Lecturas recomendadas
A propósito de Pentecostés
El Espíritu sí puede hacer que camine hacia donde me indica el Evangelio, a pesar de mis miedos
Juan 20, 19 – 23
P. Alberto Reyes Pías, desde Cuba:
Celebramos la fiesta del amor de Dios, de Aquel que es fuerza, energía, pasión, concordia, valor… pero que no hace magia, y que actúa desde nuestra naturaleza humana. No podemos menospreciar el poder
del Espíritu Santo, pero no podemos caer en espiritualismos románticos que alimenten pensamientos mágicos que serán luego hechos añicos por la realidad.
¿Puede el Espíritu Santo hacerme superar mis miedos, mi temor a la verdad, a la coherencia, a dar testimonio de mi fe…? Sí… o no. Tal vez mis miedos no se me quiten nunca, tal vez mis miedos vivan conmigo hasta el final de mis días, pero el Espíritu sí puede darme la fuerza para ser coherente a pesar de
mis miedos, el Espíritu sí puede hacer que mis miedos no me secuestren, el Espíritu sí puede hacer que camine hacia donde me indica el Evangelio, a pesar de mis miedos.
¿Puede el Espíritu Santo hacerme experimentar paz interior en medio de ambientes de tormenta, de discusión, de crispación, y hacer que, desde esa paz, sea yo portador de reconciliación y armonía? Sí… o no. Tal vez el ambiente al que llego despierte a mis demonios y espabile a mi dinosaurio interior, pero el Espíritu sí puede hacer que no me someta a mis demonio, que ponga un bozal a mi dinosaurio y que, a pesar de mis llamas avivadas, pueda elegir ser instrumento de reconciliación y concordia.
¿Puede el Espíritu Santo hacer que deje de caerme mal aquella persona que me hirió, que me usó, que me hizo daño? Sí… o no. Tal vez esa persona nunca deje de activarme la producción de bilis, tal vez esa persona siga estando en los favoritos de mi “lista de candidatos a la aplanadora”, pero el Espíritu sí puede
ayudarme a reconocer a esa persona como lo que es: un hermano, y puede hacer que a pesar de mi
superproducción biliar yo tenga la capacidad de decirle: “Estoy aquí para ti, estoy aquí para darte la mano en tu necesidad”.
El Espíritu Santo es el amor que hay entre el Padre y el Hijo, que es tan fuerte que se constituye en una
tercera persona. Por eso es fuerza, por eso es vigor y energía, pero no descarta nuestra naturaleza, no anula
nuestra historia, sino que hace que, desde nuestro presente, sea el que sea, podamos acudir a lo mejor de nosotros mismos, y desde lo que somos, nos permite caminar hacia la vida que queremos vivir, nos permite ser fieles a la llamada profunda de Dios a ser portadores de su rostro para este mundo y convertirnos, para
todos, en una bendición.-