Venezuela y Cuba, una simbiosis en quiebra
El castrismo y el chavismo siembran el miedo al futuro, mientras que los opositores resaltan su creciente fe en el porvenir de una verdadera revolución democrática
Marcos Villasmil:
Desde hace tiempo la mayoría de las noticias que se producen en los ámbitos gubernamentales cubanos y venezolanos son un listado de desastres y debacles. En términos beisboleros sus equipos de gobierno no batean ni siquiera .100.
Lo que mantiene en el poder a las tiranías respectivas es la violencia, y su voluntad de usarla sin discriminación ni sosiego.
Si dejaran votar en elecciones plurales y transparentes a sus ciudadanías no tendrían chance de ganar.
Un hecho característico de la sociedad cubana es que en un siglo ha vivido bajo los tres sistemas de la contemporaneidad: el colonialismo, el capitalismo y el socialismo real. ¿Sus tres protagonistas? La metrópoli extranjera, el mercado y el Estado. Nunca el pueblo ha sido protagonista.
El gobierno de Cuba ha querido, sin éxito alguno, ejecutar un acto paradojal: mantener una decadente cohesión social signada por el control férreo de la sociedad por parte del aparato estatal, sin permitir mayores disidencias, asimismo fracasando en hacer rentable una economía inviable y arruinada. Y es que esta vieja y fracasada revolución, en su senilidad, no acierta a reconocer que su pasado es sólo un fragmento de una realidad -comunista- que nunca debió ocurrir.
El actual jefe de gobierno, Miguel Díaz-Canel, no tiene base de poder propia. Por su currículo, puede verse que ha sido un burócrata obediente, algo necesario para sobrevivir en las mesetas del poder castrista. Ahora bien, en estas cosas de los designios a distancia un ejemplo emblemático históricamente hablando ha sido Francisco Franco.
Para Franco, todo debía quedar “atado y bien atado”. Por “todo” quería decir la sucesión, la sobrevivencia del régimen, su memoria histórica como el salvador de España de la conspiración judeo-masónica y de las decadentes democracias occidentales. Claro, el problema fue que se atravesó la historia y, primero, el heredero esperable, Carrero Blanco, murió en un atentado de ETA, y luego el nuevo ministro secretario general del Movimiento, Adolfo Suárez, por quien nadie daba un duro (o sea, cinco pesetas) resultó ser quien condujo, contra las apuestas de la mayoría, a España al camino democrático y su posterior inclusión en el concierto de naciones europeas. Suárez fue un reformista convencido de que los cambios podían hacerse sin violencia y con diálogo. Y lo logró.
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Hubo quienes pensaron que Díaz-Canel podía ser el Adolfo Suárez cubano. Pero hay que reconocer que el totalitarismo comunista no es igual, en su fiera adherencia al poder, a un autoritarismo de derecha. Por otra parte, vientos de cambio, lentamente, pero sin interrupciones, se han dejado ver en la isla, especialmente las multitudinarias protestas de julio de 2021, violentamente reprimidas por Díaz Canel y su banda.
Hoy, ante una crisis que ya se denomina como humanitaria (en eso también se parecen a sus cómplices venezolanos) y que sin duda luce terminal, se oyen con insistencia rumores de cambios. La lucha por los mismos no puede cometer un error señalado por el historiador Rafael Rojas: “suponer que estalinismo o comunismo es sólo un espíritu, una mentalidad, un estilo personal de gobernar –o un culto a la personalidad del líder, bastante notable en el caso cubano- y no lo que es, una estructura institucional.”
Los cubanos están a la espera de liderazgos institucionales democráticos que pavimenten el camino definitivo a la libertad.
Por ello, lo que buscan desesperadamente ambas tiranías es una nueva, pero falsa y engañosa legitimidad. Legitimidad, aunque sea de cartón piedra para obtener los recursos financieros extranjeros que les permitan mantener el cerrojo en ambos países. Abriendo rendijas por aquí o por allá, pero lo esencial, el régimen autocrático y militarista, no cambiaría.
El castrismo y el chavismo siembran el miedo al futuro, mientras que los opositores resaltan su creciente fe en el porvenir de una verdadera revolución democrática.
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Castrismo y chavismo han intentado hacer de sus jefes fundadores unas figuras míticas de adoración permanente.
Dentro de sus funciones, un mito tiende a dividir a una sociedad. Sobre todo, si su origen es político. Todavía hay rusos que extrañan a Stalin, o argentinos a Perón.
Nos recuerda Leszek Kolakowski que la fe en un mito no puede obtenerse por convencimiento racional. Además, y para peor, si bien la estructura mítica no sirve para explicar la realidad de forma racional, quien cree en el mito no exige dicha explicación. El mito le basta y sobra.
Sin embargo, algo que al parecer olvidaron Díaz Canel y Maduro es que los carismas míticos no se heredan.
En Hugo Chávez se unieron el siglo XIX y el XXI. Los híper-precios del petróleo sirvieron para reestablecer la chatarra argumental e ideológica del socialismo del siglo XIX, convertido por obra y gracia de la voluntad de un militar golpista en socialismo de Estado.
Es común centrar la crítica al castrismo y al chavismo en sus falencias económicas, pero el daño mayor, el que sin duda alguna será más difícil de solucionar, es el daño antropológico. No hay agenda realmente democrática que no parta del daño antropológico causado por tantos años de desidia, de abandono de ideas, de destrucción institucional, de degradación de la moral y de la ética tanto públicas como privadas. Vivimos en una anomia y una anarquía constantes, porque tenemos un Estado ilegítimo y sin autoridad donde el vicio, la corrupción y la injusticia se dan la mano.
Ambos regímenes tienen décadas en guerra con su pueblo. Ambas tiranías han obligado a millones de sus ciudadanos a emigrar.
En reciente entrevista Jesús María Casal (el inolvidable presidente de la Comisión de Primaria) dijo lo siguiente, que mantiene su vigencia ahora que se sabe la fecha electoral:
«A veces, estoy con mi esposa en algún lugar, y se me acercan personas que no conozco para agradecerme el esfuerzo de estos meses y para decirme que han recuperado la esperanza en el país. Debemos preguntarnos cómo hacer para que esa esperanza en el cambio no vuelva a decaer».
María Corina Machado no es un mito, es una persona de carne y hueso que ha logrado simbolizar las esperanzas y anhelos de libertad y justicia de los venezolanos. Y de octubre para acá ha hecho la labor que se esperaba de ella. Sigamos acompañándola, sin vacilaciones ni desvíos, en la victoriosa ruta hasta el final de la tiranía.
Ante la información dada de que las elecciones serán el 28 de julio, declaró inmediatamente:
«Hoy dado lo que ha ocurrido, que pretenden desconocer los derechos de los venezolanos, serenidad y firmeza, esto es lo que viene y más trabajo que nunca», le dijo la líder de Vente Venezuela a sus seguidores.-
Imagen referencial: DW
América 2.1/El Venezolano