Pierre: Hay polarización cuando se centra en las ideas y no en las personas
El nuncio en Estados Unidos, que será creado cardenal en el próximo consistorio, habla con los medios vaticanos y se refiere al próximo Sínodo: debemos caminar juntos para encontrar soluciones para evangelizar el mundo cambiante
Nacido en 1946 en Rennes (Francia), pasó su infancia en África, estudió en Roma y entró en el cuerpo diplomático de la Santa Sede en 1977. Ha servido en nueve países, fue nuncio apostólico en Haití, Uganda, México y representa al Papa en los Estados Unidos de América desde 2016. Ahora, en vísperas de su creación como cardenal en el consistorio del 30 de septiembre, los medios vaticanos entrevistaron al arzobispo Christophe Pierre.
¿Cómo acogió el nombramiento como cardenal anunciado por el Papa el pasado mes de julio? ¿Continuará como nuncio en Estados Unidos?
Por supuesto que fue una gran sorpresa, ¡nadie espera convertirse en cardenal! Lo recibí con sorpresa porque es un acto de gran confianza que me hace el Santo Padre. Inmediatamente lo vi como una continuación del trabajo que siempre he hecho como representante del Papa y particularmente en los últimos países donde he sido nuncio apostólico, prácticamente durante 27 años. El nuncio es una persona que representa al Santo Padre, no es sólo una representación formal, debe entrar en el diálogo que existe entre la Santa Sede y la Iglesia local y el objetivo es realmente ayudar a las personas que viven en un país a comprender mejor al Santo Padre y luego poder vivir en un clima de diálogo por el bien de la Iglesia. Esto lo he experimentado siempre. Ahora, como cardenal, no sé cómo lo haré, pero el Santo Padre me dice que continuaré como nuncio apostólico.
Así que continuará, después de todo no es el único Cardenal Nuncio Apostólico porque también tenemos al Cardenal Zenari en Siria…
Ahora podríamos hacer un club de cardenales nuncios, ¡somos tres! (junto con monseñor Emil Paul Tscherrig, nuncio apostólico en Italia, que será creado cardenal el 30 de septiembre, ndr).
El Papa se refirió recientemente al riesgo de polarización de la Iglesia en Estados Unidos. ¿Cómo puede evitarse? ¿Se trata de un fenómeno más generalizado que afecta a la sociedad estadounidense en su conjunto?
Yo diría que no sólo afecta a Estados Unidos. La polarización existe hoy en todo el mundo, y la vemos especialmente en la política. Me llama la atención la dificultad que tienen a veces los políticos para hablar entre ellos con el fin de resolver problemas concretos. La polarización viene del hecho de que uno se olvida fácilmente de la concreción de la realidad que gira siempre en torno a las personas. Cuando uno se cierra o se olvida de las personas, de las situaciones concretas, y va hacia las ideas, se polariza, porque entramos en lo que en Estados Unidos llamamos una cierta «guerra cultural». La guerra cultural existe en la sociedad. Tomemos un problema concreto, el de la inmigración, un gran problema en nuestra sociedad y no sólo en Estados Unidos. Es un problema concreto del que no hay otra salida que resolverlo. Pero la sociedad se muestra -sobre todo en Estados Unidos- incapaz de resolverlo y se polariza en torno a soluciones que nunca se ponen en práctica. La Iglesia americana ha hecho un trabajo extraordinario en los últimos 50 años en la defensa de los valores reales: el valor de la vida y la lucha contra el aborto, la defensa de los más pobres… La Iglesia americana es extraordinaria en la defensa de los más pobres. El riesgo, dice el Santo Padre, es centrarse sólo en el «valor» y perder de vista a la persona. Hay que defender siempre la vida de las personas concretas. Y esto lo hace la Iglesia. Por tanto, no se trata sólo de una batalla de ideas, sino de un compromiso que deben asumir todos los estamentos de la sociedad y la Iglesia en colaboración mutua. Por ejemplo, la lucha por la vida debe concretarse a todos los niveles. Hay un magnífico movimiento en Estados Unidos para acompañar a las madres. Esto es lo que nos pide el Papa. Para que no seamos sólo defensores de ideas, porque si sólo defiendo una idea, quien discrepa conmigo se convierte en mi enemigo. Y entonces el efecto es el contrario: al final hacemos una lucha cultural, pero nos olvidamos de la realidad.
Dentro de unos días se inaugurará el primero de los dos Sínodos sobre la sinodalidad. Un tema que a primera vista puede parecer «técnico» e interno a la Iglesia. ¿Cómo se percibe en Estados Unidos?
