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He estado pensando, desde las sombras de la impotencia

Estoy molesto, y conozco los riesgos de expresarse cuando el corazón hierve, pero...

Padre Alberto Reyes desde Esmeralda, Camagüey:

Estoy molesto, y conozco los riesgos de expresarse cuando el corazón hierve, pero voy a decir lo que siento, y lo que pienso, aunque estoy molesto.
Hemos comenzado la novena a la Virgen de la Caridad, la Patrona, la Madre de este pueblo, celebración que usualmente terminamos con una misa solemne y, después, con una procesión, un caminar del pueblo que acompaña con sus oraciones la imagen de la Virgen.
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Mi idea, y la del consejo parroquial, y la de la comunidad cristiana de Esmeralda era celebrar la misa en la noche, y luego, salir en procesión. Pero no podrá ser así, porque la decisión inapelable del único Partido que existe en este país ha dicho que no, que no puede ser en la noche, que tiene que ser a las 6.00 de la tarde. Y no hay explicación, no hay apelación posible. El Partido ha hablado, el Partido ha decidido, y su decisión no admite réplica: o se acepta o no hay procesión, aunque sea a una hora en la que el sol y el calor son agobiantes.
Luego vienen las molestias gubernamentales cuando decimos en público que en Cuba no se respeta la libertad religiosa, luego las autoridades se quejan ante el obispo cuando decimos en alto que esto se llama dictadura, que somos un pueblo maniatado y amordazado. Luego se alarman los órganos represivos cuando aquí y allá la gente explota y grita “Patria y Vida”, y “Libertad”, y “Cambio de sistema”. Si como Iglesia no podemos decidir ni siquiera la hora de una procesión, ¿qué puede esperar este pueblo?
Y mientras las autoridades de este país monitorean al milímetro las actividades que pueden resultarles sospechosas, y preparan el despliegue de los agentes que “cuidarán” meticulosamente cada paso de cada procesión, crece el hambre, faltan los medicamentos, se reduce el combustible, se hunde la vida de la gente… pero eso no es importante, lo importante es responder a los que se han aferrado al poder y parecen decididos a no soltarlo aunque este pueblo se caiga a pedazos.
Pero haremos la procesión, a las 6.00 de la tarde, bajo el sol, aplastados por el calor, pegadas las ropas por el sudor. Caminaremos como pueblo creyente junto a la imagen de la Virgen, como los hijos de Israel en el desierto, rezando para que llegue un día la tierra prometida. Y rezaremos por las necesidades de los hijos de este pueblo, pidiendo a Dios la fuerza para nuestras luchas, la prosperidad necesaria, y la libertad que no llega.
Y rezaremos por los que nos gobiernan, por los que han entendido el poder como dominio y no como servicio, como control de amos y no como colaboración entre hermanos.
Rezaremos por ellos y por todos aquellos que les permiten mantener estiradas las sogas, aunque padecen las mismas penurias, y viven los mismos miedos. Rezaremos por ellos para recordarles lo que ya saben: que cuando todo esto termine (y es cierto que terminará), esta Iglesia a la que hoy persiguen será tal vez la única que los proteja de la violencia y de la venganza, la única que los trate como seres humanos que son, la única que los mire con misericordia.

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