¿Por qué no les importan las votaciones a los jóvenes?
Creo que este rechazo proviene de larga data y de varios factores
José Antonio Gil Yepes:
Es asombroso; hablando con múltiples jóvenes sobre su abstención en las Primarias de oposición, o su desinterés por participar en el referendo sobre el Esequibo y hasta en las Presidenciales del 2024, observo que su ausencia no se debe solamente a que el Consejo Nacional Electoral no ha hecho nada para motivar y facilitar que los jóvenes se inscriban en el Registro Electoral Permanente, sino que, además, a los jóvenes no les interesa la política ni votar.
Estos dos factores benefician a un gobierno que sabe que la gran mayoría de los jóvenes no le son afectos. Pero el problema de todos es que un país con tantos problemas necesita la participación de sus ciudadanos para reconstruirse y esto implica ponernos de acuerdo para cooperar, funciones que son netamente políticas.
Creo que este rechazo proviene de larga data y de varios factores.
El cambio de política petrolera en 1973 desestabilizó y desequilibró la economía, hasta hoy día. Las falsas consignas populistas, como el mito de que subiendo precios y bajando producción de hidrocarburos íbamos a “reivindicar a nuestro pueblo de la explotación de las multinacionales”; la estatización de la industria petrolera; la conflictividad y desconfianza entre las élites del país; mediante las cuales los políticos de turno limitaron el desarrollo de la empresa privada y evitaron sus exportaciones para mantener el rentismo; clave para concentrar el poder político en los partidos y gobiernos.
Otra fuente de deterioro del país y de particular impacto en la desconexión de los jóvenes de la política se debe a dos cláusulas constitucionales. En la Constitución de 1961, se estableció la reelección de presidentes salientes después de dos períodos. Esto permitió que Carlos Andrés Pérez y Rafael Caldera repitieran en la Presidencia. Pero esto significó que, en el camino para volver a ser presidentes, les cortaron las aspiraciones a muchos líderes más jóvenes que ellos; castrando así la tan necesaria renovación generacional. La Constitución de 1999 fue enmendada para establecer la reelección indefinida de presidente, diputados, gobernadores y alcaldes, promovida por Hugo Chávez. Este retroceso es una involución hacia lo primitivo, el caudillismo, y le dio la espalda a las luchas, muertos y presos que costó implantar la alternabilidad en el poder. Entonces, ¿qué posibilidades de alcanzar responsabilidades políticas tienen los jóvenes si los que ya las tienen no dejan de tratar de perpetuarse en el poder?
El tercer aspecto que deteriora la relación de los jóvenes con la política es el empobrecimiento acelerado sufrido en lo económico y moral por el país en los últimos 25 años a causa del caudillismo, estatismo y la corrupción sin sanción.
Otro factor es el mal ejemplo recibido por los jóvenes tanto de los políticos del gobierno como los de la oposición. Y esto ocurre cuando el deterioro de la sociedad necesitaba de los mejores aportes. Ambas partes han llevado su fracaso al punto de que en la última encuesta Ómnibus Nacional de Datanalisis solamente el 30% de la población en edad de votar se identifica con algún partido. Por eso el triunfo de María Corina Machado en las Primarias los barrió a todos y ahora eso se refleja en las intenciones de voto presidencial en las que tiene un 60% frente a todos los demás candidatos.
Pero a lo anterior se suma que MCM está inhabilitada, otro mal ejemplo de la política.
Quizás el peor factor es que fueron los jóvenes los que más pusieron el pecho y los muertos en la lucha contra el régimen autodenominado hegemónico. Lucha desarticulada y llena de individualismos de entre sus dirigentes.
De lo anterior se entiende que los jóvenes no sólo no tiendan a participar, sino también por algo más que revelan su silencio y su mirada fría y perdida en el espacio cuando se les habla de política: La experiencia de este cúmulo de despropósitos no les permitió desarrollar una actitud favorable a la política porque no ven los fines ni los medios para participar con éxito en ella. De allí que parecen haber desarrollado un síndrome contrario al típico idealismo y aspiración de todo joven a construir un país mejor a través de la política y el voto. Es decir, estamos frente a lo que los sociólogos denominan un fenómeno de anomia. Este fenómeno se caracteriza por no aceptar los fines, en este caso, de la política porque les parecen mezquinos (concentración del poder, pobreza y corrupción) ni los medios (polarización, egoísmos y engaños). ¿Cómo se recoge del suelo la leche que se derrama?
@joseagilyepes