Algunos tienen miedo, mucha gente ha demonizado la idea de la sinodalidad, por falta de comprensión de lo que quiere el Santo Padre. Creo que el Papa lo ha lanzado porque ve que la sociedad ha cambiado. Recuerdo que en la conferencia de Aparecida, en 2007, surgió un tema muy importante, el cambio de época: es decir, en este mundo globalizado, un mundo nuevo, los problemas son nuevos. Entonces, la Iglesia entendió que teníamos que caminar juntos para encontrar soluciones para evangelizar un mundo nuevo. Caminar juntos, como Iglesia, a través del método del encuentro y del diálogo. Mucha gente tiene un poco de miedo al diálogo porque para dialogar hay que abrirse y ser un poco pobre y buscar soluciones juntos. El Sínodo lanzado por el Santo Padre es precisamente esto. Por desgracia, mucha gente no ha leído bien todas las intervenciones de Francisco, cuando por ejemplo dice: «Debemos estar juntos, dialogar, escucharnos. Escuchar, rezar juntos y pedir al Espíritu Santo que nos inspire’. Hay quienes piensan que se trata de rehacer una nueva Iglesia que no tiene nada que ver con la antigua y empiezan a decir: ‘¡Es un desastre!’. El reto hoy es superar ese miedo y empezar a caminar de nuevo… Debemos hacerlo con mucha modestia, escucharnos unos a otros, ver lo que ya hemos hecho para evangelizar el nuevo mundo, intercambiar ideas y luego sacar algunas conclusiones para la evangelización, no cambiar todas las estructuras o sacar conclusiones que quizá formen parte de la agenda de algunos grupos.
¿Qué espera el futuro cardenal Pierre del Sínodo sobre la Sinodalidad?
Espero precisamente eso. Lo veo en mi país -llevo siete años en Estados Unidos-, hay una necesidad en la Iglesia de un gran diálogo, de una gran escucha. Creo que la dirección que todos debemos tomar es organizar la escucha. Y permitir que todos, todos, tengan derecho a la palabra. Un derecho a la palabra que no significa imponer una teoría o una agenda, sino decir lo que siento, siempre en la línea de la evangelización. El Papa manifestó la urgencia en el mundo actual, que ha cambiado, de evangelizar, porque hay una cierta pérdida de valores y muchas personas han olvidado su vocación y misión, la de ser testigos de Jesús en la sociedad en la que viven. Es necesaria una nueva educación para la evangelización.
De nuevo en su reciente viaje a Mongolia, el Papa Francisco insistió en que la Iglesia no es una organización política, ni un negocio. ¿Cómo ayudará el Sínodo a comprender su verdadera naturaleza y misión?
El Sínodo debe estar orientado a las personas: es decir, debe interrogar a la persona, a las personas en todos los niveles de la Iglesia. Nadie -lo ha dicho a menudo el Papa- debe ser olvidado, todos deben ser tenidos en cuenta. Cada uno tiene un papel, una vocación, una misión. El diálogo es precisamente entre estas personas, el Papa tiene su papel y lo tendrá, pero los obispos, los laicos… es una empresa enorme, pero necesaria. En un mundo que parece aislarse, en el que las personas ya no se hablan y han olvidado quiénes son, su vocación y su misión dentro de un mundo nuevo.
Usted recibió al enviado del Papa, el cardenal Zuppi, en la nunciatura de Washington. ¿Cuál es el papel de la diplomacia de la Santa Sede en favor de la paz?
Acompañé al cardenal Matteo Zuppi en los tres días que pasó en Washington. Fue interesante para mí: una experiencia de diálogo entre este cardenal que representaba al Santo Padre con una misión específica… Creo que el primer paso necesario es entablar un diálogo en el que cada uno, en primer lugar, escuche al otro. Y sentí esta simpatía a todos los niveles. El cardenal se reunió con muchos parlamentarios. Y luego tuvo lugar la reunión con el Presidente Biden, que duró mucho tiempo y en la que también hubo un buen diálogo. Es un comienzo. Admiré mucho la actitud del cardenal porque llegó sin pretensiones, sólo con el deseo de dar a conocer la aspiración del Santo Padre: que la idea, el deseo de paz también esté presente en un mundo en el que sólo se habla de guerra. El Papa, al igual que la Iglesia, quiere estar presente para evocar la idea de paz, porque la paz tendrá que llegar en algún momento, de lo contrario nos dirigimos al desastre.
De momento no se ven soluciones, pero esperamos que se puedan encontrar…
Este es el método de la diplomacia papal, que no es encontrar soluciones porque esto corresponde a los políticos, a los actores implicados, pero nosotros también somos actores porque representamos a personas que sufren, que viven la realidad. Ya ha sido interesante ver que el Cardenal, a través de sus contactos tanto en Ucrania como en Rusia y ahora en Washington, ha identificado la necesidad de ayuda humanitaria especialmente para los niños desaparecidos de Ucrania.
Andrea Tornielli / Vatican News