Mons Argüello: la cultura moderna ha roto los vínculos y reduce la persona a un mero consumidor y votante
El arzobispo de Valladolid, Luis Argüello, explicó la necesidad de construir la sociedad sobre fundamentos distintos a la pura autonomía individual
El arzobispo de Valladolid, Luis Argüello, dialogó este domingo con el diputado Miguel Ángel Quintanilla (PP) sobre la situación actual de España. El coloquio, conducido por Armando Zerolo, profesor de Filosofía del Derecho en la Universidad CEU San Pablo, tuvo lugar en el marco de EncuentroMadrid, celebrado este fin de semana bajo el lema Una amistad que teje la historia.
La desvinculación, fundamento de la modernidad
El ex secretario general de la Conferencia Episcopal Española constató la «realidad de la desvinculación» como una importante consecuencia de la cultura moderna. Desvinculación de la realidad «con el dominio de las interpretaciones y las ideologías», desvinculación del propio cuerpo (en alusión implícita a la ideología de género) con la «confusión antropológica», desvinculación respecto «al otro» que manifiesta especiales carencias, y todo ello, con una «desvinculación fundante» que es la desvinculación «de Dios».
En este marco, el ser humano es «un individuo que me explico a mí mismo y desde mí mismo y separado del otro» con quien solo puedo «intercambiar cosas». Esa «dialéctica de los contrarios«, «tú o yo», da forma a la mente moderna, con el principio liberal de que «mi libertad acaba donde comienza la tuya», con la economía de la «competencia posicional» que implica desplazar al competidor y con la política de un sistema de partidos con elecciones cada cuatro años.
De izquierda a derecha en la foto, Armando Zerolo, Luis Argüello y Miguel Ángel Quintanilla. Foto: EncuentroMadrid.
Para poder superar esta «dialéctica de los contrarios» hay que «descubrir el vínculo«, afirmó el prelado.
Amistad civil y caridad política
Ese vínculo fue en el pasado «la cosmovisión cristiana», que era el «cimiento» del edificio social, pero entonces «éramos una mayoría cultural y hoy somos una minoría cultural«.
Aquel cimiento se basaba en dos convicciones:
-el pecado original, es decir, «que las divisiones, los conflictos, las heridas tienen que ver con un misterio originario del que el hombre no se puede salvar a sí mismo«;
-la vida eterna como «referencia con la que situamos las cosas en la historia».
Ese cimiento ha sido sustituido por otro, y ahora el edificio se construye «marcado por las ideologías», algunas de las cuales «tienen la pretensión de construir el paraíso en la tierra«, pensando que pueden conseguir esa especie de «cuasi-salvación» «a través de leyes, de políticas y de organización».
«A medida que se construye el edificio según las ideologías», continuó Argüello, «se construye como si Dios no existiera, y entonces los valores se van separando de su fuente y buscan otra manera de justificarse: el poder que se hace positivismo jurídico o el poder económico». La evolución de los dos últimos siglos en la cultura occidental «se debate entre la voluntad de poder y la emoción» (y «ninguna de las dos cosas son razón») y una «moral autónoma«.
La «amistad civil» que hay que contraponer a esta situación es algo pre-político que ya plantearon Aristóteles y Santo Tomás de Aquino, y supone «descubrir un alma compartida». Los cristianos deben hoy contribuir a crearla con «experiencias que ayuden a tejer vínculos» frente a la «concepción individualista» que, como capitalismo, configura «un sujeto consumidor«, y que en política configura un mero «votante«, de modo que en los partidos desaparecen la formación interna o el diálogo en beneficio del «culto al líder».
Esta «amistad civil» es lo que la Iglesia denomina «caridad política«, y uno de sus fundamentos es la familia, asentada sobre «la diferencia sexual (un hombre y una mujer que transmiten vida)», pero que también «actúa en la economía» y es «núcleo social» de acción y de relaciones.
Frente a «la modernidad que hace elogio de la autosuficiencia y la autonomía, de que cuantos menos vínculos tengas mejor te irá«, este campo de actuación cristiana en la manera de relacionarnos con los bienes, de creación de vínculos sociales, de empresas educativas y de cuidado a los demás, es el lugar donde «hacer un anuncio explícito de que Dios existe y es el fundamento más real de lo real«.
Coloquio completo «Amistad cívica y sociedad española» (minutos 53:42 a 1:47:35)