Con la demografía no se juega: el impacto múltiple del hundimiento de la natalidad en China
No es solo un desastre económico: también un riesgo social y geopolítico
La política del hijo único, aunque ya abrogada, disparó en China la diferencia entre el número de hombres y el de mujeres, condenando a millones de varones a la frustración y la soledad. Foto tomada de un reportaje de 2017 de France 24 exponiendo este problema.
Las décadas de política antinatalista de Pekín, rectificada cuando la inercia la hace casi irreversible, ha provocado un invierno demográfico en China que empieza a dejarse notar severamente no solo en su economía, sino en el potencial estallido de conflictos de orden social y de riesgo bélico a nivel internacional. Sin olvidar que en muchos países del mundo las cifras de natalidad son similares a las chinas.
Matteo Rizzolli, profesor asociado de Política Económica en la universidad romana Lumsa [Libera Università Maria Santissima Assunta], analiza la situación en el número de septiembre de Tempi:
¿A qué se debe la quiebra del gigante inmobiliario chino Evergrande? ¿Por qué el gobierno de Pekín parece volverse más agresivo con Taiwán? ¿Y por qué aumenta la violencia contra las mujeres en China?
Se pueden entender muchas cosas sobre China si se estudia y comprende su dinámica demográfica. De hecho, la demografía china influye en la evolución económica, social y geopolítica no solo de China, sino también del resto de la comunidad internacional. Con su población de más de 1.400 millones de personas, China ostentaba el título de nación más poblada del mundo hasta hace unas semanas, cuando fue superada por India en esta peculiar clasificación.
Dando un seguimiento concreto a las teorías del Club de Roma que preveían la inminente explosión de una «bomba demográfica», China se convirtió a finales de la década de 1970 en el modelo de las políticas antinatalistas neomalthusianas con la ya famosa política del hijo único, que mediante la persuasión, la disuasión y a menudo la coacción, imponía a la mayoría de las familias no tener más de un hijo.
Esta política se mantuvo en vigor hasta 2015, contribuyendo a reducir la tasa de fertilidad de 2,7 hijos por mujer en 1979 a 1,7 hijos por mujer en 2015, según cifras del Banco Mundial. Una política con un elevado coste humano, pero con unos resultados que algunos podrían considerar modestos, dado que las tasas de natalidad han descendido más o menos rápidamente en todo el mundo en el mismo periodo de tiempo, y que en la vecina India han pasado de 4,8 a 2,3 hijos por mujer.
Contramedidas ineficaces
Al mismo tiempo, hay que tener en cuenta que la demografía es un proceso que tiene una gran fuerza de inercia y que, una vez puesto en marcha, es difícil detenerlo. De hecho, a pesar del fin de la política del hijo único, la tasa de fecundidad de China no ha dejado de descender hasta situarse en 1,15 en 2021. Durante el mismo periodo, India también descendió por debajo del fatídico umbral de 2 hijos por mujer que garantiza la estabilidad demográfica a largo plazo, pero lo ha hecho más tarde y de forma menos abrupta, asegurando así las condiciones para el sorpasso demográfico a China en estas últimas semanas.
Evolución de la población de China (rojo) e India (azul) en las últimas décadas. En abril de 2023 se produjo oficialmente el ‘sorpasso’, al alcanzar la India los 1428 millones de habitantes. Gráfico: GZero con datos de la ONU y la OCDE.
La contraofensiva gubernamental conocida como política de los tres hijos, que consiste en una mezcla de intervenciones fiscales, incentivos económicos y propaganda natalista, no parece surtir efecto hasta ahora, y China parece entrar en un comprensible estado de ansiedad por su demografía.
Si bien es cierto que las tasas de natalidad están descendiendo en todo el mundo, e incluso allí donde las políticas de familia y natalidad existen desde hace tiempo, como en Francia y los países escandinavos, la política del hijo único es probablemente la responsable de haber empujado a China al grupo de países de fertilidad ultrabaja -se definen así esos países con tasas de natalidad inferiores a 1,3 hijos por mujer-, bien acompañada por Italia [y España], por muchos países de Europa del Este y por Japón y Corea del Sur. Todos estos países tienen en común la perspectiva de un rápido envejecimiento de la población y un declive demográfico que, de hecho, comenzó en China en 2021.
¿El ocaso de una sociedad?
China también se está convirtiendo rápidamente en un país con un número creciente de ancianos y una población activa cada vez más reducida, lo que está poniendo fin al crecimiento desbocado que ha caracterizado su economía desde los años 80. Aunque los medios de comunicación apenas relacionan el descenso de las tasas de crecimiento económico que experimenta el país con su declive demográfico, los economistas tienen clara la relación positiva entre el crecimiento moderado de la fuerza de trabajo y del capital humano y el crecimiento económico: con menos trabajadores, es más difícil seguir aumentando el producto interior bruto del país. Y aunque en los últimos años China ha conseguido muchos éxitos en las industrias más innovadoras, el envejecimiento de su mano de obra arroja dudas sobre su capacidad para mantenerlas: cada vez es más evidente que las empresas más innovadoras necesitan trabajadores jóvenes.
[Lee en ReL: «New York Times» y «Wall Street Journal» coinciden: el colapso demográfico asegura empobrecimiento]
El envejecimiento de la población también ejerce una presión significativa sobre los sistemas de salud y bienestar, ya que una población de edad avanzada requiere una atención médica y un apoyo económico más frecuentes. El sistema tradicional de apoyo familiar, en el que los jóvenes cuidaban de los mayores, está sometido a una presión cada vez mayor por la urbanización y la migración interna, que están separando a las familias.
El declive demográfico es uno de los ingredientes de la actual crisis del sector inmobiliario, que ha hundido al gigante mundial Evergrande y está extendiendo la crisis del sector inmobiliario al ahorro privado y, en consecuencia, a otros sectores de la economía, recorriendo en cierto modo el mismo camino de la crisis financiera occidental de 2008, que no en vano nació del estallido de una burbuja inmobiliaria.
Caza abierta a las mujeres
Otra consecuencia nefasta de la política del hijo único que salpica la actualidad es la brecha de género. La preferencia por los hijos varones en la sociedad china ha dado lugar, mediante el aborto selectivo, a un fenómeno conocido como «desequilibrio de género»: según algunas estimaciones, en la actualidad en China hay hasta 30 millones de varones en edad de contraer matrimonio para los que no existe pareja física femenina.
Desequilibrio poblacional al nacimiento en China entre 1972 y 2019 (mujeres=100). Se aprecia cómo se dispara a raíz de la aplicación de la política del hijo único en los años 70. Fuente: National Library of Medicine.
Algunos observadores atribuyen a este desequilibrio el aumento de la violencia contra las mujeres del que se hace eco la prensa a pesar de la censura, y que podría tener consecuencias sociales a largo plazo con posibles implicaciones para la estabilidad social.
Además, la demografía china tiene importantes implicaciones geopolíticas. En efecto, China intenta equilibrar el reto del declive demográfico y el envejecimiento de la población con su objetivo de establecerse como superpotencia regional y mundial. La competencia sin cuartel con la joven y creciente India y otros países con una dinámica demográfica positiva como Filipinas, la alianza con Rusia, que también se encuentra en pleno invierno demográfico, son, para algunos analistas, una señal de que el ascenso de China puede estar cerca de su punto álgido. Y quizá pueden leerse en este sentido las crecientes tensiones con Taiwán, que sigue siendo para Pekín una cuenta a cerrar antes de que sea demasiado tarde.
Traducido por Verbum Caro.