Pío VII hombre de comunión y caridad en tiempos de luchas y divisiones
Francisco se reunió con peregrinos de las diócesis de Cesena-Sarsina, Tivoli, Savona-Noli e Imola con ocasión del bicentenario de la muerte del Papa Chiaramonti, que estuvo prisionero casi tres años durante la época napoleónica. La memoria de este siervo de Dios, dijo el Pontífice, nos recuerda "el amor a la verdad, la unidad, el diálogo, la atención a los últimos, el perdón, la búsqueda tenaz de la paz y esa sagacidad evangélica que el Señor nos recomienda"
Formación en la abadía benedictina de Cesena, servicio episcopal en las diócesis de Imola y Tivoli, y encarcelamiento en Savona durante la época napoleónica. Éstas son algunas de las etapas que marcaron la vida del Siervo de Dios Pío VII, de quien se conmemora el segundo centenario de su muerte, acaecida el 20 de agosto de 1823. En el marco de las celebraciones por el aniversario, el Papa Francisco recibió en el Aula Pablo VI a peregrinos de las diócesis de Cesena-Sarsina, Savona-Noli, Imola y Tivoli. El Pontífice recordó el gran testimonio dado como pastor por el Papa Bernabé Chiaramonti, nacido en Cesena en 1742 en un período histórico marcado también por profundas convulsiones políticas y sociales.
El Papa Chiaramonti fue y es para todos nosotros un gran ejemplo de buen pastor que da la vida por su rebaño. Hombre de notable cultura y piedad, fue piadoso, monje, abad, obispo y Papa, y en todas estas funciones mantuvo siempre su entrega a Dios y a la Iglesia, aun a costa de grandes sacrificios. Como en el dramático momento de su arresto, cuando, a quienes le ofrecían escapar de su cautiverio a cambio de compromisos respecto a sus responsabilidades pastorales, respondió: «Non debemus, non possumus, non volumus», -bonito, ¿eh? -‘no debemos, no podemos, no queremos’, confirmando, al precio de su libertad personal, lo que había prometido hacer, con la ayuda de Dios, el día de su elección.
Las palabras de Francisco precedieron a la peregrinación de los fieles llegados de Cesena Savona, Imola y Tivoli a la tumba de Pío VII en la Basílica de San Pedro. El Papa indicó tres «valores cardinales de los que Pío VII fue testigo». Son «elementos esenciales», dijo, también para nuestro camino personal y comunitario»: comunión, testimonio y misericordia.
Comunión
El Papa Pío VII, subrayó Francisco, fue «un convencido partidario y defensor» de la necesidad de fomentar la comunión. Un objetivo señalado por el Papa Chiaramonti «en tiempos de luchas y divisiones feroces».
Los disturbios provocados por la Revolución Francesa y las invasiones napoleónicas habían producido y seguían fomentando dolorosas desavenencias, tanto en el seno del pueblo de Dios como en sus relaciones con el mundo circundante: heridas sangrantes tanto morales como físicas. Incluso el Papa parecía abrumado por ellas. Y, en cambio, con su serena y tenaz perseverancia en la defensa de la unidad, Pío VII supo transformar el acoso de quienes querían aislarle y distanciarle, despojándole públicamente de toda dignidad, transformando estas cosas en oportunidades para relanzar un mensaje de entrega y amor a la Iglesia, al que el pueblo de Dios respondió con entusiasmo. Lo que surgió fue una comunidad materialmente más pobre, pero moralmente más cohesionada, fuerte y creíble. Y su ejemplo nos estimula a ser, en nuestro tiempo, aun a costa de renuncias, constructores de unidad en la Iglesia universal, en la Iglesia local, en las parroquias y en las familias: ¡hacer comunión, favorecer la reconciliación, promover la paz, fieles a la verdad en la caridad!
El chismorreo, añadió de pasada el Papa Francisco, destruye la comunión. «En caso de que haya chismorreo -explicó- hay un remedio muy bueno: morderse la lengua».
Testimonio
Otro valor que marcó la vida de Pío VII es el del testimonio:
Hombre de carácter apacible, el Papa Chiaramonti fue un valiente anunciador del Evangelio, con la palabra y con la vida. Decía a los cardenales electores al inicio de su pontificado: «La Iglesia […] tiene necesidad de nuestros buenos ejemplos […]; para que todos comprendan que no es […] en el esplendor […], sino en el desprecio de las riquezas, en la humildad, en la modestia, en la paciencia, en la caridad y, finalmente, en todo deber sacerdotal como se retrata la imagen de Nuestro Creador y se conserva la auténtica dimensión de la Iglesia». Es hermoso lo que dijo… Y de hecho realizó este ideal de profecía cristiana, viviéndolo y promoviéndolo con dignidad en los buenos y en los malos tiempos, tanto personalmente como en la Iglesia, incluso cuando esto le llevó a chocar con los poderosos de su tiempo.
Misericordia
La misericordia es el tercer elemento esencial indicado por Francisco en su retrato del Papa Chiaramonti:
A pesar de los grandes obstáculos que le pusieron en el camino los acontecimientos napoleónicos, el Papa Pío VII concretó su preocupación por los necesitados distinguiéndose con algunas reformas e iniciativas sociales de gran alcance, innovadoras en su tiempo, como la revisión de las relaciones de ‘vasallaje’ que supuso la emancipación de los campesinos pobres, la abolición de muchos privilegios nobiliarios, la «angherie», la regalía, el uso de la tortura, y la creación de una cátedra de cirugía en la Universidad de La Sapienza para mejorar la atención médica y aumentar la investigación.
El Papa Pío VII, prosiguió Francisco, era también inteligente y astuto:
Era un hombre muy inteligente, muy piadoso y astuto. Supo llevar a cabo incluso su encarcelamiento con astucia. A veces enviaba mensajes en su ropa interior y de esta manera era capaz de guiar a la Iglesia, a través de su ropa interior. Y eso es algo hermoso, eso es un hombre que es listo, astuto y que quiere llevar a cabo la tarea de liderazgo que el Señor le había encomendado, eso es hermoso.
Inteligente pero astuto
El Papa Francisco recordó también que Pío VII mostró la misma caridad «hacia sus perseguidores: aunque denunciaba sin ambages sus errores y abusos, trataba de mantener abierto un canal de diálogo con ellos y, sobre todo, les ofrecía siempre su perdón. Llegando incluso a conceder hospitalidad en los estados de la Iglesia, tras la Restauración, ‘a los propios parientes de aquel Napoleón que pocos años antes le había hecho encarcelar y pidiendo para él, ya derrotado, un trato suave en prisión’. Son muchos los valores que la memoria del Siervo de Dios Pío VII nos recuerda: «el amor a la verdad, la unidad, el diálogo, la atención a los últimos, el perdón, la búsqueda tenaz de la paz y esa sagacidad evangélica que el Señor nos recomienda». Será bueno, observó Francisco, reflexionar sobre los valores legados por Pío VII. Y, sobre todo, «hacerlos nuestros y testimoniarlos, para que crezca en nosotros y en nuestras comunidades el estilo de la mansedumbre y de la disponibilidad al sacrificio». Ser mansos, concluyó el Papa, no significa ser «tontos», «sino inteligentes como recomienda el Señor». «Sencillo como la paloma, pero astuto como la serpiente».-