Manuel Herrero, obispo emérito de Palencia: «Se está descalificando a Francisco de una manera inaudita»
"Una cosa es disentir dentro de la comunión, y disentir críticamente, y otra cosa es descalificar"
«Si me llama Francisco, le diría que estoy a su servicio. Si las facultades físicas me acompañan, no tengo problema en arrimar el hombro a la Iglesia y donde sea»
«Todavía no estaba de moda la palabra ‘sínodo’, pero en Palencia ya se venía ejerciendo. Ya hubo uno estando de obispo Nicolás Castellanos, participó mucha gente y despertó mucha ilusión. Y yo lo que hice fue seguir eso»
«Una cosa es disentir dentro de la comunión, y disentir críticamente, y otra cosa es descalificar. Por descontado no estoy de acuerdo con descalificar ni al Papa ni a nadie. Y a raíz de la declaración Fiducia Supplicans, tristemente se ha manifestado que ahí había ya algo, una especie de grano con pus, y ojalá el reventar de ese grano sea para bueno para la salud»
Obispo emérito desde hace unos pocos días de Palencia, Manuel Herrero emprende una nueva fase volviendo adonde lo fueron a buscar para ser pastor de la sede castellana, a su Cantabria natal, a su comunidad de agustinos y cerca de su familia. Dice a Religión Digital que se va sin morriña, pero tampoco tenía prisa por salir de allí y que, si el Papa le llama, está a su servicio donde le diga.
En Palencia apostó por la sinodalidad -que allí ya conocían con obispos como Nicolás Castellanos- antes de que esta palabra se hubiera puesto «de moda» en la Iglesia. Y se va también escandalizado con las críticas y descalificaciones a Francisco, que considera «inauditas» y que espera que «no duren mucho», porque, subraya, «una cosa es disentir dentro de la comunión, y disentir críticamente, y otra cosa es descalificar».
Usted ha dicho que, cuando vino como obispo a Palencia, lo primero que se planteó fue ‘escuchar, conocer y trabajar con los demás’. Dígame, de lo que escuchó, ¿qué es lo que más le llamó la atención y lo que más le ha estado acompañando a lo largo de su ministerio en esta diócesis?
Escuché a todos, no solamente a los sacerdotes, también a los laicos y a los religiosos. Y vi la necesidad sentida de avanzar, de caminar juntos. Y fue lo que más me caló. Esto es lo que yo, a lo largo de estos años, he intentado hacer. Escuchar, sí, pero lógicamente conociendo. Porque solamente conociendo a las personas y las situaciones se puede trabajar juntos en un proyecto de evangelizador. Sabía también que venían de celebrar un sínodo y yo quería sumarme a esa corriente.
¿Y con qué se queda de lo que ha conocido de estas gentes y su diócesis en estos casi ocho años de servicio?
Con que son gente buena, noble. Decía Santa Teresa que son de buena masa y de mucha calidad. De la mejor que había encontrado ella. Y mi experiencia es también la misma. Buena gente en una diócesis pequeña, afectada por el envejecimiento y la baja natalidad. Y la mitad de la población, en la ciudad, y el resto, en pueblos pequeño, con poca industria en la provincia, lo que hace que los jóvenes se tengan que marchar, porque aquí no hay trabajo, y eso se nota.
Nos queda el tercer aspecto: “Trabajar con los demás”, que suena a sinodalidad, ¿no? ¿Lo ha conseguido?
Sí, suena a sínodo, y así ha sido. Todavía no estaba de moda esa palabra, pero aquí ya se venía ejerciendo. Ya hubo uno estando de obispo Nicolás Castellanos, participó mucha gente y despertó mucha ilusión. Y yo lo que hice fue seguir eso. Por ejemplo, cuando a uno de los vicarios, Antonio Gómez Cantero, le hicieron obispo me vi en la necesidad de nombrar un sustituto. ¿Cómo lo hice? No por real decreto, sino pidiendo, haciendo una consulta a todos, pero para ese cargo y para los demás.
