Bienaventurados los vituperados por causa de Cristo
Rosalía Moros de Borregales:
La última de las Bienaventuranzas pareciera ser una contundente declaración que refuerza la anterior: “Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos”. Mateo 5:10. El Señor Jesucristo cierra las bienaventuranzas enfatizando que todos aquellos que sean vituperados y perseguidos por su causa deben alegrarse y gozarse porque eso significa que su galardón será grande en los cielos. Mateo 5:11. Nos advierte que habrá quienes mientan diciendo toda clase de mal contra nosotros. Es decir, en pocas palabras, que de una u otra forma podemos ser asaltados por la calumnia y la mentira cuando menos lo esperemos.
Según la real Academia de la lengua española la palabra vituperar significa criticar o censurar a alguien o algo con dureza. Nos aporta una lista de sinónimos para ampliar y comprender en mayor profundidad su significado y trascendencia: execrar, reprobar, reprender, recriminar, reprochar, censurar, criticar, denostar y flagelar. Al pensar en el vituperio y quienes lo ocasionan, recuerdo a San Agustín cuando expresó: “Dios no se hace más grande por el conocimiento de quienes lo encuentran, sino que quienes lo encuentran (quienes tienen un encuentro con Él) se hacen más grande por su conocimiento de Dios”.
Y ciertamente, conocer a Dios engrandece nuestra alma; la comunión con lo divino nos hace mejores humanos. Sencillamente, porque fuimos creados a su imagen y semejanza; por lo tanto, estar cerca de Él no solo nos llena el alma hecha a su medida, sino que nos conduce a conocer la grandeza de las riquezas espirituales escondidas en Cristo. “Porque en Él, Cristo, habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad, y en El, que es la cabeza de toda autoridad y poder, ustedes reciben esa plenitud:” Colosenses 2:9.
Sin embargo, conocer esa plenitud la cual va en ascenso en nuestra vida, muchas veces requiere un alto precio de nuestra parte, el precio de ser expuestos al escarnio siendo inocentes, porque aquellos que no conocen a Dios no pueden tolerar a quienes han sido iluminados por Él. El apóstol Juan nos lo explica de está manera: “Y esta es la condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran (son) malas. Porque todo aquel que hace lo malo aborrece la luz y no viene a la luz, para que sus obras no sean reprendidas. Más el que practica la verdad viene a la luz para que sea manifiesto que sus obras son hechas en Dios”: Juan 3:19-21.
Los que están alejados de Dios no solo caminan en la oscuridad sino que no soportan la luz porque les muestra su propia miseria espiritual. Uno de los más grandes males que alguien puede experimentar es ser vituperado, es convertirse en el blanco de mentiras y acusaciones falsas hechas con la intención expresa de causar daño. Construir una buena reputación, un buen nombre es un trabajo de vida, es el resultado de una actitud de integridad en el proceder diario a lo largo de una carrera y una vida de familia o pública. El libro de Proverbios nos dice: “Mejor es la buena reputación que las muchas riquezas, y mejor ser tenido en buena estima que poseer oro y plata”. Prov. 22:1.
A sabiendas de esta gran verdad Jesús advierte a sus seguidores de los riesgos a los que se exponen al creer en su nombre. Significa que nuestros nombres pueden llegar a ser blanco de los dardos de fuego del maligno. No obstante, la actitud de los cristianos debe ser siempre la actitud que nos enseñaron los apóstoles, especialmente el apóstol Pablo: “Pero de ninguna cosa hago caso, ni estimo mi vida para mi mismo, con tal que acabe mi carrera con gozo, y el ministerio que recibí del Señor Jesús, para dar testimonio del evangelio de la gracia de Dios”. Hechos 20:24.
Atravesar por medio del vituperio es terrible, ver como una mentira es creída y aceptada como verdad es una de las peores experiencias de impotencia que se puede vivir. Se requiere de un espíritu elevado, de una fe inalterable, de un amor incondicional, los cuales solo pueden ser provistos por el Espíritu Santo; pues es Dios nuestro defensor y Él promete exhibir nuestra justicia como la luz del mediodía.
“Deléitate asimismo en en SEÑOR y Él te concederá las peticiones de tu corazón. Encomienda al SEÑOR tu camino y confía en Él y Él hará. Y exhibirá tu justicia como la luz, y tu derecho como el mediodía”. Salmo 37:4-6.-
Rosalía Moros de Borregales
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