Santa Liduvina Virgen, patrona de quienes sufren enfermedades crónicas
Cada 14 de abril se celebra a Santa Liduvina -también Lidvina, Lidwina o Liduina- quien fuera una mística neerlandesa que vivió entre las últimas décadas del siglo XIV y las primeras del siglo XV.
Liduvina tuvo una vida particularmente especial y dura: padeció una grave enfermedad que la acompañó por décadas, dejándola postrada y sufriendo un deterioro paulatino de sus capacidades físicas. Se cree que el suyo es el primer caso de esclerosis múltiple de la historia que ha sido registrado.
A pesar de su dolorosa situación, Liduvina no sólo no perdió la fe, sino que aprovechó sus circunstancias como peldaños para elevar su alma a Dios. Incontables gracias le concedió el Señor, así como a muchas personas a través de ella en virtud a su paciencia, su oración constante y, principalmente, a su corazón generoso, amante del Señor.
La Iglesia Católica la considera patrona de quienes padecen enfermedades crónicas.
Al lado del Señor todo se hace posible
Liduvina nació en Schiedam, Güeldres (hoy Holanda, Países Bajos), el 18 de abril de 1380, en el seno de una familia humilde. Sufrió un accidente a muy temprana edad que dañó severamente su columna vertebral. Abundan las razones para pensar que las secuelas del accidente provocaron otro tipo de dolencias que, a la larga, se hicieron crónicas y que fueron recrudeciendo con el tiempo.
Alrededor de los quince años, Liduvina empezó a sentir los primeros síntomas de la enfermedad que la llevaría a la muerte. Estos pronto la obligaron a vivir postrada en una cama. Fue también durante este tiempo, cuando oyendo la voz de Dios en su interior, aceptó su situación y empezó a hacer de su sufrimiento una ofrenda de amor al Padre por la salvación de los hombres, en especial por quienes viven en pecado constante. En esto descubrió una verdadera vocación, un camino para fructificar y no perderse, uniéndose a la Pasión y Muerte de Cristo.
El peso del dolor
Liduvina también pasó por largos periodos de tristeza que la llevaron a cuestionar cómo era posible que Dios permitiese que se encuentre en ese estado. Un día conoció al nuevo párroco de su pueblo, un santo sacerdote, el Padre Pott, quien le enseñó que Dios siempre “ama más a sus hijos que más sufren”. El Padre Pott le obsequió un crucifijo y le pidió que recuerde constantemente que Jesús estuvo en la cruz, y que se mire a sí misma a través de ese “espejo”, pues estaba convencido de que “el sufrimiento podía llevarla a la santidad”.
Después de un tiempo de angustias y dolores, Liduvina empezó a meditar en la Santísima Pasión del Señor, y le pidió a Él que le diera valor y amor para sufrir por la conversión de los pecadores y la salvación de las almas, siguiendo su ejemplo.
Aunque no se pueda ver la luz al final del túnel
Al cumplir los 38 años comenzaron los episodios marcados por dolores en todo el cuerpo, desde la cabeza hasta los pies -además, brotaron las primeras señales de lo que posteriormente se convertiría en una extensa llaga en la espalda-. Pero, para entonces, Liduvina había conquistado ya una serena alegría y una silente paz, al saberse amada en todo momento por el Buen Jesús. En sus últimos años de vida, dada la dificultad para tragar alimentos, la Sagrada Comunión se convirtió en su único sostén, tal y como lo certifica un documento de 1421, firmado por las autoridades civiles de Schiedam doce años antes de su muerte.
Dios le concedió a Santa Liduvina dones especialísimos: en ocasiones predijo situaciones futuras y muchos enfermos por los que oraba fueron curados. Por momentos caía en éxtasis y Dios le concedía la visión de las realidades celestes.
La victoria final es de Cristo
El 14 de abril de 1433, día de Pascua, la santa se hallaba en oración cuando tuvo una visión de Cristo administrándole el Sacramento de la Unción de los Enfermos. Unos minutos después de dar testimonio de lo que había visto, expiró. Lo último que alcanzó a pedir, con mucha dificultad, fue que su casa se convirtiera en un hospital para los pobres.
Poco tiempo después de su muerte, su tumba se convertiría en lugar de peregrinaje, y un año más tarde se empezó a construir una capilla sobre ésta.
El sacerdote franciscano Joannes Brugmann y el canónigo agustino Tomás de Kempis narraron la historia de la vida de Santa Liduvina y difundieron su devoción. En 1615 sus reliquias fueron trasladadas a Bruselas, aunque en 1871 fueron llevadas de vuelta a Schiedam. El 14 de marzo de 1890 fue canonizada por el Papa León XIII. Su fiesta se celebra el 14 de abril.-
Aciprensa