Opinión

Ninguna guerra es buena

Luisa Pernalete:

“La paz es un sueño hermoso en la tierra/ si se realizara fuera maravilla;/ pero como abundan perros de la guerra/ el sueño se vuelve una pesadilla//La paz es la gracia que alivia la mente/ la cálida mano que da bendición/ todo ese sosiego que tiene la gente/ cuando sigue el rumbo de su corazón// En muchos hogares a diario pelean/ y hasta hacen guerra con sartén y platos/ y uno siente pena que esas casas sean/ una madriguera de perros y gatos// Que ninguna guerra en la tierra es buena/ y ninguna paz en  el mundo es mala/ dice una frase escrita con gala/ que ninguna paz en la tierra es mala”   

He iniciado mi artículo semanal con esta canción de Jesús Rosas Marcano y Gilberto Simoza, compuesta en el año 2000, a raíz de la promulgación de la LOPNNA.

Y es que las imágenes y los datos tanto de Ucrania, como la del conflicto Israel/ Franja de Gaza, con niños corriendo, llorando, y sabiendo que están muriendo muchos inocentes cuesta que uno no se conmueva. En las guerras, sólo ganan los vendedores de armas, “perros de la guerra”, y los líderes enfermos de megalomanía, que no piensan en los intereses de los pueblos a quiénes lanzan a la guerra.

Médicos sin fronteras, la Cruz Roja Internacional, han estado insistiendo en el Derecho Humanitario: hay que proteger a los civiles, hay que ayudar a las víctimas sean del lado que sean, hay que dejar que la ayuda humanitaria llegue… por mencionar algunas cosas. Las armas sólo traen más violencia, de lado y lado, una cosa es defenderse y otra atacar a civiles, aunque yo también pienso en esos soldaditos que no han decidido las guerras… y ahí están, arriesgando sus vidas.

Pensemos también esas guerras que salen poco en las noticias: Siria, Yemen del sur, por mencionar algunas.

Pensemos en las consecuencias de estas guerras, la cantidad de desplazados que huyen de la violencia para salvar sus vidas y las de sus familias. ¡Verdaderos dramas!

Pensemos en los países, como Colombia, con grupos armados que no terminan de hacer las paces, y que también dejan víctimas.

Y no olvidemos esas “guerras” que no dejan víctimas mortales, pero que también hieren y dejan secuelas, como lo que ocurre con la violencia de género – que también deja víctimas mortales con los casos de femicidios –la violencia intrafamiliar, que supone golpes, gritos, amenazas; en este mismo orden, la violencia escolar, con el acoso escolar incluido. También deja víctimas y consecuencias.

Hay que insistir en la posibilidad de resolver los conflictos, los grandes y los pequeños, de manera pacífica, el diálogo, la negociación, Desde el hogar hay que insistir en ello, por eso las familias, padres y madres, deben ser parte de los proyectos educativos. La escuela tiene que educar para la convivencia pacífica. La violencia no es natural, es aprendida, y lo que se aprende, se ´puede desaprender, pero requiere de paciencia, perseverancia, herramientas, voluntad. El Centro Gandhi organiza unas jornadas formativas: He decidido ser pacifico, es una decisión pues.

Sigo con la escuela y su responsabilidad y oportunidad para promover la convivencia pacífica. Hablar de temas “difíciles” , construir los Acuerdos de convivencia a principio del año escolar, visibilizar lo aceptado y lo que se va a rechazar porque hiere a otro, eso ayuda mucho.

No olvidemos tampoco la necesidad de educar para la ciudadanía; derechos y deberes, como ese de respetar al otro.

Para los que somos creyentes, recodar los dos mandamientos principales que resumen nuestra fe: amar a Dios sobre todas las cosas y el prójimo como a ti mismo. Entonces, la Iglesia institucional también tiene oportunidad – y obligación – de educar para la fraternidad, recordar que somos hermanos hijos de un mismo Padre Bueno.

La paz también requiere de reconciliación, que supone voluntad de ambas partes para perdonar y pedir perdón y para no se repitan las agresiones.

Hemos empezado con una canción y vamos a terminar con unas estrofas de otra canción, esa hermosa de José Luis Perales, Que canten los niños, y de paso, recordar que en noviembre se celebra otro aniversario de la Convención de Derechos del niño, tema que le dedicaremos otra columna.

    “Que canten los niños, que alcen la voz/ que hagan al mundo escuchar/ que unan sus voces y lleguen al sol/ en ellos está la verdad// Que canten los niños que viven en paz / y aquellos que sufren dolor/ que canten aquellos que no cantarán/ porque han apagado su voz// Yo canto para los que no tienen pan/ yo canto para que respeten la flor/  yo canto para que el  mundo sea feliz/ yo canto para no escuchar el cañón// Yo canto para que se escuche mi voz/ y yo para ver si les hago pensar/ yo canto porque quiero un mundo feliz/ y yo por y yo por si alguien me quiere escuchar//

Usted también se puede unir a este coro de trabajar por la fraternidad, por la paz, aunque sea en su entorno mas cercano.-

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