¿Periodismo?
¿Qué pensar, por ejemplo, de un comunicador social que dijera: “para ser líder es necesario matar gente”?
Macos Villasmil:
Vivimos una época en que los copiosos cambios que están ocurriendo en la comunicación social no parecen tener límites, fronteras ni controles. Y no necesariamente para bien.
En palabras del periodista y escritor Arturo Pérez-Reverte “las redes sociales están matando al periodismo”.
Para algunos ¿muchos? las ágoras mediáticas, las redes sociales son plataformas de lanzamiento de sus prejuicios más oscuros y fieros.
Pérez Reverte ha señalado que «los periodistas y los grandes periódicos» deben ser los intermediarios, el eslabón, el puente entre los hechos y su interpretación. ¿Pero qué pasa cuando las opiniones y prejuicios son considerados hechos, cuando el comunicador establece una diferencia entre el bien y el mal en función de una agenda política autoritaria?
¿Qué pensar, por ejemplo, de un comunicador social que dijera: “para ser líder es necesario matar gente”?
Entra en escena Tucker Carlson.
Tucker Carlson es un norteamericano que sólo ve el mundo en blanco y negro, buenos (él y los suyos) y malos (todos los demás). Entre los buenos estaba Fox News y su periodismo amarillista (donde Carlson se hizo popular entre los MAGA hasta que lo botaron pocos días después del acuerdo por el que Fox News aceptó pagar 787 millones de dólares a la empresa canadiense Dominion Voting Systems para evitarse un juicio por difamación por difundir la gran mentira de Donald Trump, que aún se niega a reconocer su derrota en las elecciones presidenciales de 2020). ¿Por qué fue despedido? el asunto es que Carlson no salía bien parado de la lectura de miles de mensajes privados durante los últimos meses de 2020 que se hicieron públicos en la demanda de Dominion contra Fox. En ellos, Carlson rechazaba las mentiras electorales de Trump y sus abogados; y decía que odiaba “apasionadamente” al aún presidente.
Lo cierto es que Carlson fue, por mucho tiempo, el gurú mediático de Trump. Entre sus opiniones más polémicas están que el cambio climático es una gran mentira, o que en Estados Unidos no existe racismo.
Luego de su despido, independiente y con una página semanal en X (antigua Twitter) el hombre hace poco se fue a Rusia a entrevistar a Vladimir Putin, otro de sus ídolos. Una entrevista absolutamente deplorable.
A consecuencia de ella miembros del Parlamento Europeo anunciaron que Carlson podría recibir sanciones por “ayudar al criminal de guerra” y dictador ruso Vladimir Putin. Carlson simplemente le puso su programa a la orden para que difundiera todas sus falsedades. Lo más revelador de la entrevista fueron los temas que el supuesto periodista no planteó.
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Un miembro del parlamento europeo advirtió a Carlson que “debía recordar que Putin no es sólo el presidente de un país agresor, sino que es buscado por la Corte Penal Internacional y acusado de genocidio y crímenes de guerra”. «Si Putin tiene algo que decir, debe decirlo frente a la CPI”.
Luego del asesinato de Alexei Navalny, Liz Cheney, excongresista hija del vicepresidente republicano Dick Cheney, tuiteó:
“Esta es la Rusia de Putin, @TuckerCarlson, y usted se ha convertido en un tonto útil al servicio de Putin.”
Luego de retornar a su tierra el periodista publicó un video en el que destacaba los supuestos esplendores de Rusia bajo el liderazgo de Putin; en su opinión Rusia es mejor país que EEUU. Incluso señaló que regresó maravillado por lo limpio que es el metro de Moscú. Putin asesinando niños, mujeres y ancianos y Carlson arrobado por la Rusia putiniana.
Si bien dio unas declaraciones criticando la muerte de Navalny, no se ha desdicho totalmente de la afirmación ya mencionada arriba: “para ser líder es necesario matar gente”. Ahora ha afirmado que no se refería a Navalny. O sea que Putin podía matar a quien quiera, como a tantos periodistas rusos asesinados, pero no a Navalny. ¿Quién entiende tanta estupidez y cinismo?
Los amigos y seguidores de Putin en los EEUU, como Trump, Tucker Carlson y los dirigentes republicanos MAGA en el parlamento olvidan algo fundamental (que ha señalado con acierto Fernando Mires): “Desde el punto de vista de la cronología histórica, el asesinato de Navalny marca un punto de transición en Rusia. Ese punto es el que convierte a una dictadura personalista (la de Putin) en un sistema totalitario como fueron el estalinismo y el nazismo”.
Merece mencionarse que al momento de escribir estas líneas, Donald Trump solo hizo referencia a la muerte de Navalny para victimizarse una vez más, sin condenar, ni siquiera mencionar, a su amigo Putin.
No hace tanto tiempo, Ronald Reagan exigía a Moscú que derribase el muro de Berlín. Hoy, Donald Trump anima a Putin a atacar Europa.
Pasemos ahora de la oscuridad a la luz.
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Oriana Fallaci fue considerada con justicia, en las últimas décadas del pasado siglo y en los comienzos del actual, la más importante periodista del mundo. Podría afirmarse que las palabras periodismo y Oriana Fallaci eran sinónimos. Tenía un estilo que combinaba preguntas directas con la exigencia de respuestas sin evasivas ni falsedades.
Nació en Florencia, en 1929, y falleció en 2006. Fue la primera mujer italiana corresponsal de guerra. Como escritora de doce libros, vendió millones de ejemplares en todo el mundo; como periodista ganó un gran prestigio internacional especialmente por sus entrevistas a famosos. A lo largo de su trayectoria Fallaci entrevistó a diversos personajes prominentes de la política como Henry Kissinger y Muamar El Gaddafi o a grandes representantes de la cultura como Federico Fellini y Salvador Dalí.
Es muy recordada su entrevista con el Ayatola Khomeini. Cuenta Cristina de Stefano en una biografía de Fallaci que ella aceptó ponerse el chador para el encuentro; «cuando Jomeini, irritado por sus preguntas sobre la condición femenina en Irán, hizo una broma sarcástica –«si no le gusta el vestido islámico no está obligada a llevarlo; el chador es para las mujeres jóvenes y respetables»–, Oriana reaccionó quitándose el chador con un ademán rabioso. Se organizó un buen lío. Jomeini, que no aceptaba estar en presencia de una mujer con la cabeza descubierta, huyó de la habitación».
De vivir hoy, Oriana Fallaci probablemente habría detestado tanto la cultura woke como la posverdad conspiranoica de la extrema derecha populista.
Oriana Fallaci significa ética y periodísticamente lo opuesto a Tucker Carlson.
El legado de ella está presente en todo lo extraordinario del actual periodismo enfrentado a tiranías dantescas de todo tipo, como el periodismo en Venezuela, en Cuba, en Nicaragua, y por supuesto, en Rusia. La de Putin, y sus admiradores como Donald Trump y Tucker Carlson.-
El Venezolano