Una, Santa, Católica y Apostólica
En la Iglesia ha estado siempre presente la dimensión social del Evangelio
Alicia Álamo Bartolomé:
Me hace gracia la gente que siempre anda criticando a la Iglesia y al Papa. Se trata de las personas menos versadas en estos asuntos. Jamás han leído una encíclica ni son asiduas a la misa dominical donde, al menos, aprenderían algo de las homilías. Eso sí, siempre están sentando cátedra sobre lo que el Sumo Pontífice debería decir o no decir, así como de las situaciones donde la Iglesia debería intervenir. Es la audacia de la ignorancia.
¿Sabe esta gente algo sobre la Doctrina Social de la Iglesia? Poco, todo lo social le suena a socialismo y de este, al comunismo, hay poco trecho. Sin embargo, en la Iglesia ha estado siempre presente la dimensión social del Evangelio. En la predicación de Jesucristo está, en primer plano, la preocupación por los desvalidos, marginados y despreciados de la sociedad. Él dijo que no vino a buscar a los justos sino a los pecadores, no a los sanos sino a los enfermos. Advirtió a los fariseos que las prostitutas y publicanos los precederán en el reino de los cielos porque oyeron y siguieron la predicación de Juan el Bautista.
Desde los primeros tiempos en la Iglesia estuvo presente la dimensión social del Evangelio. Los Padres de la Iglesia hablaron del sentido social de la virtud de la justicia y los Doctores, como San Agustín y Santo Tomás de Aquino, tocaron mucho sobre un tema que hoy llamamos moral social. “Pero fue a partir del Papa León XIII cuando la doctrina social de la Iglesia adquirió un notable desarrollo. Surgió del encuentro entre el Evangelio y la sociedad industrial moderna y tuvo como marco la denominada ¨cuestión social¨.” (Domènec Melé , Cristianos en la sociedad – Este libro que cito literalmente aquí, es base de este artículo).
Entre las varias encíclicas importantes de León XIII, la más destacada es una de 1891, la Rerum novaro, que trata sobre la situación de los obreros originada por la revolución industrial. Drama que sacudió conciencias, como la de Karl Marx, que dio origen al marxismo y sus derivados, el comunismo y la izquierda radical que tanto daño han hecho en el mundo. Estas ideologías extremas, ateas, que buscan defender al hombre de la explotación, terminan por masificarlo, con la consabida pérdida de su dignidad como persona.
La Iglesia siguió inquieta ante la cuestión social y los bruscos cambios en la sociedad. En 1931, ante la gran crisis económica del año 29 y los cuarenta años de publicación de la Rerum novarum, Pío XI publicó la encíclica Cuadragesimo anno, abogando por la reconstrucción del orden social. Preocupado por el fascismo, le pone varias objeciones en la encíclica Non abbiamo bisogno del mismo año. Condena al nazismo, el estado totalitario y la tesis del racismo en la encíclica de 1937 Mit brennender sorge, en alemán, única encíclica papal en un idioma diferente al latín. ¿Quién le dio los datos para ésta a Pío XI? Su Nuncio en Berlín, el cardenal Eugene Pacelli, futuro Pío XII. En la Divino Redemptoris, también de 1937, condena al comunismo ateo.
¿No ha hablado la Iglesia cuando debe? Pues sí y también callado por prudencia salvadora de vidas. A el gran Papa Pío XII se le ha echado una sombra por su silencio ante el Holocausto. Sombra aupada por el comunismo y que ha arropado a no pocos judíos, lo que ha frenado el camino a los altares del Santo Pontífice. Y sin embargo, este silencio salvó a miles de hebreos.
Pío XII emitió un par de memorables radiomensajes, entre otros: La Solennitá (1941), por el cincuenta aniversario de la Rerum novaro y Benignitas et humanitas, en la Navidad de 1944. En el primero insiste en el orden social y en el segundo declara las normas para un recto uso de la democracia. Son años de tremenda persecución nazi contra judíos, disidentes y cristianos. El Papa calla, pero da órdenes silenciosas para que los conventos escondan a los perseguidos y los párrocos den partidas de bautismo falsas a los judíos. ¿Y la encíclica condenando el Holocausto? No sabemos si la intentó escribir o no, pero sí que un hecho espantoso lo pudo haber frenado. El Vaticano es un estado sin ejército para atacar o defenderse.
Los obispos holandeses publicaron una carta pastoral contra los desmanes del nazismo. La reacción no se hizo esperar, desató una terrible cacería de judíos y no pocos sacerdotes católicos, por toda la zona. Edith Stein, la filósofa judía alemana convertida al catolicismo y abrazada a la vocación de carmelitas descalza, había sido mandada por su congregación a Holanda para salvarla de la persecución en su país, la acompañaba una hermana suya seglar, huyendo también del Holocausto, pero este las alcanzó. El 2 de agosto de 1942 fue sacada a la fuerza del convento holandés, junto con su hermana. Las montaron en un tren que hizo un recorrido de 7 días recogiendo víctimas. El 9 de agosto llegaron a Auschwitz y las pasaron directo a la cámara de gas. Hoy es Santa Teresa Benedicta de la Cruz. ¿Qué no habrían hecho los monstruos del nazismo tras la publicación de una encíclica papal condenándolos? Hubieran arrasado a Europa. El silencio evitó manantiales de sangre.
Juan XXIII sacó dos importantes encíclicas: Mater et magister, de 1961, habla del cristianismo y el progreso social; la otra, Pacem in terris, de 1963, sobre los derechos humanos, la convivencia social y la paz. Amplía hacia los problemas sociales mundiales la visión de la Doctrina Social de la Iglesia. El Concilio Vaticano II profundiza todas estas enseñanzas, les da más amplitud, sobre todo en la constitución pastoral Gaudium et spes, de 1965.
Pablo VI, entre varios documentos, expone, sobre todo, su preocupación social en la encíclica Populorum progresio, de 1967, donde habla del desarrollo de los pueblos y aparece su famosa frase: “El desarrollo es el nuevo nombre de la paz”. Y la carta Octogesima adveniens, de 1971, es una alerta a la acción frente a las ideologías contemporáneas y otros problemas.
Juan Pablo II relanza con amplitud y riqueza la preocupación por todos estos problemas y nos deja invalorables encíclicas al respecto: Laborem exercens, 1981, sobre el trabajo; Sollisitudo rei sociales, 1987, sobre el desarrollo; Centesimus annus, 1991 -centenario de la Rerum novaro-, sobre el orden económico , la cultura y el Estado. Su preocupación por la moral social la dejó explícita en las encíclicas Veritatis splendor, 1993 y Evangelium vitae, 1995. Y en otros documentos, largos de enumerar. Por lo mismo y por ser más recientes y fáciles de conseguir, callo el aporte de Benedicto XVI y Francisco a la cuestión social.
Lo que he querido demostrar es que la Iglesia ha estado siempre presente y activa en los problemas de este mundo. Lo que no puede, ni debe, es parcializarse en casos concretos, particulares, porque la venganza de los tiranuelos, haría más daño que alivio a los males de las víctimas que están en sus manos. ¿Qué podría pasarle al obispo Rolando Ávarez o a sus familiares, en Nicaragua, con una pronunciación explícita de Francisco?
Nuestra Iglesia, con todos los defectos que tenemos sus hijos, es siempre Una, Santa, Católica y Apostólica.-
Originalmente publicado en El Impulso