Esta familia misionera venezolana ha dejado todo por servir a Dios
Rafael y Johanny decidieron servir en su comunidad. Son un matrimonio misionero que, ante toda prueba, persisten en su vocación y dan el ejemplo a los demás
¿Estarías dispuesto a dejar todo? Los misioneros son ejemplo del desprendimiento porque ellos dejan todo a la providencia divina, confiando en que Dios les proveerá en el camino.
Esta es la historia de Rafael Herrera, Johanny de Herrera y sus dos pequeños: una familia que decidió seguir el ejemplo de los apóstoles al dejar todas sus posesiones para ofrecer su vida a Cristo. Ellos son parte de la Diócesis de San Carlos, Venezuela, dirigida por el Monseñor Polito Rodríguez.
Han decido ser misioneros en Venezuela, un país azotado por cambios políticos que han causado la pobreza extrema en su población. Algunas fuentes refieren que más de la mitad de los venezolanos viven en pobreza extrema; mientras que algunas elevan esta cifra hasta casi el 80 %.
Además, según ACN, Venezuela experimenta un alto grado de discriminación religiosa y atraviesa por una profunda crisis humanitaria, política y social, no solo económica.
Ser misioneros en donde faltaba la evangelización
Ellos veían cómo en su comunidad hacía falta la palabra de Dios porque los habitantes no recibían formación sobre el catolicismo. Ante la falta de una catequesis firme y de vocaciones sacerdotales, desde que se casaron, ellos recibieron el llamado de ser misioneros de tiempo completo.
«Eso nos conmovió de manera increíble. Al ver a estas personas de cierta manera ‘huérfanas’ y abandonadas por nuestra Iglesia -incluso hasta el punto de formar parte en otras sectas religiosas por falta de la presencia de la Iglesia Católica-, no dudamos en decirle ‘sí’ al Señor».
La familia misionera Herrera Guzmán se encarga de 23 comunidades rurales, en las que evangelizan ayudando en los sacramentos, Misas y catequesis; son los encargados de formar el consejo de Pastoral de la Vicaría y de atender espiritualmente a las personas con dificultades.
Un día con la familia misionera
Ellos viven en la Iglesia, en dos habitaciones que están dentro de área parroquial. Al iniciar su día hacen oración frente al Santísimo y se alistan para llevar a sus hijos a la escuela. Al dejar a sus pequeños, hacen visitas en las casas en donde viven personas que tienen necesidades espirituales.
A la hora de la comida, comparten los alimentos, juntos como familia, ya sea en su casa o en la de alguien de la comunidad. Por la tarde se dirigen a la comunidad que les tocó visitar en ese día para dar clases de Teología Pastoral y, al finalizar, realizan la celebración de la palabra. Si alguien necesita hablar con ellos sobre alguna inquietud, se acercan al terminar.
En la noche cenan juntos nuevamente y tienen un momento de fraternidad familiar. Antes de las buenas noches, Rafael y Johanny hacen oración y planean las actividades del día siguiente.
Las gracias y las críticas de ser misioneros
Aunque es una labor muy bella entregarse a Dios completamente, ellos afirman que han recibido críticas de seres queridos que no entienden lo que realizan. «En un mundo donde el dinero es el motor de todo, el factor económico es el que más les llama la atención a los que nos critican» menciona Rafael.
Sin embargo, al contrario de lo que piensan los demás, ellos han recibido las gracias de la perseverancia y confianza en la providencia.
Hemos recibido muchísimo de parte de Dios, incluso más de lo que podíamos obtener trabajando secularmente en el mundo»
Y añade que hay cualidades que han podido trabajar para enseñárselas a sus hijos, como la fraternidad, la obediencia, la misericordia, el respeto y la humildad.
«En medio de nuestros defectos es Él quien nos ha mostrado cómo debemos educar en el camino de la fe a nuestros hijos, enseñarles la mansedumbre, la obediencia, el amor a Dios, con correcciones acertadas. Cosa que hace mucha falta en el día de hoy, una crianza amorosa, respetuosa y acertada».
Ellos han sido ejemplo para otras familias que han decidido ser misioneras laicas y, actualmente, son tres en su comunidad. Rafael y Johanny animan a otros matrimonios a tener a Dios como el centro de sus vidas.
«Ningún Sacramento se puede vivir sin Dios, pues Él es quien nos creó y que nos sostiene, sin Dios dudamos mucho de que puedan salir victoriosos cuando tengan dificultades matrimoniales y familiares. Les animamos a fundar la base de su matrimonio en el Señor, que fue quien les regaló a su cónyuge y a sus hijos».
Yohana Rodríguez – publicado el 05/04/24-Aleteia.org