P. Alberto Reyes Pías, desde Cuba:
He estado pensando en que nos rodean infinidad de heroísmos
Si no fuera porque, en realidad, es un drama, la situación de Cuba pudiera compararse con una comedia de humor negro.
En el escenario, una obstinada y triunfalista propaganda gubernamental, que insiste en “una Cuba que progresa”, en un pueblo que se eriza de emoción ante sus líderes; en una sociedad llena de fervor revolucionario y de deseos inquebrantables de lucha y resistencia; en un sistema social “del pueblo y para el pueblo”, “de los humildes y para los humildes”.
Detrás del escenario, la realidad inocultable de un gobierno que se ha hecho ajeno a la realidad de su pueblo, que es incapaz de ofrecer las condiciones para una vida mínimamente digna, que es indiferente a los problemas, las carencias y los sufrimientos de la gente. La innegable verdad de un gobierno que ha perdido a su pueblo, que se ha desconectado tanto de las necesidades como de las aspiraciones y esperanzas de aquellos a los que un día, ya muy lejano, juró servir.
En esta grande y terrible obra de teatro, asistimos a la escena de la lucha entre el retoño y el hacha, entre la explosión imparable de la primavera y las botas implacables que buscan, desesperadamente, aplastar cada brote de vida.
Y así, una y otra vez, asistimos a manifestaciones pacíficas y a detenciones silenciosas y discretas, a voces que se alzan y rejas que se abaten sobre esas voces, a personas que se plantan y a órdenes de arresto, a la verdad abierta en las redes sociales y a la amenaza y el amedrentamiento, a carteles desplegados y al castigo implacable al que lo porta… en fin, la lucha desesperada por frenar una primavera imparable, decidida a imponerse después de una larga y devastadora sequía.
Es un drama terrible, pero lo hermoso de esta parte del drama es la multiplicación de los rostros, las oleadas sucesivas de voces que dicen: “Basta”, la expresión continuada y en todas partes de la verdad que nuestro pueblo está viviendo. Rostros, voces, manos… conscientes de los precios que pueden ser obligados a pagar. Definitivamente, nos rodean infinitos heroísmos.
Y esto también es una buena noticia, porque es el mejor antídoto contra los mesianismos terrenos, es lo único que puede salvar a Cuba del caciquismo que ha padecido desde los inicios de su historia. Una Cuba nueva necesita ser plural en todo, pero especialmente en lo político, alejada de los líderes únicos e
incuestionables.
Somos un pueblo que ha cometido muchos errores, pero también un pueblo con una tradición hermosa de heroísmos de todo tipo, y ese espíritu no ha muerto.
Por eso, en muchos sitios, en muchos momentos, siguen surgiendo los gestos y las voces que reclaman la deseada libertad; por eso, a pesar de las hachas y las botas, siguen, y seguirán brotando los tallos hermosos de “pinos nuevos”, esos que, a la larga, terminarán cubriendo la tierra ahora desforestada y muerta.-