Lecturas recomendadas
Gracias, Cardenal
Bernardo Moncada Cárdenas:
Hoy pensaba sumarme a los analistas que registran las elecciones argentinas, u otro tópico viral, cualquier tendencia. He preferido en cambio refrescar esta bella anécdota que espero nos sintonice con el sentimiento y el sentido profundos de Adviento y Navidad en la tradición cristiana.
Con todo y la carga de compromisos y tareas que implicaba ser pastor de dos importantes arquidiócesis venezolanas, o formar parte del colegio cardenalicio romano atendiendo funciones en el Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida, Su Eminencia el Cardenal Porras Cardozo hacía tiempo para siempre acompañarnos en la Navidad de su querida feligresía emeritense. Habitual era disfrutar de su presencia en la Misa de Aguinaldo de la Universidad de Los Andes.
Otro habitual participante allí es el Orfeón de la ULA el cual, desde el momento de la creación de nuestro arzobispo como Cardenal de la Iglesia, solía dedicarle su interpretación de “El cardenalito”, parranda navideña originaria de Puerto Rico. La bonita poesía de esta composición agrada y alegra al Cardenal Porras: “Estando en la cruz nuestro Redentor / a sacarle espinas llegó un pajarito, / manchó su plumaje con sangre de Cristo / y por eso es rojo, y por eso es rojo el cardenalito” y más de una vez lo he visto, conmovido y conmovedor, entonar el coro con los jóvenes de la agrupación.
Evento de mayor importancia, organizado con magnificencia y emotivo regocijo, el pasado diciembre de 2022, fue la clausura del año jubilar arzobispal y trigésimo aniversario como arzobispo de Mérida, organizado para el Cardenal por la directora y personal del Archivo y Museo Arquidiocesanos en la Catedral Basílica. La solemne Eucaristía que antecedió al acto académico fue presidida por el insigne homenajeado; entre las notas que mayor lucimiento aportaron estuvo la participación de la coral Cantus Mensurabilis, creada en este periodo y dirigida por la Maestra Zulay Durán.
Siendo Adviento y estando ya cercana la celebración de la Natividad del Señor, el grupo dedicó al insigne agasajado la composición navideña de Rafael Izaza titulada “El Rocío”, explicando previamente la predilección que nuestro purpurado tiene por su melodía y sus palabras. Cuando la música llenó el espacio y se escuchó “Como el rocío del cielo baja constante, / Cual viene de las nubes lluvia abundante, / Como flores y frutos produce el suelo, / Venga Dios con nosotros, el Dios del cielo…” Su Eminencia Reverendísima, poniéndose de pie espontáneamente, rompió a entonar el aguinaldo, con la emoción de un niño, afinadamente, con la voz que lo caracteriza, invitándonos a seguir su canto.
Quien escribe no podía creer lo que estaba presenciando. Súbitamente, cualquier distancia entre este Príncipe de la Iglesia y su pueblo se hizo nada, era un hombre sencillo y sensitivo, entusiasmado por la música como todos nosotros. Todos los presentes, al principio sin entender el gesto, nos pusimos de pie, para atrevernos a entonar con el Cardenal.
Al pueblo cristiano le caracteriza una gratuidad que intenta imitar la sobreabundancia y la gracia con las que Cristo vino y ha permanecido entre nosotros. Una gratuidad que es fuente de alegría, dentro de los sacrificios, las contradicciones y el dolor. La promesa del Niño nos asegura: “Haré evidente mi presencia en la alegría de sus corazones”. ¡Cuán palpable se hizo esa alegría de la gratuidad cristiana en la espontánea jovialidad del Cardenal y la energía con que impregnó el espacio catedralicio!
Todos los fieles en la Catedral estuvimos radiantes, a salvo de cualquier abatimiento fruto de la dureza de las circunstancias. “Si el Niño está triste se contentará / y si el Niño llora se consolará. / La Virgen lo arrulla con su dulce manto, / y un cardenalito le brinda su canto”. ¡Gracias, querido y cercano Cardenal, por hacer inolvidable el instante cargado de eternidad, ¡por habernos conmovido con su canto!.-