Lecturas recomendadas

Bajar la esperanza a tierra

Ángel Oropeza*:

«La esperanza es pasión por lo que es posible»
Soren Kierkegaard

Ante la continua tribalización del país, y dada la crónica y creciente incertidumbre sobre su futuro, mucha gente habla de aferrarse a la esperanza. El asunto con la esperanza es que, al igual que ocurre con cierta forma de asumir las religiones, ella puede constituirse en un extraordinario factor de liberación y crecimiento o en un castrante elemento de adormecimiento personal y colectivo.

 

Algunas personas conciben la esperanza como la confianza en que ocurrirá o se logrará lo que se desea. Es esperar que pase lo que se quiere. Sin embargo, desde una acepción mucho más activa, la esperanza es una virtud que se construye, una virtud mediante la cual la persona pasa de la situación pasiva de suceder a la condición activa de existir. Siguiendo a Tomás de Aquino, la esperanza es lo que anima y, por tanto, es inseparable de la acción.

 

Una esperanza mal entendida, en el sentido de simplemente confiar que las cosas van a cambiar o en el sentido mágico optimista de suponer que los cambios que se desean son inevitables, puede ser tan peligrosa como inconveniente. Tal postura, en vez de movilizarnos a hacer cada uno su parte para viabilizar y hacer posible los cambios necesarios, puede conducirnos a una actitud pasiva-contemplativa muy alejada de lo que hoy necesitamos.

 

Václav Havel era un admirador de la obra Esperando a Godot de Samuel Beckett. A su juicio, ella simbolizaba la espera de la gente sin esperanza. Y en su conocido discurso ante la Academia Francesa de Ciencias Políticas, en 1992, hablando de la lucha contra el comunismo checoslovaco, se refiere a ello en palabras que hoy tienen mucho que decir a los venezolanos.

 

Para Havel, se puede esperar de distintas maneras. Una de ellas es la descrita en Esperando a GodotCercados y casi colonizados por el sistema totalitario, los ciudadanos perdían la idea de salida, la voluntad de hacer cualquier cosa e incluso carecían del conocimiento de que se pudiera hacer algo. Perdían la esperanza y con ello la posibilidad de vivir con sentido. Por eso esperaban a Godot. Perdida la esperanza interna, aguardaban la llegada de una salvación incierta desde afuera.Sin embargo, Godot no viene, pues simplemente no existe. No es una esperanza sino una ilusión”.

 

Por el contrario, continúa Havel, existe un tipo de espera basada en la conciencia de que resistir tiene sentido por sí mismo y que se nutre del convencimiento de la justicia moral de lo que se hace. “Este tipo de espera sí tiene sentido. No es una dulce mentira sino una vida difícil junto a la verdad. No es una pérdida de tiempo; al contrario: esperar la germinación de una siembra buena es distinto a pasar el tiempo esperando a Godot”.

 

No se trata de preguntar simplemente qué va a pasar en nuestro país de manera pasiva, como pregunta un espectador que quiere saber cuál es la siguiente escena, como quien supone que los actores son otros o se limita a suponer que la tarea le es ajena.

 

El asumir una postura de esperanza activa es una responsabilidad de todos como ciudadanos. Se trata de priorizar cualquier forma de organización social, vecinal, parroquial, cultural, geográfica o de intereses comunes, que evite el peligro de la individualización estéril de la lucha. Organización que, en la práctica, conduzca a actividades que no sólo incentiven y fortalezcan la movilización democrática, pacífica y constitucional, sino que, al desarrollarlas, sirvan como escudo disuasivo que haga difícil cualquier desenlace distinto al que provenga de la soberanía popular electoral.

 

Nuestro reto es dotar de sentido y contenido a la esperanza, de modo que ella deje de ser sólo un deseo y se convierta en una formidable fuerza que haga indetenible que sea la propia gente -y no nadie más- quien decida su futuro y el de su país.

 

No faltará quien pregunte para qué sirve esto de organizarnos para viabilizar y bajar a tierra la esperanza, dado que -debido a la asfixiante incertidumbre que ensombrece el panorama nacional-  nadie sabe en detalle qué se nos viene. Pero, volviendo a Havel, la esperanza -que es distinta al mero optimismo- no es la creencia en que algo saldrá bien, sino la certeza de que algo tiene sentido y que vale la pena luchar por él. Por eso la esperanza no es un aguardar pasivo, sino una actitud de construcción, de labrar lo que se busca conseguir, de sembrar lo que se quiere cosechar.-

 

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*Ángel Oropeza es psicólogo y doctor en Ciencia Política, profesor titular de la UCAB y la USB y miembro del Centro Arquidiocesano Monseñor Arias Blanco. Su cuenta en X es @AngelOropeza182

Signos de los Tiempos N° 224 (12 al 18 de abril de 2024)

 

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