San Cristóbal: Ordenación diaconal de Leonado Vivas
Homilía de Monseñor Mario Moronta
HOMILIA
ORDENACION DIACONAL DE LEONARDO VIVAS
PARROQUIA SAN PABLO DE COLONCITO
22 DICIEMBRE 2023
En nuestra preparación para celebrar la gran fiesta de la Natividad del Señor, hoy tenemos la gracia de Dios de poder realizar la Ordenación Diaconal de LEONARDO VIVAS. Es como un aguinaldo anticipado que nos regala el Señor. Para la Diócesis, ciertamente; pero también para esta hermosa parroquia de San Pablo de Coloncito, la cual con sus párrocos ha sabido acompañar con oraciones y ofrendas materiales la formación de tantos sacerdotes en nuestro Seminario Diocesano.
Los textos litúrgicos de este día nos permiten hacer una reflexión que nos ayuden a entender algunos de los elementos del rito de la ordenación diaconal de Leonardo. Uno primero es el recuerdo, en la persona de Samuel, de la vocación de este muchacho, cuya presentación al templo hoy recuerda la liturgia. Junto al texto del AT, nos conseguimos el del cántico de María, cuando visita a Isabel. Ella ya lleva en su seno al Redentor y proclama su alegría porque el Señor se ha fijado en la pequeñez de su esclava. Ello hace posible que Dios haga sus maravilles y siga manifestando su misericordia de generación en generación.
Leonardo ha sido presentado para su ordenación mediante la petición hecha hace unos instantes. La Iglesia, mediante la voz del Obispo lo recibe para que pueda ser consagrado al servicio del pueblo de Dios. Si bien, ya desde el vientre de su madre, según nos recuerda Jeremías, había sido llamado y destinado para una misión, hoy es presentado, como o fue Samuel en el templo a los pocos días de su nacimiento. Presentarlo en el templo no era un mero protocolo, sino ponerlo en las manos de Dios para que Él haga su voluntad a través de él. Esa presentación, a la vez, conllevaba el reconocimiento de que es Dios quien consagra y bendice.
De igual manera acontece con todo el que recibe el sacramento del Orden. Es presentado a la Iglesia y puesto en las manos de Dios. Es importante destacar esto, ya que muchas personas piensan que la ordenación es como un acto protocolar para “graduar” o darle una “profesión” a una persona determinada. Y no es así. La presentación del candidato al Obispo y a la Iglesia, sintetiza todo el proceso formativo que ha permitido llegar hasta este momento. Como nos lo enseña la Escritura con una hermosa imagen: se presenta la obra del alfarero que ha modelado en la persona del candidato la misión a recibir y la forma como ha de vivirla, su configuración a Cristo el Servidor por excelencia.
Por otra parte, esa presentación requiere de una respuesta de parte del candidato. Al igual que María al ser llamada por Dios para convertirse en la Madre del Altísimo, Leonardo dice “hágase en mí según tu palabra”. Al hacerlo, debe inspirarse en las palabras gozosas del himno de María, el Magnificat. Sin dejar de tener en cuenta las capacidades que el mismo Dios le ha dado, la actitud propia es la de la Madre de Dios: la humildad y sencillez. María canta que el Señor se ha fijado en la humildad de su sierva, para realizar grandes maravillas y hacer sentir la misericordia de generación en generación. Todo el que es llamado y elegido para el Orden sacerdotal en cada uno de sus grados, ha de tener esta misma actitud: su sí es ante la llamada de un Dios que se ha fijado en la humildad de su siervo, la cual le permite reconocer que las obras maravillosas que pueda hacer son por la gracia de Dios. Así, entonces, se hace sentir la misericordia del Dios amoroso de generación en generación.
Las grandes maravillas que hace el Señor no son las que piensa el mundo. No faltan ministros que destacan las obras grandiosas que ellos pueden hacer por sus capacidades gerenciales o por su acendrada autorreferencia.
La humildad no es desconocimiento de los dones recibidos. La humildad es la apertura de corazón para entender que dichos dones son para beneficio de los hermanos. Con esa humildad, enriquecida por una decidida espiritualidad sacerdotal, entonces se podrán ver las maravillas que hace Dios.
