Julio César Arreaza
A Maria Corina la inhabilitan, fuera de toda norma, porque está de primera en las encuestas. Ganó las primarias por aclamación del 93%.
Se desbocan los sabios que, generosamente concedemos, llegan al 1%, afanándose por asumir, como prostitutos, corrijo sustitutos, una candidatura que no les corresponde, porque no los favoreció la soberanía popular, para pelear por el segundo lugar. Gente que siempre sirvió a caudillos y ahora hacen arcadas contra el personalismo de una candidatura revestida de fervor popular.
El liderazgo es intransferible. Los bates quebrados, con déficits de dignidad y grandeza, se lanzan de una al Plan B, sin hacer el mínimo esfuerzo y conducta coherente de defender el Plan A, que representa la voluntad del pueblo por el cambio político tan deseado.
Los venezolanos comparten una agenda grande de cambio frente al desastre destructor del socialismo del siglo XXI, que arruinó, material y moralmente al país, convirtiéndolo en un erial, por su corrupción genética e incompetencia absoluta, reflejada en su ausencia de gestión en estos 25 años.
El país se mueve y guía por la agenda grande de rescate de la vida republicana, mientras las viudas del G4 y alacranes se afanan por la agenda chiquita de sus mezquinos intereses.
El objetivo del sustituto contraviene el cambio decretado por la soberanía popular. La usurpación reconoce, a voz en cuello, que no gana por las buenas y confiesa el fraude electoral abierto. No quiere ceder el poder y se niega a la alternabilidad democrática.
Con la írrita inhabilitación de María Corina pretende, otra vez, robarse las elecciones, como en 2018. La depravación judicial que inhabilita, ahora secuestra y desaparece a cuatro cabezas de comando de campaña de la que será presidente de la república en 2024, mediante elecciones libres y limpias.
En estos 25 años, sin descanso y con tranquilidad de espíritu, la mayoría ha sido muro de contención contra la barbarie desatada.
No se puede ignorar la decisión de la gente y quitarle sus derechos políticos.
Constituye un signo de los tiempos una insuficiencia de las virtudes; una élite con armas, bagajes y títulos se entregaron para que los aplasten. El final del hombre es cuando cae en el cinismo.
Viendo en perspectiva histórica estos 25 años de chavismo criminal, coincidimos con la opinión sobre que Rafael Caldera aquel 4F interpretó el humor social, pero desatendió el magisterio republicano que enarbola la verdad, advierte, corrige y denuncia. Hay que romper cuando hay que romper y no lo hizo con el golpismo.
Se perdió el encuadre institucional. Y se favoreció el delito contra la integridad de las instituciones.
La norma es un referente y deploro, como republicano y jurista, que no se haya aplicado la ley. Hizo falta la sentencia: usted mató, violó su juramento militar y atentó contra la república. No hubo cierre histórico del crimen cometido con la sentencia que se dejó de dictar. Era necesaria para declarar la verdad histórica.
La rompió posteriormente la entonces Corte Suprema de Justicia con la violación de la Constitución vigente de 1961, que permitió, bajo una Constituyente no contemplada, el desmontaje del Estado por el felón Chávez. Prevaleció, malo, malo y malo, lo personal por encima de lo institucional. Momento de flacidez de compromiso con el país y de cuadratura, sin querer queriendo, con la ignominia. David Morales Bello, jurista y político valiente, alzó su voz y pidió sentencia contra los insurrectos. El paso del tiempo irá colocando las cosas en su justo lugar.
No se pude normalizar la violencia y asumirla como parte del paisaje. Jamás nos acostumbraremos a un ecosistema criminal y hacemos acopio de resistencia, insistencia en la virtud y en la defensa de la verdad. De derrotar al miedo, la persecución y la violencia.
¡Libertad para Javier Tarazona, los policías metropolitanos y los hermanos Guevara! ¡No más prisioneros políticos, torturados, asesinados ni exiliados!.-