Secretario de Estado del Papa reivindica valor del celibato a 600 seminaristas franceses
Mensaje del Santo Padre Francisco firmado por el cardenal secretario de Estado, Pietro Parolin, para el encuentro de los seminaristas de Francia
Del 1 al 3 de diciembre de 2023, 600 seminaristas y 100 formadores de toda Francia se reunieron en París para compartir la alegría de su llamada a ser sacerdotes al servicio de la Iglesia. Un programa de tres días de encuentros, enseñanzas, evangelización y oración, en presencia de más de treinta obispos, que honra a uno de los pilares fundacionales de la Iglesia, San Pablo: “Fiel es Dios, el que os llamó” (1Co 1 :9). En ese contexto, el Papa hizo llegar un mensaje firmado por el Secretario de Estado. Ofrecemos una traducción al español realizada por ZENIT.
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Me alegra, queridos seminaristas de Francia, poder dirigirme a vosotros con ocasión de vuestro encuentro, y transmitiros los cálidos pensamientos que Su Santidad el Papa Francisco expresa por cada uno de vosotros en la oración. Da gracias por la llamada singular que el Señor os ha dirigido, habiéndoos elegido entre tantos otros, amados con un amor privilegiado y preservado; y da gracias también por la respuesta valiente que queréis dar a esta llamada. En efecto, es motivo de acción de gracias, de esperanza y de alegría ver que muchos jóvenes -y no tan jóvenes- se atreven todavía, con la generosidad y la audacia de la fe, y a pesar de los tiempos difíciles que atraviesan nuestras Iglesias y nuestras sociedades occidentales secularizadas, a comprometerse en el seguimiento del Señor para su servicio y el de sus hermanos.
Por eso os digo: ¡gracias! Gracias porque dais alegría y esperanza a la Iglesia de Francia que os espera y os necesita. Y os necesita para que seáis lo que el sacerdote debe ser, lo que siempre ha sido y lo que siempre será por voluntad divina: partícipe «de la autoridad con la que Cristo mismo hace crecer, santificar y gobernar su cuerpo» (Presbyterorum Ordinis, n. 2). 2); y ello mediante una inefable configuración con Cristo, Cabeza de su Iglesia, que lo sitúa ante el Pueblo de Dios -aunque siempre formando parte de él- para instruirlo con autoridad, guiarlo con confianza y transmitirle eficazmente la gracia mediante la celebración de los sacramentos (cf. Ibid. nn. 4, 5, 6). En el momento culminante, fuente y culmen de la vida de la Iglesia y de su vida personal, el sacerdote celebra la Misa en la que, haciendo presente el sacrificio de Cristo, se ofrece a sí mismo en unión con Él sobre el altar y deposita allí la ofrenda de todo el Pueblo de Dios y de cada fiel.
Os invito, queridos seminaristas, a arraigar bien en vuestras almas estas verdades fundamentales, que serán la base de vuestra vida y de vuestra misma identidad. Y en el corazón de esta identidad, configurada con el Señor Jesús, está el celibato. El sacerdote es célibe -y quiere serlo- simplemente porque Jesús lo fue. La exigencia del celibato no es primariamente teológica, sino mística: «¡el que pueda entender, que entienda!». (Mt 19,12). Hoy se oyen muchas cosas sobre los sacerdotes, la figura sacerdotal es muy a menudo distorsionada en algunos ambientes, relativizada, a veces considerada como subordinada. No os asustéis demasiado: nadie tiene el poder de cambiar la naturaleza del sacerdocio y nadie la cambiará jamás, aunque las modalidades de su ejercicio deban necesariamente tener en cuenta las evoluciones de la sociedad actual y la situación de grave crisis vocacional que vivimos.
Y una de estas evoluciones de la sociedad, relativamente nueva en Francia, es que la institución eclesiástica, y con ella la figura del sacerdote, ya no es reconocida; ha perdido a los ojos de la mayoría de la gente todo prestigio, toda autoridad natural y, desgraciadamente, incluso está mancillada. Por lo tanto, ya no debemos contar con él para ser escuchados por las personas con las que nos encontramos. Por tanto, la única manera posible de proceder a la nueva evangelización que pide el Papa Francisco, para que todos tengan un encuentro personal con Cristo (cf. Evangelii gaudium, Introducción, III), es la adopción de un estilo pastoral de cercanía, compasión, humildad, gratuidad, paciencia, mansedumbre, entrega radical a los demás, sencillez y pobreza. Un sacerdote que conoce «el olor de las ovejas» (Misa Crismal, 28 de marzo de 2013) y que camina con ellas, a su paso. Así es como el sacerdote llegará al corazón de sus fieles, se ganará su confianza y les hará encontrarse con Cristo. Esto no es nuevo, por supuesto; innumerables sacerdotes santos han adoptado este estilo en el pasado, pero hoy se ha convertido en una necesidad para evitar no ser creíbles ni escuchados.
Para vivir esta exigente, y a veces dura, perfección sacerdotal, y afrontar los retos y tentaciones que encontraréis en vuestro camino, sólo hay, queridos seminaristas, una solución: alimentar una relación personal, fuerte, viva y auténtica con Jesús. Amad a Jesús más que a nada, dejad que su amor os baste, y saldréis victoriosos de todas las crisis, de todas las dificultades. Porque si Jesús me basta, no tengo necesidad de grandes consuelos en el ministerio, ni de grandes éxitos pastorales, ni de sentirme en el centro de vastas redes relacionales; si Jesús me basta, no tengo necesidad de afectos desordenados, ni de notoriedad, ni de tener grandes responsabilidades, ni de hacer carrera, ni de brillar a los ojos del mundo, ni de ser mejor que los demás; si Jesús me basta, no tengo necesidad de grandes bienes materiales, ni de disfrutar de las seducciones del mundo, ni de seguridad para mi futuro. Si, por el contrario, sucumbo a alguna de estas tentaciones o debilidades, es porque Jesús no me basta y fracaso en el amor.
Por eso, queridos seminaristas, «fiel es Dios, por quien fuisteis llamados a la comunión con su Hijo Jesucristo, Señor nuestro» (1 Co 1, 3-9). Tened siempre como primera preocupación responder a esta llamada y reforzar vuestra unión con Aquel que se digna haceros amigos (cf. Jn 15, 15). Él es fiel y te hará feliz. Y sólo puedo recomendaros, como maestra de vida espiritual, a santa Teresa del Niño Jesús y de la Santa Faz, en este 150 aniversario de su nacimiento, Doctora in scientia amoris cuya admirable doctrina tenéis el privilegio de poder leer en su lengua materna. Ella, que «respira» constantemente el Nombre de Jesús, su «único amor» (cf. C’est la confiance, n. 8), os guiará por el camino de la confianza que os sostendrá cada día y os mantendrá en pie bajo la mirada del Señor cuando os llame a sí (cf. Ibid., n. 3).
El Papa Francisco os encomienda a vosotros y a todos los miembros de vuestras comunidades de seminaristas a su intercesión y a la protección de Nuestra Señora de la Asunción, Patrona de Francia. Os concede de corazón la Bendición Apostólica.-
Cardenal Pietro Parolin
Secretario de Estado de Su Santidad
(ZENIT Noticias / París, 02.12.2023)