Cena con Dios
Beatriz Briceño Picón:
“Tienen su edad las palabras como los hombres que las emplean. Se descoloran, también, por el uso o por el abuso que de ellas hagamos…Como cualquier organismo vivo, las palabras nacen y crecen. La mayoría logra permanencia en el mundo del idioma. Las hay que desdoblan el sentido. Otras pasan a la categoría de inválidas, necesitadas de remozamiento del pueblo y de los escritores; mientras algunas realizan verdaderos ciclos dramáticos”
En las navidades venezolanas no hay cena sin hallacas y, si es posible, pan de jamón, ensalada de gallina, cochino y dulce de lechosa. Pero si en la mayoría de los hogares los homenajeados -el Niño Jesús y sus padres- no pueden faltar, en otros son los grandes ausentes. Esto no deja de ser un drama o un sin sentido. Pero es así y esto nos desconcierta a muchos. Es una cena de Navidad sin Jesús, María y José. Un mundo de festejos sin festejados. Increíble.
Estas Navidades 2023 no solo encuentran un mundo afectado por males morales de todo tipo y por daños climáticos, sino con una guerra irracional en la tierra de Jesús. Las tres religiones del tronco de Abraham -judíos, cristianos y musulmanes- están inmersos en esa catástrofe que afecta a todos. Y esto no puede quedar al margen de las celebraciones de estos días, una de ellas la conmemoración de los 800 años del primer pesebre realizado por Francisco de Asís. Si Dios no está en nuestras cenas, la sociedad ha fracasado. Si el Santa de la navidad de la Coca Cola y la gran feria de las nieves, en vez de tomarse como una fantasía, ocupa el sueño de los niños, algo se resquebraja en la cultura occidental.
La mesa hogareña es el eje de la tierra en todas sus dimensiones, y si se la banaliza, la cultura se pierde. Por eso la cocina es una tarea no solo esencial sino básica para el crecimiento moral y cultural. Y la cocina no se hace importante en un restaurante de cinco estrellas donde el lujo, el negocio y la frivolidad imperan, sino en esos hogares donde en la cena de Navidad está Jesús en todo su esplendor de Niño pobre, humilde, alegre, que invita a la fraternidad, la solidaridad, la convivencia, el respeto a todos, sin ninguna excepción.
El pesebre de San Francisco es una inspiración, aunque sabemos que la pobreza franciscana es una luz, una estrella, pero no el modelo para las familias que siguen a Jesús en medio del mundo. Sin embargo, no podemos desdeñar las enseñanzas que nos da Cristo en el Nuevo Testamento, que van desde la Encarnación hasta la Resurrección, dando gran relieve al nacimiento y la muerte redentora.
La amistad, la fraternidad, la justicia, la paz y tantos anhelos de nuestro corazón no se satisfacen con un regalo que no se inclina frente a ese gran regalo que es Jesús Niño. Siempre me gustó la tradición de los regalos de Reyes que viví tantos años en España, porque de esa forma las distracciones de este tiempo de Amor, no afectan la fiesta central de nuestra fe.
Importante es que no dejemos de enseñar a las futuras generaciones que Navidad es Amor, es sencillez, es amistad, es servicio, es bien común, es gozo… y tantas riquezas más. La Navidad es Cena con Dios, en familia y con amigos. La Navidad es compartir con los más necesitados, es llevar una hallaca a unos que no pueden comprarla, es asistir a la Iglesia cercana para agradecer juntos ese milagro del Dios con nosotros. Navidad son tantas cosas que el corazón nos sugiere en la oración y en los sacramentos. La Navidad es la Novedad que ilumina la historia desde hace más de 2000 años, donde se guardan los grandes secretos de la felicidad eterna.
Importante, también es que no dejemos perder las grandes palabras en el barullo de una sociedad mercantilista, donde impera más el negocio que el sencillo Amor de un Niño recién nacido. Y donde millones de hijos de Dios mueren de hambre y dolor, por el desamor y la desolación que producen las injusticias y las guerras.
Quiera Dios que el próximo año llenemos de novedad y sentido tantas palabras almidonadas o acartonadas. Dios hecho hombre puede descubrirnos para el 2024 otras muchas palabras mal usadas o mal entendidas en este mercado del consumo que ha llegado a destruir hasta la propia naturaleza.-
Beatriz Briceño Picón
Humanista y Periodista