Testimonios

Descarga gratuitamente las visiones de la Beata Ana Catalina Emmerick sobre los Reyes Magos

Ana Catalina Emmerick fue una monja agustina alemana, nacida en 1774, que recibió numerosas visiones sobre escenas de la Biblia, y en particular de los misterios de la Natividad y de la Pasión

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Ana Catalina Emmerick fue una monja agustina alemana, nacida en 1774, que recibió numerosas visiones sobre escenas de la Biblia, y en particular de los misterios de la Natividad y de la Pasión. Los fue relatando al escritor Clemente Brentano, quien les dio expresión literaria. Sufrió las llagas de la Pasión y durante varios años solo se alimentó de la Eucaristía. Murió en 1824 y fue beatificada en 2004 por San Juan Pablo II.

Como en el caso de cualquier visión o aparición, las de Ana Catalina no son materia de fe, pero la Iglesia las considera de gran valor para la meditación del Evangelio. Por ejemplo, sirvieron de inspiración a Mel Gibson para su película La Pasión de Cristo (2004). Se han publicado en volúmenes como La vida oculta de la Virgen María y La amarga Pasión de Cristo, preparados por el mismo Brentano.

Los Reyes Magos según las visiones de la Beata Ana Catalina Emmerick

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El libro que te ofrece ReL, Los Reyes Magos según las visiones de la Beata Ana Catalina Emmerick, ha sido traducido del original alemán por José María Sánchez de Toca (1942-2020), uno de los grandes conocedores de la vida y obra de la religiosa. Forma parte de La vida oculta de la Virgen María, y en él descubrimos quiénes eran los Reyes Magos, cuántos formaban el séquito de sus caravanas, cómo llegaron hasta Belén, el momento de la adoración del Niño Jesús…

Detalles significativos

Ana Catalina describe así la estrella que les guió: «Relumbraba en la noche como una bola de fuego, parecía como la luna de día y no era exactamente redonda  sino como dentada; a menudo la ocultaban las nubes».

Su descripción de los Reyes Magos difiere un tanto de la iconografía popular, que señala a Melchor como el de mayor edad: «Mensor (Melchor), el atezado, que era el más joven, iba delante y le seguían el castaño Seir (Baltasar) y Zeokeno (Gaspar), el más blanco y anciano».

«Vi llegar la caravana al mismo edificio fuera de Belén donde se inscribieron José y María», continúa la Beata Emmerick, quien recuerda los vínculos del esposo de la Virgen con la localidad: «Era la antigua casa solariega de David, de la que todavía existe algún muro. Esta casa había sido también del padre de José. Era una casa grande con otras más  pequeñas alrededor; tenía delante un patio cerrado y delante de él una plaza plantada con  árboles y una fuente. En esta plaza vi soldados romanos, ya que la Tesorería estaba en este
edificio».

Los Magos, quienes tras hablar con Herodes ya habían advertido del peligro que suponía  para el niño, hicieron lo posible por ser discretos: «Cuando la caravana llegó allí, se formó a su alrededor una considerable aglomeración de curiosos. Había desaparecido la estrella y los  Reyes estaban un poco inquietos. Se les acercaron unos hombres que les preguntaron. Les dijeron que el Valle de los Pastores era un buen sitio para acampar, pero tardaron algún  tiempo en decidirse. No oí que preguntaran por el rey de los judíos recién nacido. Sabían que éste era el lugar de la profecía, pero tras la conversación con Herodes temían llamar la  atención«.

Como niños

¿Quieres conocer el relato completo? Lo encontrarás gratis en Los Reyes Magos según las visiones de la Beata Ana Catalina Emmerick, que se estructura en dos grandes capítulos.

El primero, La caravana de los Reyes Magos, les deja llegando a Jerusalén e incluye escenas muy curiosas sobre su caminar y sus acampadas o sobre el paso del Jordán.

Y el segundo, La adoración de los Magos, refleja cómo fue evolucionando el pensamiento de Herodes tras su llegada, hasta formarse su voluntad asesina contra el Niño. Luego nos presenta el emocionante encuentro de aquellos sabios convertidos de repente en los más humildes súbditos: «Las  palabras de los Reyes y de todo su séquito eran extraordinariamente emotivas e infantiles. Se dejaban caer… [y] estaban como completamente arrobados… Con una oración infantil y ebria de amor encomendaron al Niño Jesús los suyos, su país y su gente, su hacienda y sus bienes y todo lo que para ellos tenía valor en la Tierra».

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G. de A.

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