a todas las verdades por Él reveladas, porque Dios es la Verdad. Significa creer en un solo Dios en tres personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo”. (Idem, n. 27).
La fe es un gran don o regalo de Dios al hombre. Y requiere nuestra cooperación inteligente y libre. “La fe, don gratuito de Dios, accesible a cuantos la piden humildemente, es la virtud sobrenatural necesaria para salvarse. El acto de fe es un acto humano, es decir un acto de la inteligencia del hombre, el cual, bajo el impulso de la voluntad movida por Dios, asiente libremente a la verdad divina. Además, la fe es cierta porque se fundamenta sobre la Palabra de Dios; «actúa por medio de la caridad» (Ga 5,6); y está en continuo crecimiento, gracias, particularmente, a la escucha de la Palabra de Dios y a la oración. Ella nos hace pregustar desde ahora el gozo del cielo” (Idem, n. 28).
Un viejo prejuicio ha llevado a algunos a afirmar que hay una oposición entre lo que enseña la fe y lo que afirman las ciencias humanas. Pero esa incompatibilidad no tiene fundamento. “Aunque la fe supera a la razón, no puede nunca haber contradicción entre la fe y la ciencia, ya que ambas tienen su origen en Dios. Es Dios mismo quien da al hombre tanto la luz de la razón como la fe” (Idem, n. 29).
«Cree para comprender y comprende para creer» (SAN AGUSTÍN).-
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