COPEI y la candidatura en la Primaria: Extraños en un tren
En una situación normal César Pérez Vivas ha debido de ser una posible propuesta natural y unitaria democristiana al esfuerzo para escoger el candidato opositor frente a la tiranía.
Marcos Villasmil:
‘Las únicas mentiras por las cuales somos realmente castigados son aquellas que nos decimos a nosotros mismos.”
V. S. Naipaul
Casi desde el inicio del proceso de la elección primaria, por el cual -Dios mediante- la oposición escogerá al abanderado de la unidad democrática que enfrentará al candidato oficialista en las próximas elecciones presidenciales, me han preguntado algunos amigos si hay una opción candidatural socialcristiana que sea unitaria e institucional.
Mi respuesta es invariablemente la misma: el hecho de que el Gobierno, en conjunción con supuestos “dirigentes” copeyanos, en realidad alacranes de la peor especie, haya penetrado la estructura institucional socialcristiana, no quiere decir en primer lugar que no haya todavía, esparcidos por toda Venezuela, miles de compatriotas que se sienten cercanos al ideario democristiano, a su historia, a su legado. Ellos buscan liderazgos referentes, personalidades que expresen con sus palabras y hechos que el socialcristianismo sigue vivo, y sobre todo vigente.
Pero vamos por partes.
Lo cierto, de entrada, es que ya hace años llegó a un punto insostenible la querella entre diversos grupos antagónicos en lucha por el poder interno en COPEI. El aporte del TSJ en ese dislate ha sido fundamental. Un problema central y característico de dicha confrontación es que la misma no deriva de un debate al cual pudiera considerarse ideológico o doctrinario. Es una mera lucha entre ambiciosos de poder, seres mediocres y opacos que quieren el monopolio del mismo. Lo cual da a dichas confrontaciones un carácter fundamentalmente antidemocrático y suma-cero. Solo pueden ganar destruyendo y condenando al adversario interno.
Destacadas personalidades del mundo democristiano criollo trataron, en varias oportunidades, de mediar entre las partes, intentar que se sentaran a dialogar, motivar conciencias, no exacerbar odios o contar cañones. No ha sido posible.
Cuando uno oye a los contendientes, o lee sus escritos –que parecen partes de guerra- sus voces pecan de parcialidad, de sordera frente al otro, de desapego frente a lo que debería unir.
Es hora de ponerle rostro a esta tragedia: por una parte, está el COPEI alacrán, de un tal Juan Carlos Alvarado, y por otra, el COPEI originalmente reconocido por la ODCA (Organización Demócrata Cristiana de América), dirigido por el cada vez más inefable Roberto Henríquez. Ambos personajes dicen aspirar la presidencia de la república.
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Ambos conglomerados, buscando legitimidad de parte del adversario autoritario, se han deslegitimado ante el mundo de la militancia socialcristiana. Olvidan, asimismo, que la política no se hace a golpes de sentencias judiciales, en una suerte de outsourcing tenebroso (que otro decida lo que yo no puedo ni quiero decidir).
Peor aún: no se han dado cuenta que celebrar como justa una decisión del TSJ chavista era legitimar a quienes han fungido como principales verdugos de la verdad jurídica, de lo honesto, de lo ético, decidiendo siempre según los intereses del régimen.
La penosa conclusión, que debemos asumir todos los demócrata-cristianos, es que ninguno de los dos sectores ha estado o está en capacidad de aglutinar, mucho menos dirigir o representar, a la Democracia Cristiana en Venezuela.
Como consecuencia de todo ello, el partido muestra una aguda debilidad institucional, y una creciente pérdida de especificidad e incluso de identidad. De las ideas, que siempre fueron de una riqueza y de una visión que motivaba a la acción y al ejemplo democráticos, solo quedan -en manos de estos señores- cascarones manipulados, expresiones vacías de contenido sustantivo. Observamos a liderazgos que buscan esconderse bajo la cubierta de sus palabras, como si ellas los pudieran proteger de la realidad; como si citar profusamente a Caldera, Calvani o Pérez Olivares otorgase una constancia automática de socialcristianismo.
Con sus continuos errores, han mostrado una vez más a la sociedad venezolana un hecho de suma gravedad: la incapacidad de los partidos para regenerarse y reinventarse en la lucha contra la tiranía.
¿Acaso no sienten el silencio ciudadano ante sus acciones? ¿No se dan cuenta del progresivo alejamiento de conciencias (especialmente jóvenes) que, en otra circunstancia tendrían todos los motivos, en la lucha contra la autocracia chavista, de militar en COPEI, si éste fuera en verdad un movimiento vigorosamente democrático, plural, inspirado en ideas y no en ambiciones, dominado por la pasión de servir y no por la tiranía de egos extraviados?
Increíble cómo un tren de alta velocidad fue progresivamente convertido, por unos liderazgos cada vez más lejanos de los valores fundacionales y extraños a todo debate de ideas, en una locomotora caduca, en ruinas, llena de seres extraños, que no se reconocen ni asumen participar en una militancia respetuosamente compartida.
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Volviendo al comienzo: Sí hay un precandidato auténticamente socialcristiano participando, con esfuerzo, ideas y dignidad ciudadana en el proceso de primarias: César Pérez Vivas.
En una situación normal César ha debido de ser una posible propuesta natural y unitaria democristiana al esfuerzo para escoger el candidato opositor frente a la tiranía. Las mediocridades que tienen secuestradas las estructuras socialcristianas han sido un obstáculo; en lugar de abrir las puertas al consenso DC las han cerrado a cal y canto. Han preferido ser cola de ratón. Un ratón enfermo, y domesticado frente a la dictadura.
César ha hecho una campaña honrosa, promoviendo en cada rincón de Venezuela la armoniosa aceptación de los vínculos que unen, no de los que separan, asumiendo con su palabra y obra la dialéctica civilizadora del diálogo. Todo ello con mucha paciencia, y teniendo siempre presente los valores cívicos, irrenunciables y serenos, así como un claro sentido de responsabilidad, de decisión segura, moderación civilista, y pulso firme.
¿Tiene futuro la Democracia Cristiana en Venezuela? Las ideas, la doctrina, las tesis, las visiones, están allí, siempre vigentes.
Los encargados de intentar tal renacimiento deberán ser, en todo caso, auténticos dirigentes democristianos, como César Pérez Vivas, con el adecuado balance entre méritos y experiencia, capaces de encarnar e identificarse con una causa fundada en valores trascendentes. La misma causa que llevó a los fundadores a dedicar su vida a luchar «por la Justicia Social en una Venezuela mejor».-
El Venezolano/América 2.1