Cardenal Baltazar Porras: «Mis libertades democráticas»
La confrontación y el desencuentro parece estar en primera línea en esta campaña electoral, totalmente atípica, desigual, alimentada con el miedo y la represión, obstaculizando hasta los derechos más elementales
Cardenal Baltazar Porras Cardozo:
El Dr. Rodrigo Guerra, investigador y escritor de larga trayectoria, mexicano, es actualmente secretario de la Comisión para América Latina CAL afiliada al Dicasterio de los Obispos en el Vaticano. Sus reflexiones sobre democracia y libertad tienen aristas interesantes para la reflexión y aplicación a la realidad de cada uno de nuestros países. Este año son numerosos los países del mundo en procesos electorales. Unos más democráticos, otros populistas, y no pocos, con claras restricciones en el ejercicio de respetar la voluntad popular. Existe una contradicción entre la supuesta preocupación y toma en cuenta de la gente y la verdadera motivación que no es otra sino la de permanecer en el poder a costa de utilizar todas las artimañas posibles. Es saludable, discernir, preguntarse desde nuestro contexto la pertinencia de sus cavilaciones.
“Todas las organizaciones políticas tienen en su interior, o en sus periferias más próximas, un “club de radicales”. Siempre existe un grupito que parece estar bien integrado, pero que descubre a través de una singular iluminación, una vocación especial: asediar a los moderados, a quienes buscan el diálogo racional como mecanismo de acuerdo, a quienes intentan construir “el bien posible”, aunque sea modesto. Son el grupo que impide que se hagan “concesiones”, son los que exigen la rígida lealtad, son los guardianes de las esencias”.
“Para ser breves: los extremistas boicotean la viabilidad política, dinamitan los caminos que todos han de transitar, impiden construir”.
La confrontación y el desencuentro parece estar en primera línea en esta campaña electoral, totalmente atípica, desigual, alimentada con el miedo y la represión, obstaculizando hasta los derechos más elementales. No parece que este modo de actuar genere más adeptos, tal vez, busca intimidar y paralizar al contrario. Sin embargo, esta táctica favorece más al que se siente atado, manipulado, sin libertad.
“Lo más grave: expertos en frasecitas absolutas son totalmente ajeno a la vida del pueblo al que desprecian desde una muy palpable actitud de superioridad moral. Instalados en dos o tres ideas, ignoran a qué huele, a qué sabe, de qué color es el caminito democrático”. La propaganda que se ve no tiene parangón en la historia del último medio siglo. Sólo se vende la maldad del otro, la descalificación a priori, la incapacidad tildada a veces de llamamiento a la violencia que no se ve por ninguna parte. La moderación en el ataque a las multitudes de parte de los órganos de seguridad pueden ser producto de “orden superior” o del cuidado de los propios agentes que provienen, como todos, del mismo pueblo y ven en ellos a uno de los suyos.
Más que colocarse en la “primera línea” de batalla, gastan sus energías principalmente en el acecho a sus semejantes, para que no dialoguen, para que no acuerden, desprestigiando así la importancia de construir espacios que permitan lograr un poco de verdad y de bien en medio del caos.
“La democracia es una cultura, no un axioma matemático. La democracia exige aceptar que la pluralidad es constitutiva de la vida en común. No busca acallar al adversario sino ofrecer cauces pacíficos para expresarse y contender. Dicho de otro modo: exterminar al otro no es democrático. El otro merece existir, aunque piense distinto. Lo propiamente democrático es contrastar los argumentos, evitar la concentración excesiva de poder, respetar la dignidad infinita de todos -sin excepción- y trabajar para que se consoliden los derechos y libertades fundamentales que permitan superar las tentaciones del Ché Guevara y de Francisco Franco, tan diversos ideológicamente, pero tan proclives a creer que la verdad puede ser impuesta a costa de la libertad”.
El sustrato democrático de nuestro pueblo se siente ahogado, impedido, por lo que ansía un espacio de libertad en el que temor no sea la espada de Damocles que pende sobre su cabeza. Ser y ejercer la ciudadanía postula un mínimo de espacio para opinar, disentir, proponer, sin estar como Mafalda cuando le preguntaron si practicaba algún deporte de riesgo y contestó, sí, a veces doy mi opinión. Hay detenciones absurdas simplemente por expresar una preferencia.
Debemos estar consientes de qué es lo que está en juego. “El Papa Francisco nos dice: la democracia “requiere la participación y la implicación de todos y por tanto exige esfuerzo y paciencia; la democracia es compleja, mientras el autoritarismo es expeditivo” (4 dic 2021). La democracia necesita demócratas. Urge de hombres y de mujeres apasionados por la dignidad de las personas y por la dignidad del pueblo. Requiere pasión para construir una sociedad más inclusiva, más libre y menos manipulada. Pasión para participar, sin hacerse a un lado, en la definición del destino de nuestras naciones”.
Este es el reto real que vivimos. Hay que optar: lo toma o lo deja. En ello está nuestro destino y el futuro de la familia, de la sociedad, del progreso, del trabajo por el bien de la vida y de la felicidad que pasa por la esperanza que se construye en la tribulación y el sacrificio. Dejemos de lado la comodidad, el egoísmo individualista, el cortoplacismo y trabajemos por la sociedad en paz y concordia, en fraternidad y solidaridad que soñamos y queremos.-
5-6-24
Imagen referencial: Navegápolis