¿Cuáles son esas maravillas que realiza Dios a través del elegido y consagrado diácono? Ante todo, la maravilla de seguir haciendo presente la fuerza viva de la Palabra de Dios: el anuncio valiente, acompañado del testimonio personal, produce frutos espectaculares de conversión y fortalecimiento de la fe de tantos hermanos. Si eso no es una obra maravillosa ¿qué podemos esperar del ministerio de un elegido?
Siguiendo la enseñanza de la Iglesia, otra de las maravillas que hace patente el ministerio diaconal es el de la Liturgia. Sabemos que no es un conjunto de ritos superpuestos. La Liturgia es la conmemoración celebrativa de la Pascua del Señor. El Diácono es el hombre de la Liturgia para ayudar a que el pueblo de Dios pueda alegrarse continuamente por la muerte y resurrección de Jesucristo. Una obra maravillosa es, precisamente, el posibilitar que en los ritos y en las acciones cultuales y oracionales, la gente viva, proclame y celebra la Pascua de Jesús. Ayudará a nutrirse al pueblo para que dé testimonio fehaciente de la Resurrección de Cristo.
Asimismo, siendo el hombre de la caridad, el diácono será el hombre del servicio, imitando a su Maestro quien se despojó de su condición y se atrevió a lavar los pies de sus discípulos. En este campo, se seguirá manifestando la acción de Dios. En el ministerio de la caridad operante, el diácono está destinado a ir al encuentro de sus hermanos, en especial los más pequeños, alejados, excluidos y vulnerables para hacerles sentir que tienen la dignidad de los hijos de Dios. Por eso, al igual que los otros ministros presbíteros y obispos, es el hombre al servicio de todos y no de los que más tienen o pueden. La caridad será siempre una de las manifestaciones de las obras maravillosas de un Dios que es Amor.
Al realizar todo lo antes indicado y mucho más, el diácono es un instrumento para que se continúe derramando la misericordia de Dios de generación en generación. Es importante esto. Mejor todavía es algo imprescindible e irrenunciable. Hacer sentir la misericordia de Dios es llenar de la ternura de ese mismo Dios a todos sin excepción. Ternura para apoyar y sostener, sencillez para recibir y acoger, alegría para compartir y alentar, humildad para ser solidario y crear fraternidad… por eso, con este himno de María podemos entender por qué quien recibe el orden sacerdotal en cualquiera de sus grados no es un mero funcionario, un gerente o un “tipo importante”: Porque es del Señor la obra que se pueda realizar en el ejercicio del ministerio.
Nos corresponde hoy y siempre acompañar con nuestra oración a quien será marcado con el sello del Espíritu divino para el servicio del pueblo de Dios en el nombre de Cristo Servidor, a quien se configura. Manifestemos también nuestra alegría por este bello aguinaldo que Dios nos da, de manera anticipada, durante la preparación a la Navidad ya próxima.
Querido hijo:
Siempre manifiestas alegría y disponibilidad. Eres consciente de los dones que el mismo Señor te ha concedido para que puedas ser una auténtico diácono-servidor. Sin embargo, no dejes de lado la humildad y la sencillez. Eres instrumento del amor de un Dios que a través de ti realizará las grandes maravillas de su misericordia. No tengas miedo de tener la disposición del Maestro que nos ha enseñado a lavar los pies de los condiscípulos y hermanos.
No te dejes llevar por los criterios del mundo. A veces, tenemos la tentación de justificar las grandes cosas que desarrollamos por lo que el Papa Francisco denomina la “mundanidad espiritual”. Aférrate a la cruz de Cristo para ofrecerte en sacrificio en favor de los hermanos, y no dudes en ser testigo de la Resurrección para hacer brillar la luz liberadora en medio de tu pueblo.
Que María Santísima te acompañe con su maternal intercesión. También que Pablo, el Apóstol de las naciones, te guíe con sus enseñanzas de autor sagrado y pastor de la grey. Amén.
+MARIO MORONTA R., OBISPO DE SAN CRISTÓBAL