Devociones y tradiciones

Santa María Micaela, quien rescató a muchas mujeres de la prostitución

Cada 15 de junio la Iglesia celebra a Santa María Micaela del Santísimo Sacramento, religiosa española, fundadora de la congregación femenina de las ‘Adoratrices Esclavas del Santísimo Sacramento y de la Caridad’.

“Si el Señor no construye la casa, en vano se afanan sus constructores” (Sal 126)

Santa María Micaela tenía una máxima de vida que pidió colocar en cada una de las casas de la congregación: “Mi Providencia y tu fe mantendrán la casa en pie”. Con esto, la Madre quería que sus hijas fueran siempre conscientes de la necesaria colaboración entre la gracia de Dios y el esfuerzo humano, si es que ha de librarse cristianamente tanto las pequeñas como las grandes batallas de la vida.

Y es que la santa aprendió mucho de esas luchas espirituales porque dedicó su vida entera, con sacrificado espíritu apostólico, a rescatar mujeres de las garras de la prostitución.

Ser noble es servir al vulnerable

Santa María Micaela nació en Madrid (España) en 1809, en el seno de una familia aristocrática. Su nombre completo -extensísimo, por cierto- fue María de la Soledad Micaela Agustina Antonia Bibiana Desmaissières y López de Dicastillo, Vizcondesa de Jorbalán.

A pesar de su condición social, desde pequeña tuvo que afrontar grandes dificultades y dolores: sus padres murieron inesperadamente, su hermana más pequeña perdió la razón tras presenciar una ejecución, mientras que otra de sus hermanas terminó desterrada de España por motivos políticos.

Por algunos años, María Micaela tuvo que acompañar a su hermano mayor mientras este se desempeñaba como embajador -primero en París y después en Bruselas-. Solía madrugar a diario para no dejar de cumplir con sus prácticas de piedad, ir a Misa, y después tener el tiempo suficiente para las obras de caridad entre pobres y enfermos. A partir del mediodía, María Micaela cambiaba completamente de actividad: cambiaba de atuendo y se presentaba en los eventos a los que asistía su hermano, tal y como correspondía a la hermana de un embajador. Asistía a los banquetes diplomáticos y las actividades protocolares, exhibiendo la misma sonrisa, la sencillez y la amabilidad con las que empezaba su día, pues para ella todo tenía que ser hecho con caridad.

Premisa para el apostolado: la dignidad de la mujer

Al volver a Madrid, María Micaela visita el hospital San Juan de Dios acompañada por María Ignacia Rico. En el hospital se encontró con una dura realidad: el nosocomio estaba lleno de prostitutas enfermas de viruela y otras terribles enfermedades.

María Micaela quedó impresionada con aquella condición horrorosa y cruel que sufrían aquellas mujeres. No solo estaban abandonadas, violentadas en su dignidad y rechazadas socialmente, sino que además padecían los dolores y síntomas producidos por las infecciones y carecían de alimento e higiene.

«Cuanto hicisteis a uno solo, el más pequeño de mis hermanos, a Mí lo hicisteis» (Mt 25, 40)

Micaela e Ignacia consiguieron una casita para albergar a aquellas mujeres, la mayoría muy jóvenes, y así empezar a protegerlas, salvarlas del meretricio y redimirlas en su dignidad humana y cristiana.

Semejante tipo de ayuda -impensable para la mayoría- generó habladurías e incomprensiones de parte de la alta sociedad española y, aunque parezca absurdo, también de una parte del clero. La condena social sobre María Micaela se tradujo en un abierto rechazo, incluso de sus amistades cercanas y de algún antiguo director espiritual. La santa, entonces, decide dejar la casa familiar, ubicada en un elegante barrio, e irse a vivir al lado de aquellas a las que había decidido servir como Cristo sirvió a los hombres.

“Mi Providencia y tu fe mantendrán la casa en pie” (Santa María Micaela)

Santa María Micaela fue una mujer de profunda oración, sensible a las mociones del Espíritu Santo y muy obediente. Ninguna de estas cosas le resultaba fácil, pero su deseo de que “la casa se mantuviera en pie” era muy grande. Tuvo distintos y buenos directores espirituales aunque, probablemente, quien mejor la supo acompañar en su itinerario espiritual fue San Antonio María Claret.

Muchas historias dan cuenta del celo que la impulsaba en el cuidado de las almas. Cierto día, por ejemplo, acudió a un prostíbulo decidida a rescatar a una muchacha retenida a la fuerza. María Micaela recibió insultos y golpes, le lanzaron piedras y la agredieron con gestos obscenos. Nada logró disuadirla de su objetivo. María Micaela sacó a la chica abriéndose paso a empellones entre quienes la agredían.

Fundación

La reina de España -enterada de la obra espiritual de María Micaela- mandó llamarla para pedirle consejo. La santa acudió solícita a brindar su ayuda.

En agradecimiento, la reina la apoyó en su proyecto más ambicioso: la fundación de la comunidad de Hermanas Adoratrices del Santísimo Sacramento -congregación cuyas integrantes se consagran a la adoración de Jesús Eucaristía y a asistir a mujeres en situación de riesgo o víctimas de abuso-.

Al encuentro del Señor

La Madre María Micaela socorrió por años a gente enferma sin contagiarse, incluso cuando la peste de tifus negro asoló Madrid. Lamentablemente, en 1865, durante un viaje para ayudar a los enfermos del cólera de Valencia, contrajo la mortal enfermedad y falleció.

La Madre María Micaela murió el 24 de agosto de aquel año. Fue canonizada en 1934 por el Papa Pío XI.-

Aciprensa

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