San Patricio, quien convertido al cristianismo se hizo ‘apóstol de Irlanda’
Cada 17 de marzo, la Iglesia celebra la fiesta de San Patricio (ca. 386 – 461), obispo y misionero. Él, junto a Santa Brígida y San Columba, ostenta el patronazgo de Irlanda, nación cuya identidad e historia fueron forjadas al calor del catolicismo.
San Patricio, arzobispo de Armagh, llevó la Buena Nueva a tierras irlandesas en tiempos de la expansión del Evangelio en la Europa Insular. Ciertamente, el cristianismo ya estaba presente en la isla desde antes, pero no fue hasta la llegada de Patricio que la cultura cristiana pudo difundirse ampliamente y echar raíces. Por eso, este gran santo es llamado ‘el Apóstol de Irlanda’.
Esclavitudes
San Patricio nació en Britania (hoy, Gran Bretaña) alrededor del año 386. Su nombre de pila fue Maewyn Succat. Su padre fue cristiano y ejerció el diaconado. Siendo muy joven su casa fue saqueada por unos vándalos quienes lo llevaron a la fuerza rumbo a la isla vecina, Irlanda, donde fue vendido y obligado a trabajar en condición de esclavo.
Durante los seis siguientes años, Patricio prácticamente vivió a la intemperie, cuidando ovejas, hasta que tuvo la oportunidad de escapar y regresar a casa. Después de haber recobrado su libertad, inició el camino espiritual que lo conduciría al sacerdocio y, posteriormente, en la madurez, a ser ordenado, precisamente, obispo de las tierras en las que sufrió la esclavitud.
Solo gracias a aquellos amargos años de cautiverio, Patricio pudo reencontrarse con su fe -o conocerla de verdad- puesto que no había conservado casi nada de lo que le fue enseñado en la niñez, como él mismo lo admite en sus Confesiones: “Yo no creía en el Dios verdadero”. A pesar de eso, ese Dios al que el santo llamó ‘único y verdadero’ tocaría su corazón y lo rescataría; no solo del poder de los hombres perversos sino de las pesadas cadenas que aprisionaban su alma: “Yo era como una piedra en una profunda mina; y Aquel que es poderoso vino y, en su misericordia, me levantó y me puso sobre una pared”.
Jesús es todo
De Britania Patricio se traslada a las Galias (hoy, Francia) donde empieza a profundizar en el conocimiento de la fe cristiana. Allí es ordenado sacerdote por San Germán de Auxerre. Tras una visión decide deshacerse de sus propiedades y enrumbar de nuevo a Irlanda, donde entendía que Dios lo llamaba a evangelizar.
El número de cristianos en esa isla había crecido, y el Papa tomó la decisión de nombrar un obispo para atender a la creciente comunidad local. Lamentablemente, quien había sido designado para ocupar la sede episcopal falleció de manera repentina y el encargo recae súbitamente en Patricio.
Ya en Irlanda como obispo, San Patricio se enfrentó a los druidas, paganos que controlaban políticamente el territorio insular; también hace frente a los pelagianos,cristianos herejes que por ese entonces confundían a los fieles. El santo, en un contexto tan difícil como este, redobló los esfuerzos por lograr la unidad doctrinal de los católicos, mientras se las arreglaba para mantener el impulso evangelizador por toda Irlanda, construyendo abadías y templos.
Una hoja de trébol
Tradicionalmente se dice que el obispo usó el ‘shamrock’ (Trifolium dubium) -el trébol de tres puntas- para ilustrar a la gente sobre la doctrina y comprensión de la naturaleza divina: Dios es Uno y Trino.
San Patricio solía usar la hoja de trébol para hablar sobre la Trinidad, mediante una analogía entre las tres puntas de la hoja de trébol y las tres personas divinas, distintas y distinguibles, pero que componen una sola realidad. Esto equivale, trinitariamente hablando, a Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo, tres personas y un solo Dios verdadero.
Hoy el shamrock es el símbolo de Irlanda.
La luz que nunca se apagar
Se dice que un Sábado Santo, cuando San Patricio encendió el fuego de la Vigilia Pascual, un grupo de druidas irrumpió en la liturgia e intentó apagar la fogata, sin éxito. Entonces uno de ellos, mientras era expulsado del lugar, exclamó con pesar: «El fuego de la religión que Patricio ha encendido, se extenderá por toda la isla». Aquellas palabras pretendieron ser un lamento, ‘una maldición’ y un conjuro sobre el pueblo, que poco a poco se entregaba a Jesús de Nazaret. Se trataba de una amenaza con una promesa de destrucción.
Sin embargo, con el tiempo, el conjuro trocó en vaticinio en un sentido inesperado: el fuego y su potencial destructivo puede ser también símbolo de la luz de Cristo. Y fue en ese sentido como la ‘profecía’ se cumplió: el fuego del amor de Dios se extendería efectivamente, pero para abrasar los corazones de amor a Dios. La luz que irradia ese fuego permanece vivo hoy, aunque muchos han pretendido apagarlo.
No hay Iglesia sin buenos sacerdotes
Una de las mayores preocupaciones del santo obispo fue la formación de un clero local. Y Dios bendijo su celo pastoral atrayendo a muchos hombres al sacerdocio. El florecimiento de las vocaciones permitió que la Iglesia se organizara con solidez, lo que forzó la presencia de más obispos.
San Patricio influyó positivamente en la reforma de las leyes civiles del país a través de principios propios de la moral católica. El reconocimiento de aquel legado espiritual es indispensable para apreciar la contribución de este santo, como de la Iglesia Católica en general, en la formación de la nación irlandesa y del espíritu británico.
Al final de su vida, San Patricio escribió sus Confesiones -mencionadas más arriba-, obra autobiográfica en la que plasmó sus memorias; tanto las vicisitudes que tuvo como pastor como su sentir sobre el crecimiento del Pueblo de Dios en Britania.
San Patricio fue convocado a la Casa del Padre el año 461 y fue sepultado en Saul, región de Stragford Lough, lugar en donde había mandado edificar la primera gran iglesia de la isla.
El día de San Patricio
La devoción por San Patricio se ha extendido por todo el mundo, de manera particular en los países de habla inglesa, gracias a la presencia de la inmigración proveniente de Irlanda.
En los lugares donde hay comunidades de irlandeses, se acostumbra celebrar con decoraciones y vestimentas de color verde -el color nacional- y se organizan marchas o desfiles que aglutinan no solo a los devotos sino a personas de todas las razas, credos y culturas, como es el caso de la celebración que se lleva a cabo en la ciudad de Nueva York (Estados Unidos).
Allí, por ejemplo, una de las tradiciones más antiguas y celebradas es el desfile por el día de San Patricio (“St. Patrick ‘s Day»), que data desde tiempos coloniales. En sus inicios, el desfile era protagonizado por los irlandeses que formaban parte del ejército británico, quienes solían vestirse de verde y entonaban canciones típicas al son de las gaitas. Ese espíritu ha permanecido en el tiempo y hoy dicho desfile es una de las celebraciones más grandes de la ciudad estadounidense. El color representativo sigue siendo el verde y los participantes -en su mayoría locales- pasan frente a la famosa Catedral de San Patricio.-
Aciprensa