Amar es cuidar
Beatriz Briceño Picón:
Vamos a reflexionar con el título de esta columna. Una oración que parece simple, pero que debe mover el corazón de millones de personas de los cinco continentes. Durante años hablamos en Venezuela de Cuidar es querer. Otras veces dijimos Cuidar es servir y últimamente de Revolución del cuidado, que no es otra cosa que una expresión del verdadero Amor.
Se habla mucho de cuidar la creación, de cuidar la persona y cuidar la naturaleza. Y sabemos que el mundo no se mantiene si no lo cuidamos, si no lo amamos y servimos para lograr ese equilibrio que facilita el verdadero progreso y el bien común. Pero encontramos que en muchas ocasiones no se ha entendido que no hay cuidado sin amor y que no hay amor sin servicio y respeto a la dignidad de la persona humana.
Por eso deducimos que la clave está en redescubrir la antropología filosófica y teológica como camino para reconocer la dignidad de la persona a la que debemos cuidar y amar. Los que parten de una antropología deficiente se incapacitan para percibir lo que realmente es el hombre, varón y mujer, y por tanto no comprenden las dimensiones auténticas de la Revolución del Amor.
Es evidente que el cuidado de la persona es el eje en el que se apoya la construcción de un proyecto social y político de gran alcance. Por eso debemos poner la lupa en las familias y sus hogares que son los nidos donde las personas construyen su identidad y encuentran las raíces que aportan la savia de la tradición y la cultura.
Para servir y cuidar no bastan las enseñanzas de libro o las técnicas que facilitan los trabajos en la familia; hace falta ir a las raíces y a la geografía e historia de cada persona y región. Sin memoria los pueblos y los hombres ponen en riesgo su razón de ser. Tenemos que saber de dónde venimos, dónde estamos y hacia dónde vamos.
Cuidar no es mimar. Es acompañar, iluminar, sostener, dar sentido, transmitir vida, ilusión; es el fruto de l Amor, de la solidaridad, de la justicia, de la caridad social. Los humanos somos vulnerables, por eso nos necesitamos unos a otros, debemos servirnos cuidarnos, mutuamente.
Hay dos ideologías de origen en el mundo contemporáneo: el liberalismo y el marxismo. De la primera deriva el capitalismo (que es principalmente un sistema económico) y del segundo derivan el comunismo y el socialismo (que además de ser sistemas económicos son también sistemas sociales y políticos). Ninguna de las dos ideologías ofrece una antropología real y trascendente, por esto las personas quedan solas en su vulnerabilidad de origen a causa del maltrato e ignorancia de la propia dignidad.
La cultura del cuidado, a la que nos están llamando las voces autorizadas de nuestra sociedad, la haremos entre todos en la medida que se nos haga más palpable la dignidad humana, base de todos los derechos. Solo reconociendo esa dignidad originaria se hace posible promover el cuidado como valor o como profesión. Actualmente van apareciendo muchas labores y trabajos que realizan los cuidadores y cuidadoras. Algunos con poca preparación, otros con mayor formación. Pero en pocos años esa capacitación la recibirán muchas más personas, bien como trabajo profesional, trabajo familiar o social.
Me atrevo a decir, como conclusión, que nuestros proyectos democráticos no serán viables sin el desarrollo de esta nueva cultura del cuidado que tiene que ver con la persona, la familia, el ambiente, la sociedad, la educación y por supuesto con el cuidado del bienestar en todas sus dimensiones, empezando por la vida y alcanzando el bien común.-
Beatriz Briceño Picón
Humanista y Periodista