Opinión

Implicaciones Institucionales del triunfo de María Corina

La polarización es un juego psicosocial que sólo beneficia al que manda

José Antonio Gil Yepes:

El modelo institucional de los partidos políticos en Venezuela ha recibido un aviso de caducidad a la luz del triunfo de MCM con el 92% de los votos. Este triunfo no sólo impacta a los partidos de oposición sino también a los del llamado Polo Patriótico del sector oficial. Digo esto último no sólo por la reacción emocional e insistente del oficialismo a raíz del resultado de las Primarias de oposición sino también porque ya conocíamos la amenaza explícita que venía representando MCM en las intenciones de voto presidencial: En la encuesta Nacional de Datanlisis de septiembre, MCM ya tenía 40% de intención de voto, seguida por Benjamín Rausseo con 20, NM con 13 y Antonio Ecarri con 8%. Es decir que, antes del triunfo aplastante de MCM en las Primarias, se sabía que, a pesar de que se presentaran varios candidatos opositores, MCM ganaba con holgura. Ahora es de esperarse que su éxito haya inflado su ventaja.

Estamos frente al surgimiento de un proceso político en el que apareció un nuevo liderazgo mesiánico-outsider, como el de Hugo Chávez en 1998. Si aparece un liderazgo individual, quiere decir que las instituciones dejaron de funcionar. De allí que los partidos políticos y las organizaciones gubernamentales necesitan revisar sus modelos institucionales en los siguientes términos, tal cual como hace una empresa que necesita reposicionar su marca y oferta.

La misión de los partidos y líderes NO es alcanzar el poder sino servir a la gente. Esto incluye sacrificar intereses personalistas para formar coaliciones.

El papel de los líderes no es mandar, sino escuchar a sus liderados para facilitar consensos y soluciones compartidas entre ellos.

Las ideologías, en particular las de extrema izquierda o derecha, son muy peligrosas. La izquierda le da demasiado peso a la igualdad, por lo que destruye las iniciativas individuales y promueve la sumisión; mientras que la extrema derecha le da demasiado peso a la libertad, se olvida de la solidaridad y promueve grandes diferencias sociales que desestabilizan a la sociedad.

La polarización es un juego psicosocial que sólo beneficia al que manda.

El norte de las ideologías no extremas debe ser servir a la población en los términos que ella indique, no imponer una ideología predefinida por haber sido electo ni, mucho menos, imponer una ideología por engaño.

El trabajo partidista debe dejar de ser un proceso de adoctrinamiento, de proselitismo para buscar votos y de descalificación del contrario, y pasar a ser un trabajo de apoyo a los sectores sociales en el logro de sus intereses socioeconómicos. A las mayorías no les interesan las ideologías; adoctrinarlos es una manipulación y un irrespeto; peor si el proselitismo se hace mediante la dádiva. Lo que necesitan es educación para el trabajo y empleos productivos que puedan ser bien remunerados.

La fórmula electoral más conveniente es la que incluye la representación de las minorías. La alternativa según la cual el ganador se lleva todo genera hegemonías no democráticas, más peligrosas que la atomización del poder.

La organización político-administrativa debe descentralizarse. No hay otra forma para lograr que los que gobiernan puedan responder a las expectativas de sus gobernados ni para que los servicios públicos funcionen, para que tengan vigencia la rendición de cuentas y el castigo a la corrupción y para que surja una sociedad civil organizada.

La reelección indefinida es un camino al caudillismo, a la perpetuación en el poder, a la concentración del poder, por ende, a la corrupción, y a la desinstitucionalización de partidos y gobiernos; un regreso a la barbarie que tanto nos costó superar.

Necesitamos tener un Senado constituido por representantes de los sectores organizados y no por representantes regionales. Los debates ocurren entre intereses sectoriales, mucho más que entre intereses regionales.

A pesar de todas estas obviedades, los partidos no parecen estar tomando nota de los mensajes de su fracaso. Corremos el riesgo de que busquen darle la vuelta para seguir en lo mismo. Por eso no parece que los opositores se unirán en favor de un candidato ni los partidos de gobierno dejarán de lado su ideología socialista y la polarización que nos ha hundido a todos. Para que los partidos y gobiernos escuchen es necesario que la Sociedad Civil se organice para que se haga escuchar. Nunca tendremos rendición de cuentas ni separación de poderes si la sociedad civil no logra organizarse al punto de alcanzar suficiente poder político y social para imponerle un alto costo a las violaciones de la Constitución y las leyes en que incurren las clases políticas, de cualquier país en el que se adueñen de las instituciones político-administrativas. Visto así, el origen de nuestros males no es sólo la desviación de los partidos y de sus gobiernos, sino también la falta de organización y de movilización de la Sociedad Civil. En gobiernos centralistas no surge la sociedad civil, por eso necesitamos la descentralización.-

@joseagilyepes

Imagen referencial: Revista Nexos

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