Opinión

El Cambio, la Inteligencia Emocional y los Extremismos

La moraleja para nuestra coyuntura actual es que, gane quien gane las elecciones en Venezuela, la opción de verdadero cambio no es pasar facturas

José Antonio Gil Yepes:

La inteligencia emocional es un conjunto de conocimientos, actitudes y destrezas que nos orientan hacia lo asociativo, buscando siempre evitar lo disociativo. Si traducimos inteligencia emocional a lo religioso llegamos a lo que nos enseña la caridad cristiana y la compasión budista.

La importancia del sesgo asociativo no sólo la avalan los conceptos psicosociales y religiosos, sino que los estudios empíricos de la efectividad y productividad de los grupos de trabajo de alta complejidad y presión revelan que los más exitosos son aquellos en los que sus miembros y, sobre todo, sus líderes tienen un alto nivel de inteligencia emocional. Estos estudios revelan que la contribución de la inteligencia emocional al resultado final de dichos grupos de trabajo es del 75%, mientras que la contribución de la inteligencia racional es del 25%. Es decir, que lo que uno aprende estudiando y la capacidad de raciocinio que tengamos sólo representa un derecho de entrada al trabajo. Pero los logros y ascensos se deben a la inteligencia emocional. La explicación detrás de bastidores para entender esto es que los productos y servicios son cada vez más complejos, por lo que cada vez es menos posible que una sola persona pueda conocer y ejecutar todas las operaciones que suponen dichos productos o servicios. Entonces, el éxito en prestarlos se debe a la capacidad de armonizar o funcionar en equipo. Ese es el papel de la inteligencia emocional.

Si trasladamos estos planteamientos a lo que le ha sucedido a Venezuela en los 500 años de historia y, sobre todo, en los 200 años de vida republicana, podemos llegar a la conclusión de que somos pobres, no porque nos falten riquezas naturales ni financieras ni recursos humanos, sino porque el “Equipo Venezuela” nunca ha existido dado que nos ha faltado inteligencia emocional.

En 1978 escribí, en El Reto de las Élites, que si las élites de los diversos sectores del país no nos poníamos de acuerdo en qué país queríamos y, en particular, en los medios para alcanzar ese sueño de país, que serían un capitalismo responsable y una democracia verdaderamente pluralista, el régimen anterior dejaría de existir. Así sucedió 20 años más tarde. Las élites siguieron compitiendo entre sí por cuotas de poder, en vez de pelear contra el enemigo común: la pobreza. Por ella, los mismos adecos y copeyanos votaron por Chávez y por eso ahora la gran mayoría vota contra NM.

En la Venezuela republicana hemos cambiado 13 veces de régimen político. En esos cambios se destacan los siguientes rasgos: El gobierno de una minoría, la exclusión como política de dominación, las ofertas de inclusión de un grupo emergente, seguidas por un simplista “quítate tú pa’ poneme yo” y la instalación de un “nuevo” régimen de una minoría, otra vez, excluyente. Es decir que, “si no fuésemos trágicos, seríamos cómicos.”

Los extremistas polarizan y plantean relaciones del tipo “conmigo o contra mí” y los resultados no se hacen esperar: Conflicto, pobreza, corrupción e inestabilidad política. Obsérvese pues la desaparición de los regímenes nazi, comunistas-estatistas, religiosos y de las dictaduras.

El predominio de una persona o núcleo familiar sobre los demás miembros del grupo podía intentarse en comunidades tradicionales, con una escasa división del trabajo. Pero intentarlo en una sociedad moderna con una alta división del trabajo es un proyecto condenado al fracaso. La sociedad moderna es plural por excelencia debido a que el desarrollo tecnológico que la caracteriza conlleva a la producción de excedentes, una creciente división social del trabajo y, con ello, a la necesidad de armonizar intereses diferentes. Por ello en la sociedad moderna la pregunta clave en las relaciones entre sectores o grupos sociales NO es ¿quién tiene la razón?, sino ¿cómo nos ponemos de acuerdo? 

La moraleja para nuestra coyuntura actual es que, gane quien gane las elecciones en Venezuela, la opción de verdadero cambio no es pasar facturas. El cambio sería convivir, negociar, entendernos entre quienes tenemos intereses e ideas diferentes a las propias para crear el Equipo Venezuela. Los pases de factura son parte del fracaso de esos 200 años republicanos frustrantes. “No puedes lograr resultados diferentes si sigues haciendo siempre lo mismo” (Albert Einstein). ¡Piénsalo y bájale dos!.-

@joseagilyepes

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