La conmovedora oración del Papa ante la Inmaculada en Roma
Oración durante el acto de veneración del Papa en la Plaza de España en Roma a la Inmaculada Concepción
Hacia las 4 de la tarde, tras haber visitado la basílica de santa María la mayor y regalar una rosa de oro a la Virgen, el Papa llegó a la Plaza de España donde se encuentra una famosa columna dedicada a la Inmaculada Concepción de María. Ahí le esperaban el alcalde de la ciudad, Roberto Gualtieri, el cardenal vicario para la diócesis de Roma y la embajadora de España ante la Santa Sede. Acompañado de algunos cantos, el Papa ofreció una ofrenda floral y se siguió con las letanías a la Virgen. Posteriormente el Papa dijo la siguiente oración que ZENIT ofrece traducida al español:
¡Virgen Inmaculada!
Venimos a ti con el corazón dividido entre la esperanza y la angustia.
Te necesitamos, Madre nuestra.
Pero ante todo queremos darte las gracias
porque en silencio, como es tu estilo, vigilas esta ciudad
que hoy te envuelve en flores para decirte su amor.
En silencio, día y noche, velas por nosotros:
sobre las familias, con sus alegrías y preocupaciones -lo sabes bien-;
sobre los lugares de estudio y de trabajo; sobre las instituciones y los cargos públicos;
sobre los hospitales y las residencias de ancianos; sobre las cárceles; sobre los que viven en la calle;
en las parroquias y en todas las comunidades de la Iglesia de Roma.
Gracias por tu presencia discreta y constante,
que nos da consuelo y esperanza.
Te necesitamos, Madre,
porque eres la Inmaculada Concepción.
Tu persona, el hecho mismo de que existas
nos recuerda que el mal no tiene ni la primera ni la última palabra;
que nuestro destino no es la muerte, sino la vida,
no es el odio sino la fraternidad, no es el conflicto sino la armonía,
no es la guerra, sino la paz.
Mirándoos, nos sentimos confirmados en esta fe
que los acontecimientos a veces ponen a prueba.
Y tú, Madre, vuelve tus ojos de misericordia
sobre todos los pueblos oprimidos por la injusticia y la pobreza,
probados por la guerra: Madre, mira al pueblo atormentado de Ucrania,
al pueblo palestino y al pueblo israelí,
sumidos de nuevo en la espiral de la violencia.
Hoy, Madre Santa, traemos aquí, bajo tu mirada
a tantas madres que, como tú, están de luto.
Madres que lloran a sus hijos asesinados por la guerra y el terrorismo.
Las madres que los ven partir en viajes de desesperada esperanza.
Y también las madres que intentan desatarlos de las ataduras de la adicción,
y las que los observan a través de una larga y dura enfermedad.
Hoy, María, te necesitamos como mujer,
para confiarte a todas las mujeres que han sufrido violencia
y a las que aún son víctimas de ella,
en esta ciudad, en Italia y en todas las partes del mundo.
Tú las conoces una a una, conoces sus rostros.
Seca, te rogamos, sus lágrimas y las de sus seres queridos.
Y ayúdanos a hacer un camino de educación y purificación,
reconociendo y contrarrestando la violencia que acecha
en nuestros corazones y mentes
y pide a Dios que nos libre de ella.
Muéstranos de nuevo, oh Madre, el camino de la conversión,
porque no hay paz sin perdón
y no hay perdón sin arrepentimiento.
El mundo cambia si cambian los corazones;
y cada uno debe decir: empezando por el mío.
Pero sólo Dios puede cambiar el corazón humano
con su gracia: la gracia en la que tú, María,
estás inmersa desde el primer momento.
La gracia de Jesucristo, nuestro Señor,
a quien engendraste en la carne,
que murió y resucitó por nosotros, y que tú siempre nos señalas.
Él es la salvación, para todo hombre y para el mundo.
¡Ven, Señor Jesús!
Venga a nosotros tu reino de amor, de justicia y de paz.
Amén.
Traducción del original en lengua italiana realizada por el director editorial de ZENIT.