He estado pensando en la intercesión de la Virgen de la Caridad
P. Alberto Reyes Pías, sacerdote cubano:
Llega el 8 de septiembre, día de fe, de certeza en la cercanía de aquella a la que llamamos Virgen y Madre. A ella acudimos como pueblo para pedirle perdón por haber dado la espalda a su Hijo, y para suplicarle su intercesión.
Pedirle que volvamos el rostro a Dios, ese Dios al que abandonamos para irnos detrás de los ídolos de una ideología que nos hizo creer que la fe era perjudicial, que lo mejor que podíamos hacer como nación era desterrar a Dios y sacarlo del corazón, pero también de las escuelas, de los centros de trabajo, de la vida pública en general. Una ideología que nos enseñó a avergonzarnos de Dios y de la fe, que mostró la religión como superstición, como atraso cultural e ignorancia, y que sin que nos diéramos cuenta hizo de Cuba una Babel, donde nadie escuchaba, donde nadie dialogaba, donde se impuso la voz del más fuerte.
Pedirle que renazcan los valores que denigramos y arrancamos, porque el único valor era la fidelidad a esa ideología, y al único partido que la promovía y representaba. Por esa “fidelidad”, todo fue sometido: la verdad, la solidaridad, la hermandad, incluso la familia. Lo importante era que toda actitud fuera una alabanza y un respaldo al único pensamiento permitido, hasta tal punto que, por esa “fidelidad”, le dimos la bienvenida al odio, a la violencia, a la mentira, al espionaje entre hermanos, a la delación… y llegamos incluso a disfrazar la envidia y la venganza de pasión y coherencia.
Pedirle que recuperemos el sentido de la verdad, que se perdió en medio de una sociedad que se convirtió en un gran teatro, donde aprendimos a mentirnos no sólo para sobrevivir sino para sobresalir y para escalar hacia los sitios donde se hacía imposible llegar a través del mérito real y la honestidad necesaria. Pedirle que nos ayude a quitarnos de encima tanta mentira oficial omnipresente, escrita, radiada, televisada… tanta falsedad institucionalizada, tanta farsa que solamente sirve para alimentar la parálisis social.
Pedirle a la Virgen que nos alcance lo que sólo puede darse cuando un pueblo abre su corazón a Dios, al Dios que hace que nos reconozcamos como hermanos, y que es capaz de transformar Babel en Pentecostés, es decir, en experiencia de diálogo y comprensión, de libertad y comunión, de preocupación. sincera por el otro, de voluntad real de bienestar para todos, de amor que disipa los miedos.
Ven, Madre María, ven Virgen de la Caridad, y extiende tu manto sobre esta tierra que huyó de Dios y construyó una pesadilla de infierno. Ven, y tráenos con tu intercesión la bondad, la libertad, la justicia y la verdad. Ven, y llévanos a tu Hijo para que podamos salir de este valle de huesos secos.-