Testimonios

La cruz de San Óscar Romero

"Romero escuchó su llamada y se convirtió en un ejemplo para nosotros"

 

«En la Conferencia de Puebla, en la que participó Mons. Romero, los obispos nos pedían reconocer en los rostros de los débiles y empobrecidos “los rasgos sufrientes de Cristo, el Señor, que nos cuestiona e interpela”

 

«El seguimiento de Cristo muerto y resucitado, unido a los crucificados de este mundo, fue el que llevó a nuestro santo a cargar con la cruz de la solidaridad con los pobres y de la incomprensión de los poderosos»

 

Cuando comenzamos la semana santa, semana mayor como la llaman muchos, justo es contemplar la cruz de Cristo y reflexionar sobre ella. La cruz es sinónimo de salvación para nosotros los cristianos. San Pablo despreciaba todas sus cualidades cuando las comparaba con Jesucristo, “obediente hasta la muerte y muerte de cruz” (Fil 2, 8). La obediencia de Jesús no era seguimiento de una ley sino la aceptación radical del amor del Padre. Un amor que le hacía ver el rostro de Dios en todas las criaturas, con la incondicionalidad de la parábola del hijo pródigo y el padre generoso. Un Dios que “hace llover sobre buenos y malos y salir el sol sobre justos e injustos” (Mt 5, 44-48)  y que nos pide a todos que seamos “perfectos como Dios es perfecto”, amando y sirviendo a todos.

En la Conferencia de Puebla, en la que participó Mons. Romero, los obispos nos pedían reconocer en los rostros de los débiles y empobrecidos “los rasgos sufrientes de Cristo, el Señor, que nos cuestiona e interpela” (Puebla 31 y ss.). Sin duda nuestro santo arzobispo fue de los que insistió en que se mencionaran tantos y tan numerosos rostros de niños, ancianos, enfermos, campesinos… que reflejaban desde el dolor del abandono y la injusticia el rostro del crucificado.

Monseñor Romero

Monseñor Romero

 

Llegaba a Puebla ya interpelado por los rostros sufrientes de sacerdotes y laicos víctimas de una terrible represión en El Salvador. Y el seguimiento de Cristo muerto y resucitado, unido a los crucificados de este mundo, fue el que llevó a nuestro santo a cargar con la cruz de la solidaridad con los pobres y de la incomprensión de los poderosos. Unido a Jesús, obediente también al testimonio de amor que el Señor nos pide, Romero fortalece nuestros corazones para que sigamos las huellas del Maestro.

A todos los que queremos seguir al Señor, Él nos invita a cargar la cruz de cada día y caminar a su lado con los pobres y necesitados. Romero escuchó su llamada y se convirtió en un ejemplo para nosotros. Con profunda libertad cristiana se unió a Jesús, con espíritu profético se convirtió en padre de los pobres, promotor de justicia, defensor de los derechos humanos y “voz de quien no tiene voz para hacer valer sus derechos” (Pastores Gregis 67).

Cargó con la cruz y la Iglesia lo declaró no solo santo, sino también mártir: testigo del amor supremo del que hablaba Jesús cuando decía que “nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos” (Jn 15, 13). Cuando en estos día recordamos la fecha de su martirio, comprendemos mejor la vocación a la que hemos sido llamados. Y cuando esa fecha cae en tiempo de Semana Santa entendemos también mejor que el camino de la cruz y de la generosidad nos lleva siempre a la luz. Esa luz que se convierte en esperanza firme de que a través de quienes cargaron con Jesús la cruz de cada día viene y se acerca a nosotros el Reino de Dios.

Romero

| José M. Tojeira sj/RD

Publicaciones relacionadas

Botón volver arriba