O sea, que a usted lo del sínodo del Papa Francisco sobre la sinodalidad no lo ha pillado para nada, desprevenido…
No, ¿sabes por qué? Porque yo soy agustino, y los agustinos, como carisma, vivimos y tratamos las cosas en comunidad. De hecho, como detalle, entre nosotros, el superior, que no se llama así, es el prior. De tal manera que, por ejemplo, el prior general está sujeto al capítulo general. El prior provincial, al capítulo provincial. Y el de una casa, sujeto al capítulo local. Y ahí es donde se marcan líneas y donde todo el mundo tiene que arrimar el hombro, ejecutar y después, lógicamente, evaluar.
Lleva unos pocos días como emérito. Cuando un obispo pasa esa situiación, ¿lo hace con alivio o con un punto de morriña?
Yo hubiera seguido más, si hubiera sido el deseo de Roma. Pero tampoco morriña, no. Sencillamente, afrontar la realidad. Viene otro obispo y hay que dejar de trabajar, y si quiere preguntarme algo, que lo pregunte, y ya está. Pero nada más. Un día de estos ya me mudo a Santander, donde está mi comunidad de agustinos y mi familia, y dejo el campo libre para un obispo nuevo.
Quizás le llame Francisco para un nuevo servicio, como ha hecho ya con otros eméritos, se ve que buscando la madurez que no siempre se encuentra en otros más jóvenes. ¿Le diría que sí?
Pues si me llama, le diría que estoy a su servicio. Si las facultades físicas me acompañan, no tengo problema en arrimar el hombro a la Iglesia y donde sea.
Usted ha sido nombrado obispo por Francisco y desempeñado ese servicio durante buena parte de su pontificado. ¿Recuerda algún otro donde un Papa haya recibido tantas críticas y descalificaciones desde dentro?
Todos han recibido su parte de cruz. A Pablo VI también le pusieron pingando, y a Juan XXIII cuando convocó el concilio, y a los otros igual. Y a Francisco, sobre todo de una manera por descontado inaudita. Pero así es la realidad.
¿Qué le parece que algunos obispos y sacerdotes se nieguen a acoger algunas disposiciones doctrinales emanadas de su magisterio, como es el caso de ‘Fiducia Supplicans’?
Que una cosa es disentir dentro de la comunión, y disentir críticamente, y otra cosa es descalificar. Por descontado no estoy de acuerdo con descalificar ni al Papa ni a nadie. Y a raíz de la declaración Fiducia Supplicans, tristemente se ha manifestado que ahí había ya algo, una especie de grano con pus, y ojalá el reventar de ese grano sea para bueno para la salud.
Y si usted le pidiese una bendición pastoral como las que contempla esa declaración vaticana, ¿qué haría?
Hace unos días, con motivo de la festividad de San Antón, en muchas ciudades se bendijeron animales y mascotas, incluso culebras… Pues, lógicamente, yo creo que la bendición no se debe negar a nadie. Porque primero es ‘decir bien’ de la persona e invocar sobre ellos la protección de Dios. Eso me parece. Pero la bendición, sobre todo, es ‘hacer bien’. ¿Y cómo hacer el bien? Pues acogiendo a todos, aunque no se comparta ni la ideología ni la vida, sino sencillamente acogiendo, porque somos hermanos.
¿Qué sensación le deja esta polémica? ¿Cree que hay motivos para que se resienta la comunión con el sucesor de Pedro?
Espero que esto sea como una especie de fiebre, ¿sabes? O que hemos tenido ahora un repunte con el invierno, con el frío. Y espero que eso dure mucho y que la comunión se restablecerá de nuevo en lo fundamental, porque la unidad de la Iglesia no significa uniformidad. También se admite e integra la disparidad. ¿
El domingo 14 de enero celebró su misa de despedida en la Catedral de San Antolín, la Catedral de Palencia. ¿Y ahora qué?
Vuelvo de donde vine, a Santander. Yo soy agustino y vuelvo a la comunidad. Y vuelvo para integrarme allí y hacer lo que me digan que puedo colaborar. Y le diré también al obispo nuevo de Santander, Arturo Ros, si le puedo echar una mano, no al cuello, porque no quiero ahogar a nadie, sino ayudar si lo considera preciso. Y si puedo. Y quiero también estar en Cantabria, cerca de mi familia.-
José Lorenzo/RD