Caccia: «No se puede hablar de derechos humanos allí donde vemos genocidios, deportaciones masivas, esclavitud»
El representante vaticano ante la Asamblea de Naciones Unidas
El Observador Permanente de la Santa Sede ante las Naciones Unidas intervino ayer ante la Tercera Comisión para la protección de los derechos humanos de la Asamblea General de la ONU
«Los derechos humanos siguen siendo violados y nuestra misión común es garantizar que estos derechos humanos universales sean disfrutados por todos, en todas partes, en cada etapa de sus vidas», apuntó
Subrayó que la dignidad es inherente a la vida de todo ser humano, es igual en todas las personas y viene dada por Dios: «los derechos humanos no son concesiones de los Estados ni de los gobiernos, si acaso es su deber promoverlos y protegerlos…»
«Incluso en países con formas de gobierno democráticas, estos derechos no siempre se respetan plenamente»
Lo añadió monseñor Caccia, quien también dijo: «Nuestra misión común es garantizar que estos derechos humanos universales sean disfrutados por todos, en todas partes, en cada etapa de sus vidas».
La fuente de los derechos humanos reside en el hombre mismo
El arzobispo comenzó su discurso explicando que los derechos humanos tienen su raíz en la dignidad que pertenece a todo ser humano. Y dijo que esta dignidad es inherente a la vida humana, que es igual en todas las personas y es dada por Dios, y que por esta razón la fuente última de los derechos humanos no se encuentra en la mera voluntad del hombre, en la realidad del Estado, en los poderes públicos, sino en el hombre mismo y en Dios, su Creador.
«Los derechos humanos, señaló Caccia, no son una concesión de un Estado o un gobierno, sino que es su deber promoverlos y protegerlos»
Así pues, los derechos humanos, señaló Caccia, no son una concesión de un Estado o un gobierno, sino que es su deber promoverlos y protegerlos.
La falta de respeto a la persona socava los cimientos de la sociedad humana
La Declaración universal de los derechos humanos reconoce que la dignidad humana es el fundamento de la igualdad, recordó el Observador Permanente, añadiendo que «cada miembro de la familia humana tiene un valor inestimable» y que no respetarla ni protegerla socava los cimientos mismos de la sociedad humana.
«El derecho a la vida está en el corazón del respeto al igual valor de toda persona, sin el cual ningún otro derecho puede ser ejercido o disfrutado», continuó monseñor Caccia, recordando el llamamiento del Papa Francisco, en su discurso del 9 de enero de este año al Cuerpo Diplomático acreditado ante la Santa Sede, «a las conciencias de los hombres y mujeres de buena voluntad para que se comprometan a salvaguardar los derechos de los más débiles y a combatir la cultura del descarte que afecta a los no nacidos, a los enfermos, a los discapacitados y a los ancianos”.
Prueba de fuego para la libertad de religión o creencia
A continuación, el prelado subrayó que no hay protección de la dignidad humana sin garantía de las libertades fundamentales y que el respeto de los derechos humanos es necesario para el crecimiento de cada individuo.
«A este respecto, la Santa Sede subraya que la verdadera prueba de fuego para la protección de los derechos humanos es el grado en que las personas de un país disfrutan de la libertad de religión o de creencias», dijo Caccia, señalando además que la noción de derechos está vinculada a la cuestión de los deberes que incumben a todo ser humano, y que «los derechos y los deberes no sólo son complementarios, sino que están inextricablemente unidos».
Este vínculo tiene también una dimensión social en la sociedad humana, porque al derecho de una persona corresponde el deber de los demás de reconocer y respetar ese derecho, explicó el observador permanente, que calificó de «contradicción afirmar derechos sin reconocer las responsabilidades correspondientes».-
| Tiziana Campisi