Bienaventurados
Rosalía Moros de Borregales:
En la Biblia, en dos de los 4 evangelios del Nuevo testamento encontramos el llamado Sermón del Monte, el discurso más largo y lleno de enseñanzas dado por Jesús de Nazaret. Desde el punto de vista de la oratoria un discurso magistral, con una estructura coherente en la cual todos los elementos que lo conforman se expresan con congruencia, acordes con todas las enseñanzas en forma de parábolas que Jesús venía enseñando a lo largo de su recorrido por Galilea. Un mensaje de expresiones enlazadas, cohesionadas entre sí, las cuales expresan el significado más profundo del carácter cristiano.
El término “bienaventurado” proviene del hebreo Ashrê que significa contento, feliz, prosperado, bendecido por Dios. Una palabra que expresa una condición muy especial ya que de las 44 veces que aparece en el Antiguo Testamento, 40 se encuentran en pasajes poéticos, 26 veces en los Salmos y 8 veces en Proverbios. Por una parte, en el libro de los Salmos encontramos ejemplos como en el Salmo 65:4: “Bienaventurado el que tú escogieres y atrajeres a ti, para que habite en tus atrios; seremos saciados del bien de tu casa, de tu santo templo”. En el Salmo 33:12, encontramos esta perla: “Bienaventurada la nación cuyo Dios es el SEÑOR, el pueblo que Él escogió como heredad para sí”.
Por otra parte, en el libro de los Proverbios encontramos tesoros como los siguientes: Proverbios 3:13-14: “Bienaventurado el hombre que halla la sabiduría, y que obtiene la inteligencia; porque su ganancia es mejor que la ganancia de la plata, y sus frutos más que el oro fino”. Y en Proverbios 16:20 encontramos: “El entendido en la palabra hallará el bien, y el que confía en el SEÑOR es bienaventurado”. Así pues, el término “bienaventurado” expresa el estado de gozo y de favor que experimentan aquellos que son bendecidos por Dios en diferentes aspectos de su vida.
Aunque no necesariamente la Biblia se refiere a este término en semejanza al adjetivo “feliz”, que podríamos usar en la actualidad, ya que tanto en las bienaventuranzas expresadas en el Sermón del monte, así como algunos otros pasajes en el libro de Job, la condición del bienaventurado no es de “felicidad” según nuestros criterios de hoy. Más allá de un estado anímico circunstancial, la palabra bienaventurado expresa la bendición que significa el hecho de que Dios te vea, te corrija, defienda tu causa y te acompañe en medio de tu aflicción: “He aquí, bienaventurado es el hombre a quien Dios castiga; por tanto, no menosprecies la corrección del Todopoderoso. Porque él es quien hace la llaga, y él la vendará; Él hiere, y sus manos curan”. Job 5:17-18.
En la etimología de nuestra lengua castellana necesitamos descomponer esta palabra en los diferentes términos que la conforman: Primero, la palabra “bien” proviene del latín “bene” y éste de “bonus” que significa “bueno”. Segundo, la palabra “aventura” que proviene del latín “adventura” que se refiere al futuro, a lo que ha de llegar en tiempos venideros, pero que esperamos con matiz de incertidumbre. Y tercero, el sufijo “ado” que significa recibir la acción de otro. Por lo tanto, la persona “bienaventurada” que hoy se encuentra en una condición “determinada” recibirá lo bueno que llegará en un tiempo futuro por la acción de Dios.
Cada bienaventuranza expresa en su primera parte una condición determinada de un grupo de personas. Y en su segunda parte, muestra la bendición que vendrá por haber sufrido esa condición específica o haber tenido una actitud especial delante de Dios y del prójimo. Por ejemplo, son bienaventurados los que se encuentran en la condición de estar llorando, porque ellos serán consolados. Son bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia; es decir, los que padecen la injusticia, porque ellos serán saciados en su hambre y en su sed. En otras palabras verán y experimentarán la justicia.
La palabra griega usada en el Nuevo Testamento para “bienaventurado” es “makarioi” que originalmente se usaba para dirigirse a los dioses y luego a los muertos que habían sido bendecidos por los dioses. La raíz “mak” significa hacerse largo en el el tiempo. Luego “makar” era hacerse largo en el tiempo en un estado afortunado. Según los historiadores, este era el uso que le daba Platón. Más adelante se referiría a todo aquel que tenía buena suerte en general.
Algo muy curioso y profundamente significativo es el vocablo hebreo para la palabra bendición, “barak”, cuya raíz significa “rodilla”. Lo cual nos revela que el “bendito” o “bienaventurado”; es decir, el receptor del favor de Dios ha estado previamente arrodillado ante el Altísimo, física o espiritualmente, en la actitud de un corazón contrito y humillado como lo expresa el rey David en el Salmo 51:17 “Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado; al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios”.
Precisamente, la primera bienaventuranza en el Sermón del monte: “Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos”, se refiere a aquellos que reconocemos nuestra pobreza espiritual, que sabemos que carecemos de recursos en nuestro espíritu para alcanzar a Dios. Aquellos que sabemos que sin Dios nada podemos hacer y, por lo tanto, con un corazón contrito y humillado venimos delante de Dios reconociendo su grandeza y al mismo tiempo nuestra pequeñez; reconociendo su poder y al mismo tiempo nuestra debilidad; reconociendo y aceptando a Jesucristo como nuestro Señor y único Salvador.
La primera bienaventuranza nos abre la puerta para el gran encuentro con Dios en nuestra vida. Es un reconocimiento a los que humildemente nos acercamos a Dios para recibir su favor. Es un enaltecimiento a los que han dejado el orgullo humano atrás para venir en busca de la ayuda divina. Es un beso para los que se han bajado del pedestal de la soberbia y se han puesto sobre sus rodillas con el corazón doblegado ante su presencia. Es una revelación de que la condición específica de ser pobres en espíritu nos dará la promesa de la bendición del reino de los cielos como heredad.
“Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.”. Mateo 5:3.-
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