Lecturas recomendadas

A propósito del III Domingo de Adviento 

Evangelio: Juan 1, 6-8. 19-28

 

P. Alberto Reyes Pías, desde Cuba:

 

La vida de un cura es excepcionalmente “plural”, sobre todo si se es cura en Cuba. A lo ya normativo de la vida sacerdotal, un cura en Cuba tiene que ser albañil, mecánico, farmacéutico, jardinero, en fin. De data reciente, tengo una nueva función: soy fecundador de calabazas.

 

Hace un tiempo sembré calabazas. Los frutos nacían y, en pocos días, morían siendo bebés, lo cual me llevó a arrancar las plantas. ¿Para qué tenerlas, si no se lograban los frutos?

 

Hice otro intento, y pasó lo mismo, y hubiese arrancado la planta si alguien no me hubiese hecho una simple pregunta: Padre, ¿usted no fecunda las calabazas? Y me explicó que, dada la escasez de abejas, que son las que deberían hacer ese trabajo, cuando sale una flor hembra, hay que buscar una macho y restregarla contra la hembra, para polinizarla. Eso hice, y en mi patio hoy están creciendo nueve hermosas calabazas.

 

¿Y esto qué tiene que ver con el Evangelio de hoy?

Dice el Evangelio que hubo un hombre llamado Juan, enviado por Dios para ser testigo de la luz y hacer que, por su testimonio, todos vinieran a la fe. Juan significa Dios es amor, y a eso vino Juan, a poner en la vida de la gente que Dios es amor, y que por ese amor hizo nacer a su Hijo entre nosotros.

 

Y esa es también nuestra identidad: poner a Cristo en la vida de la gente, en la vida de los que nos rodean. Alguien puso en mi vida calabazas, y lo agradezco. El Evangelio de hoy nos pide algo que vale mucho más que las calabazas: Poner a Cristo en la vida de la gente.

 

¿Y cómo se hace eso? En primer lugar con el modo de vivir, con las actitudes que ya conocemos por el Evangelio: amar, ayudar, perdonar, servir pero también con nuestra voz, con nuestras palabras.

 

Tal vez tu familia no practica la fe, pero si les pides rezar antes de comer, lo más posible es que lo acepten, y que poco a poco esto se haga tradición familiar. A veces alguien viene a pedirnos un consejo o a plantearnos un problema, y escuchamos, y aconsejamos, pero ¿por qué no decir también, luego del consejo, vamos a rezar, voy a hacer una oración aquí, contigo, pidiendo a Dios por ti? Es muy bueno visitar a un enfermo, y preguntarle cómo está, y ver si necesita algo, pero ¿por qué no decirle también: quieres que rece por ti? Nos gusta recibir la visita de familiares y amigos, y buscamos ser amables con todos ¿por qué no despedirlos con la bendición o, si van a viajar, por qué no decirles: déjame rezar por ti y encomendar tu viaje antes de que te vayas? Solemos levantar en la mañana a nuestros hijos pequeños, y llevarlos a la escuela, y acostarlos al anochecer, ¿por qué no acompañar esto con una señal de la cruz en la frente y una bendición?, ¿por qué no acostumbrar a nuestros hijos a que hagan la señal de la cruz sobre nuestra frente y nos bendigan?

 

Poner a Dios en la vida de la gente es sencillo, y creo que mucha gente, aunque no lo diga, lo necesita, lo espera y lo agradecerá.-

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